lunes, mayo 28, 2007

¡Libertad (golpista)!

Julio Hernández López

La defensa de un canal venezolano de televisión ha sido convertida en bandera estridente de presunta defensa de la libertad de expresión en un país como México, donde las principales empresas electrónicas de comunicación, en especial las dos grandes televisoras, Televisa y Tv Azteca, han practicado formas de golpismo político, social y electoral parecidas a las que en Venezuela realizó en 2002 Radio Caracas Televisión para apoyar una rebelión militar contra un gobierno legítimo (apoyado en comicios por la mayoría de los ciudadanos) que libró esa trampa organizada por Estados Unidos y grupos empresariales nativos, y que hoy, en ejercicio de una facultad constitucional, ha decidido no renovar la concesión a un consorcio mediático que ha infringido de manera clara y grave sus obligaciones públicas.

El escándalo venezolano ha sido debidamente aceitado por el gobierno bushista, que no encuentra manera de organizar contra Hugo Chávez una crisis que le permita "justificar" acciones militares directas o a través de grupos locales infiltrados y manipulados. Por doquier aparecen defensores de la libertad de expresión que se muestran horrorizados porque un gobierno decida no renovar una concesión a una empresa televisiva. Muchos de esos preocupadísimos opinantes suelen ser benévolamente mudos ante los excesos, los golpes y los negocios de los dueños de los medios que ¡afortunadamente! no corren riesgo de perder sus concesiones porque forman parte del entramado de poder de las elites.

La cortina de humo venezolana llega en excelente momento para las estrategias defensoras de los privilegios de las televisoras mexicanas, pues en estos días se tendrán noticias definitivas sobre la famosa ley Televisa, que ha sido un golpe de poder con el que ciertas empresas han cercenado la fuerza del Estado mexicano y se han hecho de enormes ganancias económicas a costa del interés nacional. Esas televisoras fueron puntales de la construcción fraudulenta del resultado electoral de 2006 con el que se violentó gravemente la voluntad popular y se empujó al país al escenario de violencia y confusión que actualmente se vive y del que también se asombran y quejan esos opinantes confabulados.

Felipe Calderón está en Los Pinos porque, entre otros factores, las dos principales televisoras compraron favores e impunidad con la moneda de sus noticiarios y espacios de opinión para que llegara al poder un personaje débil y sitiado que fuera incapaz de levantar siquiera una ceja frente a quienes participaron de ese golpe electoral de 2006 (lo mismo que sucede con Elba Esther Gordillo y Vicente Fox: Calderón no puede decir ni pío contra ellos porque tiene sobre su cabeza la guillotina de las revelaciones de la manera en que hicieron ganar adulteradamente a quien de otra manera hoy estaría en su casa leyendo las memorias de Francisco Labastida).

¿Libertad de expresión? Sí, desde luego. Pero no canales de televisión golpistas, ni venezolanos ni mexicanos. ¿Defensa del ejercicio periodístico? Sí, desde luego, pero no defensa del falseamiento del periodismo o de su utilización como instrumento de presión para enriquecimiento de individuos, familias o grupos o para que ciertas elites se coloquen por encima del interés nacional y del Estado.

Astillas

Diez años atrás (el 26 de mayo, que era lunes) se publicó la primera entrega de una columna cuyo título había tomado como inspiración el de la novela El astillero, de Juan Carlos Onetti. El primer párrafo de ese texto inaugural decía: "Los marcadores de las semifinales del futbol mexicano fueron malos augurios del resultado del debate nocturno entre candidatos a la gubernatura del Distrito Federal: inversamente a lo deportivo, en lo político apareció triunfador Michoacán, con Cuauhtémoc Cárdenas, aunque los Ates hubieran caído frente a las Chivas, y perdedor el estado de México, con Alfredo del Mazo, aunque los Toros de Neza hayan clasificado al vencer a los Rayos del Necaxa". Una década después, ya no hay Toros Neza, Ates de Michoacán (ahora el equipo se llama Monarcas, propiedad de Tv Azteca) ni Rayos del Necaxa (ahora el negocio está en Aguascalientes, con el gobernador Reynoso como principal beneficiario), y las Chivas pasaron de ser un club de accionistas a propiedad particular de un empresario fanfarrón. En cuanto a vigencia política, Alfredo del Mazo está en el retiro, aunque su hijo forma parte del equipo de gobierno de su sobrino Enrique Peña Nieto (Alfredo del Mazo fue primo hermano de Enrique Peña del Mazo, padre del actual gobernador del estado de México) y Cuauhtémoc Cárdenas también es un águila política que en lo personal decae, pero se mantiene vigente a través de su hijo Lázaro. ¿Mucho ha cambiado México en diez años? Sí, desde luego, por ejemplo, la final del futbol de ayer fue entre Pachuca y América. Por lo demás, muchas gracias a quienes a lo largo de diez años han leído las ocurrencias de este tecleador. Gracias a todos (en especial, a Carmen Lira) a nombre de una empresa productora de barquitos de papel y, recientemente, de Internet... Por cierto, en www.astillero.tv puede verse la manera tramposa en que un funcionario de la Comisión Nacional de Derechos Humanos asistió a un acto de denuncia sobre el caso de la señora Ernestina Ascensión para interrumpir una conferencia de prensa del presidente municipal de Soledad Atzompa (quien acusaba a José Luis Soberanes de ser "tapadera del poder"). Con alevosía, el abogado Héctor Lecuona, visitador de la CNDH, esperó el momento oportuno para soltar una palabrería de merolico jurídico con la que pretendió "exhibir" las incongruencias del alcalde veracruzano. Si esa es la actitud en la ciudad de México, frente a reporteros, del encargado de la indagación de la CNDH, es absolutamente válido preguntarse lo que hará ese funcionario, con su rollo de vendedor de lotes residenciales en terrenos ejidales, cuando nadie lo ve (es decir, cuando le toque acomodar dictámenes y resoluciones a conveniencia del patrón Soberanes). Los videos y la información fueron captados por Paul Edgar Ramírez, Edgar Rossano y Verónica Villalvazo... ¡hasta mañana!

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