Por María Teresa Jardí
Hoy se cumplen diez años de la brutal matanza, un 22 de diciembre como hoy —del genocidio, en realidad— cometido en Acteal por el gobierno mexicano encabezado por Ernesto Zedillo, gobierno que ya se perfilaba para dejar entrever en lo que va a convertirse, recién entrado el año próximo, la usurpación de Calderón: en una dictadura.
El golpe de Estado a una Corte comprando a los ministros así lo anunciaba.
Una dictadura para los mexicanos. Paraíso de pederastas, ladrones y asesinos para los que detentan el poder y para sus familiares, compinches y amigos.
Una dictadura útil para satisfacer los voraces apetitos del imperio yanqui y de otras oligarquías del mundo, empeñadas en hacerse de todos los recursos del pueblo mexicano con el apoyo del usurpador a modo del sistema impuesto a rajatabla en México por los tecnócratas neoliberales y capitalistas.
No cualquiera se conforma con ser un usurpador si puede elegir llegar como gobernante legítimo. No cualquiera acepta pasar a la historia al lado de Victoriano Huerta, a cambio de encabezar el poder a lo largo de tan sólo seis años. No cualquiera tira por la borda su prestigio, poco o mucho, no importa, prestigio a fin de cuentas vinculado a la dignidad que es el único patrimonio verdaderamente valioso que se lega a los hijos. No, no cualquiera se conforma con llegar: “haiga sido como haiga sido”. No cualquiera quiere llegar al precio que sea. No cualquiera se exhibe, una y otra vez, queriendo ser lo que nunca va a ser, utilizando disfraces militares y policiacos bajo los cuales quiere ocultar su pequeñez. No a cualquiera le basta con escudarse detrás de su desvergüenza y cinismo para justificar su entreguismo.
No, no cualquiera. Calderón es el atinado para encabezar la dictadura que, con el aval de todos los partidos, no lo olvidemos, de todos, incluido el PRD, va a sufrir el pueblo mexicano a partir de 2008.
Dictadura ejemplar, en su dureza, para que se enteren los hermanos latinoamericanos de lo que capaz el Imperio cuando logra imponer en el poder, de otro país, al más abyecto de los entreguistas.
Estamos donde estamos porque permitimos el desmonte del andamiaje ético de las instituciones de la república. Y una vez exterminadas las instituciones todo se vale. Desde cambiar la Constitución para violarla, hasta desconocer leyes recién aprobadas, porque no se ponen de acuerdo en quién es el más adecuado del sistema para encabezar el IFE a modo del fraude legalizado por el TRIFE.
Sin instituciones todo es posible. Desde el toque de queda en Tabasco, mientras se dan otras inundaciones, ahora sí, controladas, como parte del espectáculo televisivo, en aras de seguir culpando a la luna del crimen de abrir la presa sobre bienes y personas de Villahermosa. Total, todos hicieron negocio. Los bancos jinetearon el dinero que los pobres depositaron para otros pobres que nunca lo recibieron. El gobierno se embolsó la ayuda del exterior, según costumbre ya arraigada, y sólo los pobres perdieron. Y qué importancia pueden tener los pobres si de todas maneras están condenados a desaparecer, bajo las reglas brutales de la represión en marcha contra todo el que proteste, si no los mata antes el hambre de manera más benévola. Los pobres no tienen cabida en el PLAN MEXICO, incluso porque los pobres se rebelan cuando los ricos les quitan sus tierras pagando simbólicamente tres centavos por ellas. Y los pobres que se rebelan siempre afean, son como los perros y gatos asesinados en Yucatán por orden de Roberto Hernández o de Patricio Patrón o del ejército yanqui que tomó por asalto las calles de Mérida, con el permiso de Fox y del ladrón exgobernador para no afearle la visión a Bush, los pobres son una molestia, no entienden que son “los elegidos”, por el demonio, sí, pero ya se preocuparán de eso cinco minutos antes de morirse, total su Dios, tan benigno, están convencidos de que los va a perdonar y si no los perdona lo mismo les da, ya encontrarán la manera de comprar en el más allá la impunidad como la compran aquí.
Sin instituciones todo es posible, hasta lograr que los intelectuales a modo del sistema acaben por justificar lo que es injustificable. Pero ya me extendí demasiado, por razones de espacio, queda pendiente para el domingo lo que para hoy quería escribir sobre Acteal desde mis propios recuerdos y a partir de la polémica desatada por los artículos de Aguilar Camín.
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