Gustavo Leal F.*
Empezó con el pliego hostil registrado por el politólogo Juan Molinar Horcasitas ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA) el 14 de agosto: técnica y políticamente inviable, antisindical, repetidor del deliberadamente equívoco “diagnóstico” de Fox-Levy y diseñado para que los medios siguieran desprestigiando al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y sus trabajadores.
Un pliego que –como podía esperarse de un Ejecutivo continuista– no se atrevió a enfrentar con seriedad las encrucijadas que pesan sobre la situación del instituto y que le impiden atender debidamente el más robusto de los reclamos sociales: que mejore ¡ya! los servicios prestados.
Siguió la “respuesta” defensiva de una dirigencia sindical (Comité Ejecutivo Nacional) sin prospectiva estratégica para el IMSS, incapaz de modernizar su propuesta y democratizar la representación de sus agremiados. Una dirigencia inmediatamente heredera de la que, encabezada por el doctor Roberto Vega Galina, firmó –en octubre de 2005 como “propuesta de los trabajadores”– el primer gran mazazo contra el régimen de jubilaciones y pensiones de su propio contrato colectivo de trabajo: el convenio adicional para las jubilaciones y pensiones de los trabajadores de base de nuevo ingreso.
El resultado de la “negociación” entre ese politólogo y esa dirigencia es claro: nadie gana, pero los 49 millones de derechohabientes, así como los 14 millones que cotizan al “benemérito” organismo (Molinar dixit), recibirán, gracias a Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, unos servicios que cuestan pero no mejoran, ni previsiblemente mejorarán en el mediano plazo.
Mucho pesó sobre este desenlace el impacto directo de la impuesta “reforma” calderonista al ISSSTE (marzo), que repite ¡sólo12 años después! la misma ruta de anunciado fracaso que en 1995 Zedillo le impuso al IMSS.
Por la profunda inconformidad y movilizaciones que ella ha despertado durante más de siete meses, las autoridades del IMSS temieron recibir su correspondiente cascada de amparos, mientras la dirigencia sindical optó por una “neutralidad” negociable. Poco antes de reunirse con Calderón, el secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social (SNTSS) declaró que “sacar a los trabajadores del IMSS a la calle en defensa de su sistema de pensiones, cuando a escala nacional hay gran descontento por la nueva Ley del ISSSTE, generaría una crisis laboral muy grave en el país”.
¿Qué buscaba realmente Molinar Horcasitas? Sólo extender a los trabajadores del IMSS la misma receta impuesta por Calderón al ISSSTE, sirviéndose para ello de la dirigencia sindical: elevar los años de servicio para los activos: 34 (mujeres), 35 (hombres) y 60 años de edad como piso para alcanzar derecho a la jubilación.
Aunque los más afectados serían los que aún no pueden defenderse porque hacen cola a la puerta del mercado de trabajo: los de nuevo ingreso. A ellos –tal como impuso Calderón al ISSSTE– se les descontaría hasta ¡15 por ciento! de su salario para el “nuevo” régimen, con cuentas individuales en el SAR y sin compromiso alguno del IMSS-patrón, sólo con las prestaciones de la Ley Federal del Trabajo.
La “negociación” final entre las partes acordó establecer “de inmediato” tres comisiones que “en breve plazo” deberán: “supervisar” la ejecución total del convenio firmado por Vega Galina en 2005; “resolver” las jubilaciones de los trabajadores de las futuras generaciones (¿imponiendo la ley calderonista del ISSSTE en lo oscurito?), y “definir” los mecanismos de estímulo económico a los trabajadores más eficientes.
Pero, estatutariamente, ¿a quién rendirán cuenta esas comisiones? ¿Qué trabajadores, y reunidos dónde, aprobarán sus “acuerdos”?
Así que nadie gana, aunque derechohabientes y cotizantes pierdan, por el simple motivo de que ninguna de las partes entró siquiera a semblantear lo que debería haber sido, desde el principio, el centro de la negociación: aquello que por las decisiones de política adoptadas tienen al IMSS en el punto en que se ubica hoy.
Entre otras, el impacto de la política económica sobre el aseguramiento formal, “reforma” Zedillo de 1995-1997, adeudos gubernamentales, dinámica del Sistema de Ahorro para el Retiro, subcontratación, situación de la recaudación, elusión y evasión de cuotas obrero-patronales, efecto del nivel salarial de los altos mandos, presencia de presunta corrupción, monto de los procesos subrogados, adopción (Fox) del Programa de Desarrollo Humano Oportunidades y (Calderón) del “Seguro Popular” petit o cambray (sólo para los recién nacidos), horizontalización del Programa IMSS-Oportunidades al precario nivel clínico del “Seguro Popular”, y creación de las controversiales UMAES.
Nadie gana. Pero el politólogo Molinar Horcasitas –mientras Calderón lo mantenga “al frente” del IMSS– seguirá cobrando cerca de 200 mil pesos mensuales, y su director de Prestaciones Médicas, Santiago Echevarría, casi 187 mil.
Nadie gana. Pero la dirigencia sindical (CEN) seguirá “administrando” los cuantiosos recursos de 378 mil activos y 37 secciones a lo largo y ancho del país; sin rendir cuentas; sin haber comunicado debidamente la cifra exacta de trabajadores que, por sanción, fueron impedidos de participar en un congreso (cercado por la AFI), y que, al concluir, le permitió al secretario general afirmar: “no hubo ni un paso atrás”. Además, esa dirigencia dispone, ahora, de mil 500 préstamos extras para el fomento a la habitación.
Gracias a Zedillo, Fox y, ahora, Calderón, los servicios que presta el IMSS se mantendrán en el exacto mismo horizonte. Nadie gana. Pierde el usuario.
Pero, sobre todo, la continuidad que rezuma el calderonismo y su imposición en el ISSSTE seguirán bloqueando por un largo e inútil sexenio más el nuevo diseño que reclama con urgencia la política pública de salud y seguridad social que merecen los mexicanos del siglo XXI.
* Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
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