Arturo Alcalde Justiniani
El inicio de un año es momento oportuno para la planeación. Fijarse objetivos es un método obligado para favorecer acciones concertadas, compartir agendas y lograr avances. Es antigua la recomendación de que antes de realizar una tarea se valoren las distintas alternativas de acción y, al final de cada etapa, evaluar si pueden hacerse mejor. Ese ver antes y después resulta esencial para ser eficientes, tanto a nivel individual como en cualquier tipo de organización; fijarse metas valiosas, compartidas y realistas requiere de un mínimo de análisis, diagnóstico y pronóstico para organizar el quehacer cotidiano.
Reflexionar, proponer y convencer para caminar hacia una vía común en los terrenos social y político presenta particular dificultad en el presente año, por el ambiente de desconfianza y división que prevalece. En tan sólo seis años, el desencuentro entre organizaciones, dirigentes y programas se ha incrementado; el interés por desbancar al partido de Estado, el corporativismo y todos sus vicios unificó en el pasado a diversos sectores de la sociedad que hoy se encuentran enfrentados. La división pareciera lugar común en casi todos los espacios; por ejemplo, en el mundo sindical, hasta el Congreso del Trabajo, en un tiempo organismo cúpula del sindicalismo oficial, está hecho pedazos y transita sin rumbo; por su parte, el llamado sindicalismo democrático no ha logrado la unidad de sus expresiones más amplias: la Unión Nacional de Trabajadores y el Frente Sindical Mexicano.
Las razones para resistirse a compartir objetivos y metas comunes son inagotables; la más socorrida es que “existen diferencias ideológicas”, pero cuando se entra en un análisis más profundo se exhibe que los verdaderos motivos son bastante menores. Unificar esfuerzos implica ceder protagonismos, interlocuciones privilegiadas, en fin, una cultura más avanzada que parta de reconocer la gigantesca dimensión de los problemas que se enfrentan y que sólo compartiendo objetivos, programas y responsabilidades se pueden superar. Quizá en esta capacidad de concertar y construir proyectos comunes estriba en buena parte la clave del progreso en las sociedades más avanzadas.
Desde los primeros días de este 2008 la población más vulnerable se entera de nuevos despojos en su contra; no acaba de transcurrir una semana cuando entra en vigor un salario mínimo grotesco que anuncia más pobreza para los trabajadores, se impone una apertura comercial que deja a los pequeños y medianos productores del campo en condiciones peores a las ya sufridas, confirmándose las advertencias que desde hace 14 años formularon los especialistas de la Red Mexicana de Acción Frente al Libre Comercio, de las organizaciones campesinas y de los economistas independientes, quienes señalaron que el Tratado de Libre Comercio en los términos negociados tendría efectos diferenciados; en efecto, más exportaciones en favor de trasnacionales, pero más indefensión para las entidades ubicadas en ramas de actividad comparativamente más débiles.
En estos primeros días del año, el director del Instituto Mexicano del Seguro Social anuncia su pretensión de excluir a casi medio millón de afiliados de dicha institución que reciben servicios médicos básicos “porque no son rentables”. La constante es pegarle siempre a los más indefensos. Seguramente, día con día nos enteraremos de nuevas lesiones al precario patrimonio familiar que traerán consigo el gasolinazo y el incremento de precios en los productos básicos. Como una burla, personeros del gobierno pretenden calmar a la población anunciando que habrá ofertas en parte de la canasta básica.
En materia de seguridad social, tema que involucra de manera más sensible la integridad personal y familiar, el reto es diseñar y defender un modelo alternativo social y económicamente sustentable que garantice servicios médicos a la totalidad de la población; no se trata de seguir inventando nuevos programas, sino de transitar hacia un sistema único basado en el uso racional de recursos y en la calidad del servicio. Respecto del cuestionado tema pensionario, se debe considerar la necesidad de ajustes en razón del comportamiento poblacional, epidemiológico y de empleo, sin que tales cambios lleven a la absurda privatización a través de las Afore y compañías aseguradoras, que confiscan beneficios que deberían operar en favor de los fondos comunes. No basta presentar amparos, es necesario explicitar un proyecto alternativo contenido en una iniciativa de ley que dé cauce a la inconformidad y movilización nacionales.
Frente a la anunciada reforma laboral es necesario generar una posición unificada, al menos en el seno del sindicalismo democrático y de la creciente población desempleada o contratada precariamente, esfuerzo nada fácil considerando las distintas condiciones entre los diferentes grupos productivos y su situación económica específica; como compartir proyectos comunes entre trabajadores con contratos colectivos altamente protectores y otros sin los mínimos elementales. Nuevamente oponerse es insuficiente: es necesario perfeccionar las propuestas que en el pasado se han formulado; demostrar que otro modelo laboral es posible, acreditar cómo hacerlo mejor, incluso frente a los retos de la globalización y de un mercado competido de trabajo.
A pesar del negro panorama económico pronosticado para 2008, urge convertirlo en un año que dé cauce a nuevas formas organizativas entre la población crecientemente despojada de sus derechos; será más fácil compartir objetivos identificando las causas de la postración. Tomar de ejemplo los avances alcanzados por otros pueblos cuando se han organizado, en el fondo, es confiar en nosotros mismos.
¿Hasta dónde llega el derecho del propietario de un medio de comunicación a imponer una línea editorial? Con pleno reconocimiento a Carmen Aristegui.
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