Octavio Rodríguez Araujo
Los cambios en el gabinete de Calderón no son meros ajustes ni facturas pagadas y archivadas. Mouriño, al margen de todo lo que se ha dicho de él, es un operador político, el más importante que tiene Los Pinos para tratar y negociar, no con la oposición, sino con los posibles aliados (el PRI en primer lugar). La Secretaría de Gobernación había sido, por décadas de priísmo, una suerte de vicepresidencia. El último secretario fuerte en Bucareli fue Fernando Gutiérrez Barrios. Después de él desfilaron por el Palacio de Covián personajes menos fuertes, pero no precisamente decorativos: González Blanco, Carpizo, Moctezuma (el más débil de este conjunto), Chuayffet, Labastida (también débil) y Carrasco.
Con el oaxaqueño Carrasco, ahora panista, se acabaron los más o menos poderosos secretarios de Gobernación. Luego vinieron los francamente débiles: Creel, Abascal y Ramírez Acuña, políticos sin poder ni iniciativa, empleados a secas del presidente en turno. Con el cambio Ramírez-Mouriño se intenta recuperar al secretario fuerte, aunque no se podrá regresar al pasado, entre otras cosas porque la política ya no es como antes. Ahora hay demasiadas cámaras y luces encima de las acciones gubernamentales como para que se pueda reinstaurar la política caciquil y temida del pasado.
En el PAN y en Los Pinos El Yunque ha sido desplazado, y siguen los ajustes. El calderonismo se está convirtiendo en una realidad, con Mouriño, con Cordero, con Germán Martínez, todos de su confianza, del círculo interno. El objetivo del calderonismo es garantizarse el poder más allá de este sexenio, y no le será tan fácil. Este año habrá seis elecciones locales y en ellas el PAN no tendrá muchas probabilidades de ganar posiciones importantes, por lo que las baterías apuntarán más a la de diputados en 2009, cuando Calderón-Mouriño tendrán que demostrarle al PRI que las alianzas valen la pena, porque este partido no ha doblado las manos y va por lo mismo, incluida la Presidencia en 2012.
La estrategia que se seguirá no es difícil adivinarla: me apoyas y te apoyo, reparto de poder que sólo se romperá si el PRI verdaderamente se recompone, lo cual se duda, por lo menos en estos momentos. En el tránsito, esa alianza servirá para llevar a cabo las reformas neoliberales que ya conocemos, incluidas las participaciones privadas (extranjeras y nacionales) en petróleo (y derivados) y en electricidad. El prianismo no es un mote, sino una realidad, no sólo porque así lo quisieron e hicieron, exitosamente, Salinas de Gortari y Zedillo (incluso dejando atrás al viejo PRI), sino porque los proyectos económicos realmente importantes para ellos, que no para México, son compartidos. Los negocios también.
La única oposición que el PAN y el PRI podrían tener está en el PRD, siempre y cuando este partido entienda su papel histórico para modificar el rumbo, cada vez más evidente, que están imponiendo los panpristas (otra manera de llamarlos).
En 2006 el PRD fue la segunda fuerza electoral del país, pero no ahora. En las elecciones locales de este año (2008) el sol azteca es y será muy débil en Coahuila y, con las excepciones de Baja California Sur y de Guerrero, en los demás estados tendrá que competir con dificultades con el PRI. Ya no digamos en los comicios locales de 2009: de seis gobiernos estatales en disputa, no tiene posibilidades de ganar siquiera uno; de 12 diputaciones locales sólo tendrá mayoría en el Distrito Federal y quién sabe si en Tabasco, dados los efectos de las inundaciones y la percepción que tengan para entonces los damnificados de su situación y de las ayudas que recibieron.
Si los perredistas todos logran entender, en sus elecciones internas, la importancia del partido y no de la hegemonía de sus corrientes y tribus, puede ser que esté mejor pertrechado para las batallas que tendrá que enfrentar este año y el siguiente, que son claves para 2012, como bien lo ha entendido Calderón (aunque me moleste decirlo). Si sus adversarios, en diferentes partidos, hacen alianzas, más deberían establecerlas los de un mismo partido, en este caso los del PRD. Si no las hacen, si no anteponen lo importante sobre lo ratonil, unos ganarán sobre otros, pero su partido perderá. No es difícil entenderlo, ¿o sí? El PRD no sólo tiene retos enfrente, sino también una responsabilidad histórica: salvar al país de sus depredadores internos y externos. ¿Estará a la altura?
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario