Miguel Ángel Velázquez
A principios de esta semana, de pasadita dimos a conocer en este espacio la protesta espontánea de la gente que acudió, el domingo anterior, al Auditorio Nacional para ver el concierto de Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, por la presencia, ahora confirmada, de Felipe Calderón.
Como les platicamos entonces, al final de la presentación, cuando se encendiron las luces y los cantautores desaparecieron del escenario, en espera de la demanda pública por el epílogo memorable, alguien descubrió en un palco “al chaparro, pelón, de lentes“, y socializó su hallazgo con el clásico: “ahí está Calderón”, lo que hizo que la miradas voltearan hacia el palco donde se ubicaba el personaje.
Hasta entonces había pasado inadvertido. Acostumbrado a entrar por la puerta trasera, esta vez ingresó, con toda seguridad, en lo oscurito, apenas empezada la presentación, para que nadie notara su presencia, pero aquel grito que se levantó por encima del “otra, otra” que coreaba el respetable, lo hizo visible y otra voz, esta femenina, aguda, indignada, lanzó: “fraude”, que marcó el inicio de la manifestación de repudio, y Calderón y su esposa, que hicieron el intento de sacar la cabeza fuera de la barandilla que separaba sus lugares de los otros para saludar, tuvieron que volver a la oscuridad del interior del palco.
Como consecuencia inmediata, las gargantas dejaron escapar al unísono el ya también clásico: “espurio, espurio”, que fue callado, casi de inmediato, por la decisión de alguien o por los tiempos del show, de apagar los focos que alumbraban el graderío para dar paso al retorno de los cantantes y al final-final del espectáculo.
Para muchos que presenciaron el rechazo popular, la posterior actitud de los artistas fue una decepción. Serrat y Sabina aceptaron una invitación de Calderón para compartir el pan y la sal en una comida a la que convocó la embajada española, a petición, según se dice, del propio Felipe, quien ya los había convidado a Los Pinos, sin obtener respuesta afirmativa en cuando menos dos intentos.
Según los correos electrónicos y las cartas que se recibieron en este diario, los admiradores del par Serrat-Sabina acusan al dueto de ser insensibles ante la postura de sus seguidores que en su mayoría señalan como fraudulento el proceso electoral del año pasado.
El resultado de todo este suceso, como dijimos el lunes pasado, es que ya nadie podrá mostrar a Calderón una encuesta que lo refiera como el más popular, o popular a secas, porque se topó, en carne propia, con una realidad que no ha querido admitir, pero que es cierta y explota en su cara a la menor provocación.
Así pues, lo mejor que puede hacer es no rebasar, ni por asomo, el círculo azul de los halagos y los aplausos en el que se ha movido, esto para que siga pensando que no habita en suelo mexicano, sino en alguna parte cómoda y confortable... de foxilandia.
De pasadita
En el jaloneo entre el Gobierno del Distrito Federal y la Asamblea Legislativa por la asignación de recursos, el mariachi que acompaña a Víctor Hugo Círigo, quien muy probablemente ya se dio cuenta de que no podrá secar de dineros a la Secretaría de Desarrollo Social que encabeza Martí Batres, ahora quiere degollar a éste último, y exige que el verdugo sea el propio Marcelo Ebrard. Lo que no tiene considerado es que Ebrard ni compone ciegos ni endereza jorobados. Ni modo, ya será para la otra.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario