Gilberto López y Rivas
Un supuesto básico del Manual de contrainsurgencia 3-24 es que Estados Unidos tiene el derecho de intervenir militarmente en el ámbito mundial, lo cual se contrapone con los principios y leyes del marco jurídico internacional que dieron origen y constituyen el fundamento de la Organización de Naciones Unidas. Así, el Manual sostiene que su doctrina “por definición es amplia en perspectiva y contiene principios, tácticas y procedimientos aplicables en todo el mundo… Esta publicación tiene como propósito ayudar a preparar a los jefes del Ejército y del cuerpo de marines a conducir operaciones de contrainsurgencia en cualquier parte del mundo”.
Para justificar esta extraterritorialidad castrense, los estrategas utilizan una entelequia jurídica denominada nación huésped, cuyo gobierno “invita” a Estados Unidos a la contrainsurgencia contra su propio pueblo, aunque dicha autoridad sea impuesta con posterioridad al derrocamiento del gobierno legalmente constituido y la ocupación militar del país por las fuerzas expedicionarias estadunidenses.
Ya en la anexión del archipiélago de las Filipinas en 1898, Estados Unidos libró su primera guerra de contrainsurgencia del siglo XX contra la rebelión encabezada por Emilio Aguinaldo, con el pretexto –según el presidente estadunidense William McKinley– de “educar, elevar y cristianizar a los filipinos” (Timothy K. Deady, Parameters. Spring, 2005).
También, en su guerra contrainsurgente contra Nicaragua, contra el general Augusto César Sandino –quien derrotó una y otra vez a los marines estadunidenses–, los yanquis emplearon la táctica de enfrentar “nativos contra nativos” al crear la Guardia Nacional, encabezada por Anastasio Somoza García, quien finalmente asesinó a Sandino en 1934.
Otra de las ideas-fuerza del Manual es que al poseer Estados Unidos una abrumadora superioridad militar convencional, sus enemigos luchan por medio de una guerra no convencional, “mezclando tecnología moderna con antiguas técnicas de insurgencia y terrorismo… En contrainsurgencia, el lado que aprende y se adapta más rápidamente –el que tiene mejor organización para aprender– usualmente gana. Contrainsurgencias han sido llamadas competencias de aprendizaje. Entonces, esta publicación identifica que ‘aprender y adaptar’ es un imperativo moderno de contrainsurgencia para las fuerzas de Estados Unidos”.
A partir de esta premisa, el Manual concluye: “Irónicamente, la naturaleza de la contrainsurgencia presenta retos a los sistemas tradicionales de lecciones-aprendizaje; muchos aspectos no militares de la contrainsurgencia no llevan por sí mismos a un aprendizaje táctico rápido… Realizar tareas no militares en contrainsurgencia requiere conocimiento en muchas y diversas materias complejas. Éstas incluyen gobernanza, desarrollo económico, administración pública y el imperio de la ley. Comandantes con un conocimiento profundo en estas materias pueden ayudar a sus subordinados a entender ambientes desafiantes y poco familiares y adaptarse más rápidamente a situaciones cambiantes.”
Se ofrecen definiciones a modo de insurgencia y contrainsurgencia: “insurgencia es una lucha político-militar organizada y prolongada ideada para debilitar el control y la legitimidad de un gobierno establecido, de una fuerza ocupante o de otra autoridad política, mientras se incrementa el control insurgente”.
Otra definición de insurgencia afirma que ésta es “típicamente una forma de guerra interna, una que ocurre primariamente dentro de un Estado, no entre estados, y una que contiene al menos ciertos elementos de guerra civil. Contrainsurgencia son las acciones militares, paramilitares, políticas, económicas, sicológicas y cívicas llevadas a cabo por un gobierno para derrotar a la insurgencia.”
En el caso de Irak se observa que el “gobierno establecido” no tiene legitimidad ni control, puesto que es una autoridad subordinada a la potencia ocupante. Asimismo, ante su fracaso contra la resistencia patriótica, Estados Unidos ha provocado la guerra civil, enfrentando a sunitas contra chiítas a través de atentados terroristas perpetrados por sus agencias de inteligencia, fortaleciendo la independencia de facto de los kurdos y debilitando al máximo la unidad nacional.
El gran “descubrimiento” del Manual es su barniz antropológico: “El conocimiento cultural es esencial para emprender una exitosa contrainsurgencia. Las ideas americanas (sic) de lo que es “normal” o “racional” no son universales. Por el contrario, miembros de otras sociedades frecuentemente tienen diferentes nociones de racionalidad, conducta apropiada, niveles de devoción religiosa, y normas concernientes al genero”.
El verdadero proceso de aculturación de los soldados estadunidenses va más allá de los manuales, según palabras de un veterano de la guerra de Irak:
“He sido un asesino sicópata porque me entrenaron para matar. No nací con esa mentalidad. Fue el cuerpo de Infantería de Marina quien me educó para que fuera un gángster de las corporaciones estadunidenses, un delincuente. Me entrenaron para cumplir ciegamente la orden del presidente de Estados Unidos y traerle a casa lo que él pidiera, sin reparar en ninguna consideración moral. Yo era un sicópata porque nos enseñaron a disparar primero y a preguntar después, como lo haría un enfermo y no un soldado profesional que sólo debe enfrentar a otro soldado. Si había que matar mujeres y niños, lo hacíamos. Por tanto, no éramos soldados, sino mercenarios”. (Jimmy Massey, Fuente: Cubadebate/ Rebelión).
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