Néstor de Buen
En estos días han abundado las estadísticas sobre la situación del empleo en México. El viernes, cuando me enfrenté a la computadora para cumplir mis obligaciones periodísticas quincenales, leí datos impresionantes.
Aparece en La Jornada la noticia de que hasta julio fueron suprimidas 546 mil 169 plazas de las registradas en el IMSS, en tanto que las instituidas sumaron 499 mil 193. Lo que quiere decir que los señores empresarios ejercieron con eficacia la tarea de despedir trabajadores. Pero, además, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social ha informado que el porcentaje de eventuales se elevó a 19 puntos en relación con el total. Ese es el mundo de los predespedidos.
De acuerdo con datos que circulan por ahí, el IMSS tendría registrados alrededor de 14 millones de trabajadores. Debo suponer que el ISSSTE podrá presumir de unos 2 millones. Con cierto optimismo y sin mayor fundamento, podríamos calcular que hay alrededor de 5 millones más entre profesionales, empleadores, artesanos, jubilados y rentistas, lo que en conjunto nos dará cerca de 21 millones de personas ocupadas o con el beneficio final de una ocupación concluida.
Debemos suponer que la población económicamente activa andará por los alrededores de 50 millones, lo que significa un déficit de empleo de alrededor de 29 millones de mexicanos que, en términos de porcentaje, nos dan un bonito número de desempleados o desocupados superior a 60 por ciento de la población activa. Y si tomamos en cuenta las cifras de la totalidad de la población del país, por el rumbo de 104 o 105 millones de habitantes, las cosas se complican un poco.
Es obvio que gran parte de los supuestamente no activos integran el fenómeno, tan de moda, de la economía informal. Forman parte de ese grupo los ocupantes del centro que ahora aparentemente serán reubicados, solución que sería, de confirmarse, la mejor noticia para la ciudad de México en muchos años.
Hace algún tiempo tuve la pretensión de visitar el museo Cuevas y me fue prácticamente imposible llegar. Pero salir, de donde me había metido, me generó problemas peores que me resolvió un práctico habitante de la zona abriendo camino a mi automóvil por alrededor de tres cuadras, con lo que me dejó a una calle del Zócalo. La colaborada me costó 40 pesos que pagué encantado de la vida.
¿Cuántas personas integran la economía informal? No tengo ni la menor idea y me parece que será difícil que alguien se atreva a sugerir un número.
Lo que es evidente es que el desempleo debe ser entendido como un valor formal que implica que alguien no mantenga una relación de trabajo con otro alguien. Ese sujeto buscará la forma de conseguir los medios de subsistencia, si es persona con imaginación, en la economía informal. Si la desesperación es mucha, iniciará el largo camino hacia la frontera con todos los riesgos que eso supone. Algunos, que no creo que sean pocos, elegirán la delincuencia, que hoy parece prosperar de manera notable, bien en los mercados de la distribución magna o mínima de drogas, bien en los asaltos callejeros o en los secuestros.
Hay un mundo notable de delincuencia que se vale de otros medios para prosperar. En la burocracia el nivel de corrupción es cada vez más notable. Pero son asaltos con corbata y casimir provocados o tolerados por los asaltados, que confían en ese medio para hacer prosperar sus empresas. Finalmente, un problema de intercambio en el que se mueven personajes que gozan o gozaban de la mayor de las impunidades.
Los bravos emigrantes permiten reducir las cifras del desempleo pero, además, aportan las remesas que sirven de manera impresionante a nuestra economía. ¿Quién se atrevería a poner bardas del lado mexicano para impedir su salida?
La solución china: un solo hijo por pareja, parecería adecuada. Lo malo es que no resultaría fácil ese control. A fin de cuentas cambiamos de pareja y asunto concluido. Y eso lo hacemos muy bien.
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