(Somos historia viviente)
En estos días he recibido comentarios de un amigo que me dice:” No hay tiempo para leer tus pastorales, concreta, sintetiza.” Lo de las pastorales me ha causado mucha gracia, me he reído bastante y lo he comentado con muchas personas, porque es cierto que mis artículos son largos comparados con el común.
De hecho ya me imaginaba en el Vaticano, leyendo solemnemente homilías, pastorales y encíclicas en varios idiomas, con todas las cámaras filmándome y enviando la señal a todo el mundo, miles de fieles escuchando reverentemente, aplaudiendo fervorosamente.
Les confieso que yo soy el primer sorprendido de que en estos tiempos tan apurados y urgidos haya gente que lea mis extensos artículos, los comente, me escriba diciéndome que les resultan orientadores y pidan más aclaraciones. No otro motivo me ha llevado a extender las dos carillas iniciales que escribía.
Como parte de estos tiempos que soy, se y he escrito que vivimos momentos acelerados y que los elevados niveles de tensión que experimenta la conciencia colectiva histórica, con el correlato crítico del estado de la especie humana y su entorno, genera sensaciones de urgencia, de que el tiempo se agota. Sin embargo no es la primera vez que sucede en la historia.
Hace cuando menos dos mil años que tenemos noticia del Apocalipsis y que esa especie de alucinación colectiva irrumpe cíclicamente en nuestro cotidiano devenir. Y sin embargo aquí estamos. Por otra parte tal alucinación tiene su contracara estructural en el también sueño colectivo de un nuevo hombre y mundo. Ambos irrumpen juntos en la conciencia colectiva.
Por tanto más que una realidad tal estado de aceleración y urgencia parece más bien un proceso cíclico y recurrente del proceso histórico humano. Una experiencia e interpretación sicológica, una traducción o asociación producto del elevado estado de tensión acumulativo.
Hace algún tiempo me contaron que habían lanzado en paracaídas desde aviones, granos enlatados sobre una población primitiva que sufría de hambre. Lo cual fue interpretado como un milagro, un regalo o respuesta de los dioses a los pedidos de sus fieles.
Pero además tras un tiempo se vio a los nativos del lugar haciendo pozos y enterrando las latas de frijoles por ejemplo, en una típica asociación con el cultivo que estaban habituados a realizar. Si sembraban semillas y nacían los granos, ¿por qué no sembrar las latas y cultivarlos ya procesados ahorrándose todo ese trabajo?
Ese proceso ilustra muy bien lo que es un ritual mágico. Su pensamiento analógico no podía interpretar correctamente el pensamiento racional, lógico, abstracto, ni todo el sistema de tensiones que lo gesta y acompaña.
Todo el proceso de concebir máquinas procesadoras de granos que permite distribuirlos listos para consumir. La organización social que se gesta en torno a esos sistemas de producción y distribución, las relaciones socioeconómicas concomitantes. Todo eso les resultaba ajeno e inimaginable para su momento evolutivo, para su modo de estar en el mundo.
No por creer que vivamos en una etapa racional estamos libres de corrientes subterráneas que siguen reproduciendo pensamientos y rituales mágicos en la conciencia colectiva. Se habla por ejemplo de la mágica América. ¿Para quién? Seguramente para los que vivían oprimidos en el viejo continente sintiendo que no podían acceder a sus deseos o sueños de libertad y felicidad.
Por tanto el sueño de un nuevo hombre y mundo o del tesoro del Dorado, los llevó a lanzarse a la aventura del llamado descubrimiento de América. Aquello fue algo insólito, inédito en una época donde se creía que la tierra era chata y terminaba en el horizonte donde solo te esperaba un insondable abismo para tragarte. Y sin embargo llegaron a destino.
Para los nativos de aquellas tierras también fue una sorpresa inesperada que seguro los sacudió de su cotidiano trajinar, pero más que un sueño se debe haber parecido a una pesadilla de la que desesperaban por despertar. Algo así como la desilusión y deseos de huir que sobreviene tras todo enamoramiento, cuando el príncipe-princesa se convierten en sapos.
¿No es paradójico que en una época de supuesto racionalismo científico que solo cree en hechos demostrables, sean intangibles anhelos de libertad y felicidad los que nos movilicen y den dirección, lanzándonos a increíbles gestas y aventuras? ¿Es o no es entonces racional el motor de toda evolución?
También se dice de América que es el continente joven y que no tiene historia. ¿Para quién? Otra vez lo más seguro es que sea desde la perspectiva del viejo continente y el momento que América entra en su historia milenaria, en el horizonte de sus posibilidades fácticas. Es como un sueño reiterado que finalmente se hace realidad o tiene su contraparte perceptual, material. Pero hasta donde yo se todos los continentes tiene el mismo origen y tiempo inmemorial de existencia, millones de años ha. ¿Y acaso los nativos de las “nuevas tierras” no tenían también milenaria historia? Pues si no la tenían su “no historia“ se manifiesta hoy con fuerza en Bolivia, Ecuador, Perú, Chile, México, hasta el punto de poner un presidente en el poder.
Una vez más nos encontramos ante nuestras formas alienadas de pensar y sus consecuentes conductas mágicas. ¿Dónde está, que es la historia? ¿Un libro? ¿Acaso flota en la atmósfera, en el mar o está enterrada en alguna parte?
Somos historia viviente, sicosomática. Somos memoria colectiva profunda y operante de nuestro hacer y conocer, aprender de nuestra experiencia. Y esa memoria colectiva profunda que somos se piensa a si misma, se siente, se cuenta, se manifiesta y da testimonios de si en hechos. Y no hay posible futuro que no se apoye y proyecte desde esa historia que somos.
Aquí podríamos entonces ubicar la impaciencia de nuestro acelerado y sobretenso momento histórico que un poco fastidiada pregunta adonde nos conduce todo este paseo histórico. En primer lugar a hacernos concientes, a caer en cuenta de que el paseo es por nuestra propia memoria y conciencia, de que somos internautas.
Luego a que tanto el Apocalipsis como su hermano, el hombre y mundo mejor, son gemelos que nacen juntos a la conciencia colectiva a grandes ciclos en creciente aceleración pero aún desapercibidos. Son interpretaciones características que hace nuestra conciencia de elevados sistemas de tensión al llegar a cierto nivel de acumulación, produciendo también fenómenos y reacciones particulares que tienden a su descarga o alivio.
Por tanto si no ampliamos nuestra movilidad en el horizonte temporal, si no profundizamos en nuestra memoria y nos proyectamos en nuestra imaginación, resultamos ciegos a las condiciones que esas programaciones nos imponen en el presente, como desvían o frustran nuestras intenciones, acciones u objetivos propuestos.
Hoy por ejemplo comenzamos a tomar conciencia del cuento del pensamiento liberal que nos viene del norte. Ellos desarrollaron gracias a la acumulación del conocimiento científico una poderosa tecnología para transformar aceleradamente el entorno.
Entonces educaron consecuentemente su población para que pudiera manejar esa tecnología y vivir en el mundo acelerado resultante de su aplicación. Protegieron lógicamente su producción nacional porque sin ella no había soberanía posible.
Y como resultado de la revolución económica y cultural que tal proceso produjo, es decir la aceleración del ritmo evolutivo cíclico, llegó la creciente interacción con el resto del mundo. ¿Cómo interactuar sin una producción que desbordase las necesidades de sus pueblos y sin los medios de locomoción y comunicación necesaria a tal intercambio internacional? Entonces se abrían dos posibles horizontes a futuro. Uno era el modelo que la misma naturaleza ponía en evidencia. Todas las funciones especializadas interactuando para el beneficio del organismo común, para el sostenimiento y crecimiento de la vida como un todo.
O el aparente desarrollo de una de las partes a expensas de la otra y claro está a un ritmo más veloz que el que implicaría el desarrollo de la totalidad orgánica. Cual fue la elección ya lo sabemos y los resultados de ese crecimiento supuestamente acelerado, ya los podemos ver en el presente escenario mundial. Es exactamente lo mismo que el cáncer al organismo viviente.
Estas son las consecuencias de la urgencia para avanzar cuando no se dispone del conocimiento necesario, cuando no se toma el tiempo para investigar la raíz de los problemas que intentamos resolver. De allí el acierto de aquél dicho, vamos despacio que estamos apurados. Hoy hablamos de diferencias de mundos y clases y de sus motivos.
Pero los motivos son obvios cuando miras en perspectiva y estructura. Frente a aquellos pueblos que ya han vivido la revolución económica y cultural, ¿cómo pueden verse los pueblos que aún viven en la época feudal, sin producción agraria ni industrial, sin soberanía alimentaria, sin servicios de luz, agua, comunicaciones, gas, sin educación apropiada?
Y en medio de tales circunstancias nos venden el cuento del pensamiento liberal, del estado que ha de reducir sus funciones intermediadoras en bien del desarrollo y la libertad del individuo. Simpático, ¿verdad? El problema es que antes de solo pensar en eso tenemos que recorrer aceleradamente los 100 años de atraso que tenemos.
Se habla también del choque de civilizaciones y culturas, religiones, fundamentalismos, terrorismo. Pero no hace falta referirse a las naciones o pueblos para encontrarnos con ello y las problemáticas que conlleva.
Basta observar un matrimonio entre dos elementos de diferentes culturas para ver como sus hábitos y creencias aprendidas colisionan entre si, produciendo el intento de imposición o defensa de una de las partes. Ambas suponen que su modo de estar en el mundo y avanzar a futuro, camino de la felicidad son los verdaderos y más apropiados, así los educaron.
Están y estamos tan inmersos en nuestros intereses inmediatos que no somos capaces de notar que en realidad nuestras actividades están regidas por un modelo mental mayor que organiza el flujo y reflujo de bienes y servicios así como su administración y distribución. Por tanto de nada nos servirán nuestras creencias culturales y sus rituales a la hora de mejorar.
El único modo de mejorar la calidad de nuestras formas de vida, es ampliar nuestras miradas para reconocer tal modelo imperante que pone la condición limitante para todas nuestras cotidianas actividades. Podemos competir, discutir y pelear entre nosotros hasta el fin de nuestros días, creer que los demás son malos y no nos quieren.
Pero más allá de todos esos rituales inoperantes la única solución real es ponernos de acuerdo para cambiar el modelo mental que organiza nuestras actividades sociales globalmente. Es decir, ampliar la mirada más allá de nuestros reducidos intereses personales y preocuparnos por el interés colectivo, del conjunto. En conclusión el egoísmo es un mal negocio.
Del mismo modo que una especie vegetal o animal especializa diferentes cualidades, formas y hasta miembros para adaptarse a las posibilidades de sus entornos con eficiencia, nosotros desarrollamos diferentes economías, culturas y religiones producto de nuestra búsqueda de felicidad y acumulación de experiencias y conocimientos en tal intento.
Pero no por ello somos especies diferentes, ya que todo ello es respuesta circunstancial a las condiciones que impone el entorno. Hoy en día, resultado del acercamiento entre naciones que la técnica ha posibilitado, hablamos de democracias inclusivas, igualitarias, participativas y protagónicas, de integración de pueblos y culturas en una economía solidaria, complementaria.
Pero las diferencias no se pueden integrar, por el contrario se rechazan mutuamente. Se trata pues de reconocer lo común y esencial a todos y no de integrar diferencias, ello implica reconocer y trascender los hábitos y creencias culturales. Porque a fin de cuentas las diferencias se pueden mantener solo mientras las tecnologías no las desbordan.
Por ejemplo podemos decir que los suburbios son diferentes a la cuidad. Pero llegará el momento en que por crecimiento demográfico y tecnológico serán una sola y la misma ciudad y grupo humano. ¿Serviría entonces mantener la misma organización previa? Obviamente no. El cerco mental de tales diferencias funciona solo mientras no hay o es débil la interacción.
Pero cuando el intercambio se incrementa y acelera ya no puede soportarse el mismo orden. Es necesario reconcebirlo, y para ello han de reconocerse y hacerse concientes las creencias culturales profundas y desapercibidas que nos condicionan, como único modo de pasar de la dirección de diferenciación a la de complementación y síntesis.
El no reconocer ese modelo mental organizativo global al que todos estamos sujetos, es justamente lo que genera el elevado nivel de tensiones y todas las adicciones, fobias y alucinaciones que este actualiza. Por eso el exceso de alcohol, drogas, obesidad y consumismo en general son característicos como todas las homofobias de estos períodos sobretensos.
Es ese mismo elevado sistema de tensiones que el modelo organizativo imperante genera en nuestros cuerpos y conciencias, el que se traduce como urgencia e inmediatez que nos ciega al alcance de nuestras acciones. Su inevitable consecuencia es la corrupción, que no es sino un intento acelerado de llegar a una mejor condición de vida saltando todo trámite intermedio.
Ya Fidel Castro lo advertía respecto a la revolución cubana, y lo mismo sucede hoy tras ocho años de la bolivariana en Venezuela. Tenemos toda la asamblea legislativa, la gran mayoría de gobernaciones y alcaldías, pero la burocracia y la corrupción son un fenómeno común.
Escuchamos y acostumbramos decir que heredamos esa problemática de la cuarta república. Pero eso no es decir mucho, porque lo mismo dirá la cuarta de la tercera y así sucesivamente hasta el confín de los tiempos.
Igual sucede con la problemática personal, nuestros padres nos educaron así y a ellos los suyos y por ese camino llegaremos a preguntarnos si Adán y Eva fueron los culpables. Si nacieron por generación espontánea, los creó Dios imperfectos o el diablo los tentó y así nos hicimos merecedores de maldiciones sobre nuestras generaciones.
De allí al infierno de eternos tormentos y el Apocalipsis hay solo un paso. El problema es que todo ese pensamiento mágico o ritual de exorcismo no cambia ni resuelve nada. La pregunta entonces sería al igual que con la historia, ¿dónde está y qué es la cuarta república? ¿Una entidad o entelequia flotante? ¿Una constitución con sus leyes e instituciones derivadas?
¿Cómo es posible que los revolucionarios y progresistas sean entonces protagonistas ahora de la burocracia y corrupción supuestamente de la cuarta república? Y la respuesta es también la misma que para la historia, para nuestro gusto o disgusto nosotros somos la cuarta república. Que no es sino una secuencia histórica más.
Somos ese modelo mental humano que en un principio estuvo tácito, pero impulsándonos más allá de nuestras necesidades siempre, soñando nuevos mundos, rechazando toda opresión, superando todo límite, inventando nuevos ingenios cuando fue necesario. Y todo lo que hoy vemos y palpamos en el mundo no es sino la manifestación o concreción de tal modelo.
Pero como no lo reconocemos seguimos proyectando pensamientos mágicos y conductas rituales. Declamamos entonces la libertad de creencias y ya nos creemos diferentes y libres de la anterior condición. Pero lo único que tenemos es el deseo de esa libertad e independencia.
En nuestro caso particular nos declaramos quinta república, hacemos una nueva constitución y leyes y ya estamos en libertad de declarar que todo lo malo es herencia de la cuarta república abolida.
Pero los hechos son tercos fantasmas que no parecen conmoverse mucho con nuestras declaraciones, ni espantarse lo suficiente con nuestros conjuros como para marcharse. Y ahí siguen estando la burocracia y la corrupción para dar testimonio de ello más allá de todo debate, discusión, razonamiento.
¿Y cuales son las soluciones? ¿Cambiar ministros, gobernadores o alcaldes? ¿Cuántas veces, hasta cuando? ¿Será una solución la contraloría popular? ¿O evolucionará crecientemente hacia otro estado policial y represivo, mutua desconfianza, vigilancia y espionaje pero ahora con diferentes actores?
Los problemas de eficiencia sin duda podemos resolverlos con mayor conocimiento, mejor educación, sofisticada tecnología y las personas más capacitadas para tales funciones. Con un poco de paciencia, buena voluntad y aprendiendo de los aciertos y errores avanzaremos a creciente ritmo y mayor productividad gradual.
Pero cuando se trata de hábitos y creencias que nos pasan desapercibidos, de automatismos que se conductualizan sin pasar por conciencia, ya no es suficiente la educación ni la buena voluntad. Porque justamente en el momento que intentamos la inclusividad social y la igualdad de oportunidades, es que saltan o se actualizan las resistencias a reconocer y superar.
Es en ese momento que es necesario reconocer que somos historia viviente y cuarta república, somos la resultante del modelo mental organizador de los intercambios que rigió nuestro ejercicio socioeconómico, que no se termina ni supera con declamaciones ni culpando o cambiando personas.
Recién aquí comienza el verdadero ejercicio revolucionario, el que exige cambiar lo que somos. Exige conocernos, hacernos realmente concientes de nosotros mismos, porque no podemos cambiar ni superar aquello que no conocemos. Autoconocernos o hacernos conscientes de nosotros mismos implica una activación, intensificación de conciencia.
Es algo bastante ajeno y difícil de comprender para la mentalidad de nuestra época, pero el camino de la complementación se facilita por la vía de la relajación que rompe y discontinúa el tropismo tenso y autoafirmativo, y no por la de la desconfianza y el esfuerzo. Un ejemplo fisiológico lo pondrá más fácilmente en evidencia que mil explicaciones abstractas.
La sensibilidad es habitualmente difusa, sutil y no da registros. Pero cuando hay bloqueos del flujo energético en alguna parte del cuerpo, se concentra allí y se registra como sensación creciente que se convierte finalmente en dolor. Entonces se disparan las conductas apropiadas para relajar tal dolor y volver la conciencia alterada al equilibrio.
De ese modo experimento por ejemplo una sensación que mientras es difusa es indefinible, pero a medida que se va intensificando y localizando en mi estómago me doy cuenta que tengo hambre. Esa sensación de tensión que puede derivar en dolor de continuar intensificándose, se traduce a la imagen del refrigerador, cuya carga moviliza y direcciona hacia allá mi cuerpo.
Una vez satisfecho el hambre la tensión se relaja y difunde otra vez en la sensibilidad global del intracuerpo. Es así como se van localizando y grabando las diferentes localizaciones y respuestas del cuerpo en memoria, en prevención al posible dolor, orientándonos al placer.
Exactamente lo mismo sucede con una tensión sexual. A medida que aumenta y se localiza en los órganos sexuales la conciencia del entorno comienza a disminuir y va siendo tomada, ocupada por la imagen del objeto del deseo. La sobretensión se traduce sobredimensionando y destacando el objeto deseado de su contexto, proyectando sobre él mágicos atributos.
Lógicamente una vez que la tensión se descarga vía acto sexual la conciencia va recobrando su estado de equilibrio habitual, y puede quedar muchas veces la sensación de frustración o desilusión por lo desproporcionadas de las expectativas que la sugestionaron, obsesionaron.
Sin embargo el creciente sistema de tensiones que da señal fija trasciende las cíclicas necesidades básicas y nos lanza a peregrinar el tiempo en búsqueda de sueños de felicidad, como quiera que las circunstancias que sufrimos nos lleven a traducirla, concebirla.
Es intentando canalizar esos sistemas de tensión como vamos concibiendo una imagen cada vez más compleja del mundo, concibiendo instituciones, organizando economías sociales, manifestando así en las formas su modelo mental implícito, reconociéndolo y reconociéndonos a medida que nos vamos transformando al transformar el mundo.
La función sexual es la función catártica por excelencia. Ella administra, distribuye, entrega y retira la energía según la condición de la conciencia Ella regula los niveles de sueño, semisueño y vigilia, establece el trasfondo alterado o equilibrado de la conciencia. Es por ello que cuando acumulamos un elevado sistema de tensiones que da señal fija se tiñe todo el circuito de erotismo. El mundo se convierte en objeto de deseo de la conciencia erotizada.
Es así como surge esa exagerada apetencia por sensaciones y objetos del mundo que llamamos deseo, posesión o consumismo y que nos lanza tensamente sobre el paisaje para completarnos. Todo ello no es sino alteración, exacerbación o sobre tensión del circuito catártico traducido a imagen, que dispara acción sobre objetos del deseo aspirando aliviarse.
Exactamente del mismo modo se configuran, diferencian y fijan las imágenes personales de si mismo. Son sistemas de tensiones crónicos que no encuentran vías apropiadas de relajación. Para trascender esa etapa de diferenciaciones que no son sino traducciones del elevado nivel de tensión a sensación localizada e imágen, es necesario entonces reconocer como esa sobretensión nos sugestiona y toma nuestra conciencia. Como diferencia y magnifica objetos y proyecta sobre ellos mágicos atributos que nunca poseyeron y exageradas expectativas que no pueden por tanto sino desilusionarnos. Por ello vivimos una etapa de frustración, desilusión.
Solo reconociendo estos mecanismos sicológicos de traducción de impulsos o estímulos de información de sentidos y memoria, podremos comprender que no es el esfuerzo de la persona diferenciada entonces lo que guía al crecimiento, la integración, la felicidad. Sino la relajación del sistema de tensiones que le sirve de base y su disolución en la sensibilidad global.
Por tanto es en el intento y ejercicio de pasar de conductas de diferenciación y exclusión a las de complementación, de organizar una sociedad inclusiva y solidaria, donde y cuando las funciones pueden reconocerse parte del organismo mayor y trabajar para el crecimiento de la totalidad, transformándose junto con su entorno.
Es de ese modo como los elevados sistemas de tensión se convierten en creatividad solidaria y revolucionan la siquis, dejando atrás los conflictos, enfrentamientos, competencias y violencia en general. A la velocidad con que se suceden hoy los acontecimientos, los viejos hábitos y creencias solo son una inoperante resistencia y obstáculo. Los dejo con una imagen.
¿Pueden imaginarse un mundo donde 5 o 6 mil millones de conciencias creativas, reconocidas cual verdadero motor evolutivo y convertidas en el máximo valor, se vuelquen solidaria, alegre, relajada, pacífica, inesforzada y generosamente sobre su entorno para enriquecer su calidad de vida? ¿No es una imagen del futuro más dinámica y atractiva, más acorde a nuestra época que la de los desnudos angelitos tocando el arpa sobre las nubes?
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