Hasta ahora, la audiencia ya estaba acostumbrada a este ritual. Permanecían silenciosamente sentados mientras el caminaba por el escenario hasta su silla. Permanecían respetuosamente en silencio hasta que él estuviera listo para tocar; pero esta vez, algo ocurrió... Justo cuando el terminaba de tocar sus primeras barras, una cuerda de su violín se rompió... Uno podía oír el estallido. Salió disparada como bala por el salón. No había duda de lo que ese sonido significaba. No había duda de lo que él tendría que hacer… Los que estaban ahí esa noche tal vez pensaron: "En este momento, él va a tener que ponerse de pie, abrocharse las abrazaderas, recoger las muletas, y cojear hasta afuera del escenario para encontrar otro violín u otra cuerda"…
Pero no fue así. En su lugar, él espero un momento, cerró sus ojos y después hizo seña al Director para empezar a tocar. La orquesta empezó y él tocó desde donde había parado. Él tocó con tanta pasión, con tanto poder y con una claridad que nunca antes nadie había escuchado… Claro, cualquiera sabe que es imposible tocar una obra sinfónica con sólo tres cuerdas. Lo sé yo y lo sabe usted. Pero esa noche Itzhak Perlman se rehusó a saberlo. Uno podía observar cómo modulaba, cambiaba y recomponía esa pieza en su cabeza. Tenía que encontrar en las tres cuerdas restantes los sonidos que tenía que darle la cuerda faltante. Y esto, a velocidad de concierto. Y esto, en medio de la ejecución de una pieza ya de por sí complicada para cuatro cuerdas...
Cuando él terminó, había un silencio impresionante en el salón. Después la gente se levantó y lo aclamó. Había una explosión de aplausos desde cada rincón del auditorio. Todos estábamos de pie, gritando y aclamando, haciendo todo lo posible para mostrar cuánto apreciábamos lo que él había hecho… Él sonrió, se secó el sudor de sus cejas, alzó su arco para callarnos, y después dijo, no presumidamente, sino en un tono tranquilo, pensativo, y reverente: "Ustedes saben, algunas veces la tarea del artista es la de averiguar cuánta música podemos producir con lo que nos queda"…
¡Qué frase tan poderosa! Se ha quedado en mi mente desde que la oí. ¿Y quién sabe? Tal vez esa sea la definición de la vida, no sólo para los artistas sino para todos nosotros. He aquí un hombre que se ha preparado por toda su vida para producir música con un violín de cuatro cuerdas, quien, se encuentra de repente en medio de un concierto con sólo tres cuerdas; y entonces produce música con tres cuerdas, y la música que él produjo esa noche con sólo tres cuerdas era más bonita y más memorable, que cualquier otra que él haya producido antes con cuatro cuerdas.
Entonces, tal vez nuestra tarea en este mundo inestable, cambiante, y perplejo en el que vivimos es la de producir música, primero con lo que tenemos, y después, cuando esto ya no sea posible, producir música con lo que nos queda.
(Jack Riemer, Houston Chronicle; Febrero 10, 2001)
Yo creo que esta historia tiene también una lección para nuestro Movimiento Obradorista, para nuestra Resistencia: A veces nos quejamos de que somos pocos, de que no todos trabajan, de que algunos se han desanimado… Decimos que tal vez no vale la pena seguir luchando o que no alcanzaremos la Victoria… Itzhac Perlman nos da una lección de Resistencia, de Lucha y de Victoria… ¡Claro que hay obstáculos! A veces una cuerda se acaba, o se tensa demasiado, o se rompe… ¡Pero hay más cuerda dentro de nosotros! ¡Para continuar nuestra Sinfonía hacia la IV República!... ¡Tenemos cuerda para rato! ¡Para seguir luchando! ¡Para seguir resistiendo! ¡Hasta alcanzar la Victoria!... Compañeras y compañeros de lucha: ¡Sigamos tocando la música que a México le hace falta! ¡Donde se pueda… con lo que se pueda… y hasta donde se pueda!
http://www.youtube.com/watch?v
Álvaro, ciudadano de la IV República
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