Carlos Fernández-Vega
Exacta o aproximada, la información de Fortune sobre la riqueza de Carlos Slim (revista especializada que lo declara como el hombre más rico del mundo) sólo confirma la urgencia de llevar a cabo el más importante de los cambios estructurales que el país requiere y que ningún político se atreve a proponer, por miedo a perder las gracias (migajas) del gran capital: la reforma antimonopolios.
Aunque la Constitución es contundente en dicho sentido (artículo 28), la realidad es que nadie le hace caso, comenzando por el gobierno y especialmente a raíz de la política privatizadora puesta en marcha cinco lustros atrás. Por el contrario, con el visto bueno de cinco inquilinos de Los Pinos consecutivos, se ha fortalecido la tendencia de repartir el pastel nacional entre unos cuantos, garantizando el monopolio en la correspondiente rebanada.
Más allá del discurso oficial, que sin duda contradice a la práctica, si el país quiere crecer económicamente, repartir de mejor forma la riqueza y el ingreso, estimular el mercado interno y tantos etcéteras pendientes, no queda más recurso que desandar el camino de la monopolización de la economía iniciado 25 años atrás con el acceso del neoliberalismo a Los Pinos, so pena de permanecer como hasta ahora: estancados, con un crecimiento de supervivencia, miserables condiciones para el grueso de los mexicanos, concentración y acaparamiento del ingreso y la riqueza.
De ser correcta la información de la revista Fortune, en tan sólo siete meses del presente año, Carlos Slim (mister monopolio, como lo bautizó el Wall Street Journal) habría incrementado en 10 mil millones de dólares su fortuna, a razón de casi 48 millones diarios, incluidos sábados, domingos y días festivos. Según Forbes, al cierre de 2006 tal riqueza sumó 49 mil millones de billetes verdes; de enero a julio de 2007, habría llegado a 59 mil millones, un aumento de 20 por ciento en el periodo, en medio de una economía, la mexicana, que ni fu ni fa.
Así, desde que el gobierno salinista le entregó el monopolio de la telefonía fija (Telmex, diciembre de 1990), el magnate habría incrementado su fortuna en un modesto 3 mil 600 por ciento, al pasar de mil 600 millones de dólares en dicha fecha (según Forbes) a 59 mil millones de billetes verdes al cierre de julio de 2007 (de acuerdo con Fortune), periodo en el que la economía mexicana a duras penas reportó una tasa anual promedio de "crecimiento" ligeramente superior a 2 por ciento.
Más allá de los favores y la complacencia gubernamentales, una parte creciente de la fortuna Slim se debe al placer que le provoca exportar el capital generado en México, o lo que es lo mismo el gusto por el shopping, especialmente en América Latina. Se estima que 17 mil millones de dólares del empresario han sido invertidos a lo largo y ancho de la región, en la que cientos de millones de personas, México incluido, sobreviven con menos de dos dólares diarios.
En un breve recuento, Carlos Slim concluyó el sexenio salinista con una fortuna (siempre según Forbes) de 3 mil 700 millones de dólares, monto que al cierre de la administración zedillista se incrementó a 10 mil 800 millones, monto que aumentó a 49 mil millones al cierre del autodenominado gobierno foxista, que avanzó a 59 mil millones (Fortune) de enero a julio de 2007, con la "continuidad" en Los Pinos. Con Salinas de Gortari, la fortuna de Slim creció 130 por ciento; con Zedillo, 192 por ciento; con Fox 353 por ciento. Habrá que ver hasta dónde llega con Felipe Calderón, quien prometió (en campaña, desde luego) acabar con los monopolios.
Desde luego que Slim no es el único, aunque sí el más notorio, que con su monopolio ("empresa dominante" le llaman ahora) atora la actividad económica nacional. Acapara el 94 por ciento de la telefonía fija en el país y 75 por ciento de todo el sector, cuando se incluye la telefonía móvil, pero hay más.
Por ejemplo, Lorenzo Zambrano, el "rey del cemento", que acapara el 90 por ciento de la producción y el mercado de ese material en el país y ocupa la tercera posición mundial, con Cemex; Germán Larrea (el "rey del cobre") y su Grupo México concentra el 95 por ciento de la explotación y comercialización de dicho mineral, y si se suma Grupo Ferroviario Mexicano, otro de sus corporativos, la concentración de ambas actividades se "reduce" a 75 por ciento; Alberto Bailleres y Peñoles tiene el monopolio de la plata; la siempre pía familia Servitje, con Bimbo, el del pan industrializado (y un porcentaje interesante del otro PAN) y tiende a hacer lo mismo en las distintas naciones de América Latina en las que tiene presencia; el grupo cervecero Modelo, con Carlos Fernández González como cabeza visible, tiene para sí el 65 por ciento del mercado nacional y es el principal exportador de este producto; FEMSA, de Eugenio Garza Lagüera con José Antonio Fernández Carvajal como presidente, se queda con el otro 35 por ciento del mercado cervecero, pero controla más del 60 por ciento del mercado refresquero nacional; Televisa y su accionista mayoritario, Emilio Azcárraga Jean, concentra el 70 por ciento de la televisión abierta en el país y una parte creciente de la televisión restringida. Y así por el estilo, en el selecto cuan anticonstitucional juego del monopolio en México.
Aparte los grandes sindicatos, como el petrolero o el de la educación, que ahora, con Elba I a la cabeza, también quiere ejercer el monopolio de la cargada electoral, con el visto bueno de Los Pinos.
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