Sobre la presencia de EEUU e Israel en lista canadiense de países torturadores
Juana Carrasco Martín
Como en cualquier acto de prestidigitación, Estados Unidos e Israel se esfumaron de una lista de países donde los prisioneros están en riesgo de ser torturados. Así ocurrieron las cosas...
El gobierno de Canadá, por error, entregó la pasada semana un documento a la filial de Amnistía Internacional en esa nación norteña en el que se evidenciaba el abuso contra los prisioneros cometido en las cárceles de Estados Unidos e Israel. La organización había solicitado tal información como parte de un proceso en las cortes sobre el tratamiento a detenidos en Afganistán.
El documento —parte de un curso de entrenamiento para diplomáticos, que les permitiera estar atentos a casos de torturas y abusos— mencionaba específicamente el campo de detención que Estados Unidos mantiene en la ilegal Base Naval de Guantánamo, donde un ciudadano canadiense, Omar Khadr, lleva recluido cinco años, bajo la acusación de supuestamente haber matado a un soldado de Estados Unidos durante un enfrentamiento en Afganistán en el año 2002. Khadr tenía entonces 15 años.
Por cierto, William Kuebler, abogado de ese detenido, asegura que en un momento de la detención de Omar Khadrs, «el gobierno de Canadá desarrolló la sospecha de que él había sido torturado».
El manual para los diplomáticos canadienses también incluía bajo la definición de «tortura» ciertas técnicas de interrogatorio empleadas por Estados Unidos, como «la desnudez forzada, el aislamiento, el impedir que los prisioneros duerman y mantenerlos con los ojos vendados».
Pero la reacción no se hizo esperar, y una portavoz de la embajada de EE.UU. en Ottawa aseveró que «Estados Unidos no permite, tolera o condona la tortura bajo ninguna circunstancia». Un embuste con el que nadie en este mundo puede ya ser adormecido.
«Si Israel es incluida en la lista en cuestión, el embajador de Israel podría esperar su eliminación», dijo también apresuradamente el portavoz de la embajada de Tel Aviv en la capital canadiense, Michael Mendel. Mientras tanto, el gobierno israelí bloqueaba a la población de la Franja de Gaza: no dejaba pasar alimentos, combustible, agua o cuidados médicos; proseguía el bombardeo selectivo desde aviones o tanques, buldoceaba centros de refugiados y llevaba a cabo requisas casa a casa, bloque a bloque. ¿Acaso no es esa actuación un empleo de tortura colectiva?
Sin embargo, las presiones llovieron. Deben haber sonado los teléfonos y de seguro se congestionaron los correos electrónicos desde Washington y Tel Aviv hacia Ottawa. Como si fueran el Triángulo de las Bermudas, las presiones apuntaron a hacer desaparecer a los dos socios-guerreros de la lista de torturadores.
Y así fue. Este martes, una nota en el sitio Democracy Now daba conocimiento del «final feliz» de la historia: el gobierno de Canadá removió a Estados Unidos y a Israel de la lista de países donde los prisioneros están en riesgo de ser torturados, luego de las presiones oficiales. El Ministerio del Exterior de Canadá clama ahora que fue un error, y Amnistía Internacional muestra su descontento con esta marcha en reverso. Alex Neve, su secretario general ha dicho consternado: «La principal preocupación del gobierno no debieran ser los aliados embarazosos, cuando se trata de un tema como la tortura».
Pero un acto de escamoteo circense hizo lo suyo: ahora lo ven, ahora no lo ven...
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