Jaime Avilés
Carestía: Slim aumenta su cuota 40 por ciento Derrotar la Ley Gestapo, misión urgentísima Pemex, el campo, la Corte, WC, Chiapas: ¡uf!
La reforma judicial permitiría a cualquier policía entrar sin orden a las casas. En la imagen, operativo de la AFI en un inmueble de Santa Fe Foto: Alfredo Domínguez
Todos los cajeros automáticos del país cobran una comisión de 7 pesos con 20 centavos por cada extracción de dinero, pero los de Inbursa, de Carlos Slim, piden un pago adicional obligatorio (cuando los billetes ya están a punto de llegar a nuestras manos), y si uno se niega a cubrirlo, porque es un abuso que nadie explica ni justifica, la máquina cancela la operación y escupe nuestra tarjeta de plástico poco menos que indignada.
Hasta el 31 de diciembre pasado, la cuota extra de Inbursa era de 5 pesos, pero desde el primero de enero subió a 7: al hombre más rico del mundo le pareció adecuado aumentar el servicio 40 por ciento. ¿Por qué? ¿Avaricia patológica, predicción financiera, lectura ominosa del futuro que esta medianoche se convertirá en presente cuando la incompetencia de Felipe Calderón dispare los precios de todas las gasolinas?
Durante diciembre, productos como pan de caja, atún enlatado, aceite, arroz, carne de vaca, pollo y cerdo, huevos y leche registraron alzas de entre 2 y 16 por ciento, pero anteayer el bolillo dio un salto de 20 por ciento, y los ganaderos estiman que el precio del kilo de carne de res tendrá un incremento de 30 por ciento, mientras los molineros calculan que el de la tortilla se elevará otro 15 por ciento.
La derecha golpista que se robó la Presidencia dizque para impedir que el “populismo mesiánico” desatara la carestía en perjuicio de los más pobres, decidió, en alianza con sus empresarios, que lo mejor para mantener la salud de las finanzas públicas era aumentar el salario mínimo en dos pesos. Y los demagogos de la vela perpetua que juraron que, con ellos en el poder, en México “nunca más” habría una crisis económica, han creado las condiciones para que todos vivamos peor, mucho peor desde ahora.
Cada vez que los neoliberales pronostican las calamidades que azotarían al país si la izquierda ganara las elecciones, en realidad lo que hacen es recitar el programa económico que pondrán en marcha. ¿No provocó Ernesto Zedillo todo lo que dijo que iba a suceder si triunfaba Cuauhtémoc Cárdenas? ¿No está ocasionando Calderón todo lo que según él iba a causar Andrés Manuel López Obrador?
Éste es el suelo sobre el que estamos parados al inicio de 2008: una mezcla de arena y agua en la que lentamente se nos hunden los pies. Pero las amenazas que acechan por todas partes nos obligan a tomar decisiones acerca del tipo de año que estamos dispuestos a vivir: con la cabeza baja, absorbiendo los golpes en silencio, o poniendo el corazón por delante y saliendo a la calle, con todas y todos, a luchar y a vencer.
Hay cosas que simplemente no podemos permitir que se consumen, de ninguna manera. Una de ellas es la Ley Gestapo que, desde el mes entrante, facultará a cualquier policía a entrar a la casa de cualquiera de nosotros, a cualquier hora del día o de la noche y con cualquier pretexto, para robarse lo que se le antoje, sembrarnos armas, drogas, balas, cadáveres o lo que se le ocurra con tal de “incriminarnos”, y, si también se le antoja, llevarnos a una cárcel clandestina y mantenernos incomunicados y sin duda torturados hasta por 40 días antes de soltarnos o presentarnos a un juez.
Esta columna hace un llamado urgente a todos sus lectores en el extranjero para que comprueben la veracidad de este peligro y se organicen en comités y promuevan alianzas con todos los grupos inconformes al respecto y desplieguen una campaña internacional, denunciando que el Congreso de la Unión está a punto de abolir algunas de las garantías inviduales más preciadas, en un claro espaldarazo al proyecto de George WC –y de sus perros falderos locales–, para establecer una dictadura de “rostro democrático” en México.
Si no salimos ahora a echar abajo esta aberración, cuando nos percatemos de sus efectos y querramos protestar contra ella, la aberración será la que nos eche abajo a nosotros. La pregunta clave es qué podemos hacer. Desde luego, presionar a los partidos confabulados en la maniobra, a saber el PAN, su alma gemela el PRI y la porción lamentable y vergonzosamente empanizada del PRD. ¿Instalar campamentos ciudadanos para recabar firmas de repudio a la Ley Gestapo frente a las sedes de esos partidos? Sí, pero desde luego, por ya.
¿Tratar de formar un comité de defensa de las garantías individuales, integrado por los mejores constitucionalistas del país, para que pongan sus conocimientos y todos los recursos legales que hay al servicio de esta causa? Sí, sí y sí, pero por supuesto. Ahora bien, ¿cuál es la instancia que debe hacerse cargo de esta tarea? Y la respuesta es obvia: el gobierno legítimo de López Obrador debe asumir su responsabilidad, emplear sus recursos humanos, su capacidad de convocatoria y su liderazgo para impulsarla de inmediato, pero al mismo tiempo establecer vínculos con todas las luchas sociales para presentar, también en este frente de batalla, una fuerza común.
El próximo miércoles a las seis de la tarde, en el Centro Cultural Indianilla (calle doctor Bernard número 111, casi esquina con Niños Héroes, colonia de los Doctores), López Obrador apadrinará el nacimiento de una nueva organización llamada Movimiento Nacional de Defensa del Petróleo, que estará encabezada por Ifigenia Martínez, Claudia Sheinbaum, Jesusa Rodríguez, Layda Sansores, Rosalinda López Hernández, Berta Chaneca Maldonado y Alfredo Jalife Rahme.
Ése será el núcleo en torno del cual se promoverá la resistencia civil pacífica en contra de la privatización de Pemex, que Calderón ya pactó en secreto con varios consorcios petroleros mundiales que pertenecen a países como Estados Unidos, Holanda, España y Brasil. Tenemos petróleo por lo menos para 60 años más, y no podemos dejar que nos lo arrebaten con el cinismo con que ya nos quitaron todo.
Sin embargo, a pesar de la gravedad que el asunto reviste, la defensa de Pemex no tiene un plazo tan corto como el de la Ley Gestapo. A ésta, repito, la aprobarán el mes próximo. Aglutinar a las ciudadanos en su contra, desde ya, con la urgencia que el peligro inminente reclama, ensanchará las bases del movimiento contra la venta de nuestra industria nacional, al que habrán de sumarse los campesinos que demandan la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Con todo y lo agobiante que luce, la agenda 2008 no se agota en estos temas, ojalá así fuera. Hay que lograr la dimisión de los ministros corruptos de la Suprema Corte, liberar a todos los presos políticos, renovar la solidaridad con las comunidades indígenas de Chiapas, proteger al obispo de Saltillo, Raúl Vera López, bloquear la Iniciativa Mérida para evitar la llegada de los marines y comenzar a discutir muy seriamente qué haremos ante las elecciones legislativas de 2009, en que el salinismo, como en 1991, intentará quedarse con todas las sillas del Congreso.
Mientras tanto, el blog www.adioscaradetrapo.blogspot.com prosigue su campaña para romper el aislamiento que rodea la lucha de los mayas del sureste. Consúltenlo: contiene una novela que pueden leer sin costo alguno, gracias a una iniciativa de verdad anticapitalista. Y Desfiladero saluda con el corazón en la mano a Carmen Aristegui, cuya expulsión de Televisa Radio confirma que el miedo de la derecha golpista a la verdad sigue y sigue y sigue creciendo.
sábado, enero 05, 2008
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