Juan Torres López*
El 21 de enero de 2008 se convirtió en otro lunes negro de las bolsas internacionales.
La caída es espectacular: el valor bursátil de las 35 mayores empresas españolas ha caído 101,000 millones de euros en 14 días, casi el 20% de su cotización. En las bolsas asiáticas se perdía ayer entre el 5 y el 7% de los valores, en México el 5%... y hoy vendrá Nueva York, mientras seguramente sigan cayendo todas las demás.
Es normal que todo el mundo se pregunte lo qué está ocurriendo y qué es lo que previsiblemente pueda ocurrir en los próximos días y semanas.
La respuesta es elemental: lo que está pasando es, sencillamente, la consecuencia lógica del estado de cosas en que se encuentran las relaciones financieras en nuestros días. Yo mismo lo vaticiné en un artículo anterior publicado el pasado 10 de septiembre (Diez ideas para entender la crisis financiera, sus causas, sus responsables y sus posibles soluciones).
Como es sabido, en los últimos años los mercados financieros y la actividad de los bancos han cambiado de naturaleza.
Antes, los bancos se dedicaban preferentemente a recoger los recursos de los ahorradores para ponerlos a disposición de los inversores o de los consumidores manteniendo un volumen mínimo de reservas para hacer frente a los reintegros. De esa forma alimentaban constantemente la economía productiva con la financiación más o menos necesaria. Hoy día, los dedican preferentemente a comprar "papel", es decir, a comprar y vender activos financieros (títulos de todo tipo, contratos de cualquier naturaleza, seguros, reaseguros...) en lugar de dedicarlos sobre todo a hacer que la economía real funcione más y mejor. Y, además, las reservas de garantía se han reducido al mínimo e incluso han desaparecido en muchos casos.
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