León García Soler
Vamos a la deriva con el timón fijo, inamovible. En Davos dijeron que el alto precio del petróleo serviría para resistir los efectos de la recesión del vecino del norte. Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, precisó que nuestra alta dependencia del comercio con Estados Unidos hace imposible evitar el daño del naufragio previsto. Y nada.
Pero George W. Bush acudió al Capitolio y en su último informe del estado de la Unión reconoció que había signos negativos, que se habían perdido 17 mil empleos de los creados en el empeño de endeudar a su país y reducir impuestos a los ricos más ricos, “que ni siquiera lo pedían”, acotaría Barack Obama en el debate con Hillary Clinton. Y Agustín Carstens diría de inmediato que la inminente recesión sí nos iba a afectar. Y el presidente Felipe Calderón diría que, después de todo, el PIB crecerá “casi 3%” y se reduciría la creación de empleos de 765 mil a 600 mil. No se alcanzaría la cifra mítica del minimalismo. Ni modo ni manera, dijo Pánfilo Natera.
Y de pronto cambió de signo el movimiento de la burguesía rural, con nombre tomado de una canción campirana. Y el inefable secretario de Agricultura hizo el milagro de revivir la conciencia de clase en el campo, en el taller, en el sindicalismo disperso y las incontables organizaciones no gubernamentales, agitadas por el remolino de la lucha de clases. La gente decente y los aprendices de tecnócratas publicitaron en los espacios mediáticos la “absurda pretensión” de dirigentes de organizaciones campesinas que se tomaron en serio y pedían la renegociaciación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Pero el reclamo se reducía a hacer efectiva una salvaguarda estipulada, a una de las “cláusulas de escape” establecidas al firmar el tratado, recurso previsto para el sector que se vea amenazado de padecer un daño irreversible.
Se les reventó el barzón y sigue la yunta andando. Marcha de campesinos, agricultores, ganaderos, obreros, burócratas y desempleados. Frente al yermo producto de la incuria oficial y la obsesión enfermiza con el portento del libre mercado, de aplicar a ultranza las recetas de la nueva ortodoxia y ser siervos de los neoconservadores que exigen a los pobres eliminar todo subsidio a la producción agrícola. Los encargados de la cosa pública mexicana desmantelaron el sistema estatal agropecuario: desde el crédito hasta el extensionismo agrícola, precios de garantía y graneros que según el viejo himno agrarista se llenarían de trigo para que llegara la ansiada redención.
A nadie se le ocurrió preguntar a los socios ricos del norte industrializado, a los del primer mundo al que anhelabamos llegar, si ellos iban a dejar de subsidiar a sus productores agrícolas. Nadie, ni los negociadores del TLC ni los del cuarto de junto, ni quienes se oponían al tratado mismo, sin dudar del libre mercado y después de aplaudir la “apertura comercial” fincada en la destrucción de los instrumentos del estatismo de todos tan temido. Si para alcanzar la gloria de la modernidad e incrustarnos en el primer mundo teníamos que eliminar todo subsidio al campo, ¿cómo era y por qué ellos producían más, exportaban más y llenaban de trigo su graneros, con altos subsidios y apoyos directos a la producción y a la comercialización?
Ya decíamos al anunciarse la marcha que el gobierno de George W. Bush aumentó los recursos para subsidiar al campo de 20 mil millones de dólares a 43 mil millones. En la Unión Europea son más altos los subsidios, más directos los apoyos, y los agricultores disfrutan de las ventajas de la tan desdeñada política social de Estado. En el rico es alegría y en el pobre es borrachera. Pero sigue la yunta andando. Cruz López es ingeniero agrícola, de Chapingo, y es apenas el segundo dirigente de origen ejidal que llega a la secretaría general de la CNC. El primero fue Celestino Salcedo Monteón. Norteños ambos: Cruz, tamaulipeco; Celestino, de Baja California. No porque origen es destino, sino porque las maromas del priato tardío, el vuelco a la derecha y las crisis recurrentes durante cinco lustros parecieran haber cancelado la permeabilidad social.
Inesperadamente, la CNC volvió a la vanguardia; la dura realidad movió al sindicalismo independiente y las organizaciones agrarias desprendidas del Pacto de Ocampo, de izquierda y con sustento en reclamos sociales que permanecen porque no eran producto del “socialismo realmente existente”, sino de nuestra propia, vieja, constante lucha de clases que dieron por muerta y ha vuelto a marchar y a manifestarse en el Zócalo de la capital de la República. Y seguirá la yunta andando si no encuentran voz para convocar, cuando menos, a un proyecto político-económico que responda a las demandas de los hombres que dispersó la danza del dinero. A tiempo exigió Beatriz Paredes una política social en lugar de la asistencial.
Felipe Calderón mueve sus piezas en el tablero. Cada hueco abre un ciento, decían los del presidencialismo omnímodo. Y rescató a Patricio Patrón Laviada. No viene a cuento por las cuentas pendientes del aristocratizante oligarca, sino porque al desfilar por el Paseo de la Reforma campesinos y obreros no sólo exigían aplicar una cláusula de escape al trasiego de maíz blanco, frijol, azúcar de caña y productos lácteos, sino el reconocimiento a su condición de ciudadanos de esta República federal, democrática, representativa y laica: de mandantes, los que mandan, los de la soberanía que radica en el pueblo. La designación del ex gobernador yucateco revivió la imagen distribuida por sus oficinas de prensa, en la que un anciano campesino maya le besaba la mano al Patrón de la Casta Divina.
Marcharon. No los vieron los oligarcas. El gobierno del Distrito Federal vio apenas 30 mil manifestantes de los 80 mil que ocuparon el espacio libre en el Zócalo. Extraña miopía de Marcelo Ebrard, quien aspira a seguir los pasos de López y pedir el voto de la mayoría de los mexicanos. No sorprendió la intervención de Javier Lozano, ministro sin cartera, fiscal y juez de la vida pública. Nadie ha pedido la renegociación del TLCAN, pero el secretario Lozano la descartó: “México no podría hacerlo unilateralmente; además creo que tendríamos otras afectaciones, porque si abrimos el acuerdo quizás ellos querrán revisar otros capítulos en los que le ha ido muy bien al país.”
“Si el perro que va adelante no atrapa la liebre, los de atrás menos”, dice el filósofo de Güemes. Alberto Cárdenas, secretario de Agricultura, cultiva la obediencia a los obispos que dan por liquidado el Estado laico y exigen que los sacerdotes que fueran indiciados por abuso sexual, por violación de menores de edad, sean juzgados por la Iglesia y conforme al derecho canónico. ¡Religión y fueros!
En comunicado oficial, la Secretaría de Gobernación expresa “sus más sentidas condolencias a la Legión de Cristo por el fallecimiento del padre Marcial Maciel Degollado.” Silencio en el Vaticano. Pero Ana Teresa Aranda, recién designada subsecretaria de Asuntos Religiosos, oficializó el desprecio a la Constitución.
Sobre el sonido del yunque y el dinero se alzan voces del llano. “Campesino, levántate y cabalga con Zapata/ La tierra se reparte con un rifle/ Borrachita me voy para la capital...” (Pablo Neruda: a Emiliano Zapata con música de Tata Nacho.)
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