Luis Hernández Navarro
Madrid, España. El próximo 9 de marzo se efectuarán elecciones generales en España. En ellas se elegirá al próximo presidente de Gobierno, 350 diputados y 208 senadores. Se efectuarán, además, los comicios autonómicos en Andalucía.
Todas las encuestas muestran una intención de voto en la que el actual jefe de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, tiene una muy pequeña ventaja sobre Mariano Rajoy, candidato del derechista Partido Popular (PP). El Centro de Investigaciones Sociológicas prevé el triunfo del socialista con apenas 1.5 por ciento de los votos. Otros sondeos le dan una delantera hasta de dos puntos.
La situación, pues, es preocupante para el actual partido en el gobierno, no tanto porque ha perdido unas cuantas décimas de punto, sino porque la derecha ha subido dos puntros en poco tiempo. Una ventaja tan apretada supone, por el margen de error de las encuestas, un empate técnico.
Durante los últimos 15 días la derecha ha sido capaz de fijar la agenda política. Lo que se debate en los medios de comunicación son sus propuestas y denuncias. Los socialistas no han podido remontar la situación, a pesar de su oferta de subir las pensiones mínimas en 200 euros y devolver 400 euros a los contribuyentes.
Mariano Rajoy anunció que exigirá a los inmigrantes la firma de un contrato de integración en el que se comprometen a adoptar las costumbres españolas. ¿Cuáles? ¿Acaso ir a las pamplonadas, ver corridas de toros, ser hincha de algún club de futbol o comer tortilla de papa? Por supuesto, no lo dice, pero, por absurda que parezca, su propuesta apela a las fibras sensibles de la xenofobia y el racismo. En España viven ahora más de 4 y medio millones de inmigrantes y –aunque las cifras varían– al menos 800 mil no tienen papeles. Hace apenas 10 años la cifra de inmigrantes era de medio millón de personas. La población total es de poco más de 45 millones de seres humanos.
El candidato del PP ha promovido el voto del miedo. Ofreció rebajar la edad penal a 12 años y suprimir el derecho de adopción a los homosexuales. Su partido denunció los enormes gastos efectuados a cuenta del erario para restaurar la vivienda oficial del ministro Fernández Bermejo.
La derecha ha golpeado duramente en uno de los talones de Aquiles de la actual administración socialista: la situación económica pasa por un momento sumamente difícil. La inflación de enero de este año fue de 4.3 por ciento, el nivel más alto desde diciembre de 1995. En la primera semana del mes pasado se anunció la peor subida en la tasa de desempleo registrada en años.
A comienzos de 2008 Zapatero enfrentó un amargo conflicto con la jerarquía de la Iglesia católica, que entró al relevo del PP. El pulso no tuvo más consecuencias porque España es hoy un país cada vez más laico y la autoridad del purpurado es cada vez más escasa. Si bien la población se reconoce católica en su mayoría, los templos están vacíos.
De confirmarse las tendencias electorales que señalan las encuestas, el bipartidismo seguirá avanzando en España. La suma de los sufragios del PSOE y del PP podría alcanzar 82 por ciento del total de votos. En 1989 representaron 65.4 por ciento; en 1993 llegaron a 73.5 por ciento; en 1996 sumaron 76.4 por ciento, y en 2004 se anotaron 80.3 por ciento.
Esto significa que los partidos nacionalistas no españolistas disminuirán el total de escaños que actualmente tienen. Izquierda Unida (IU) obtendrá, de acuerdo con los sondeos, 5.8 por ciento de los votos. Seguirá siendo víctima del voto útil, como muestra el llamado de Joaquín Sabina –tradicionalmente votante de esta formación política– a apoyar al PSOE.
El gobierno de Rodríguez Zapatero ha logrado avances en el terreno de los derechos individuales y sociales: aumentó el salario mínimo, obtuvo el permiso de paternidad de 15 días para los padres que trabajan, la Ley de Igualdad y la Ley del Matrimonio Homosexual; sacó a las tropas españolas de Irak, aunque las dejó en Afganistán; dejó de hacer de la relación con Estados Unidos el centro de su diplomacia. Sin embargo, fue incapaz de dar una salida pacífica y negociada al conflicto vasco. Se ha resistido a profundizar las competencias de las autonomías en el nivel en el que importantes fuerzas regionales lo reivindican. Su relación con los gobiernos progresistas de América Latina sigue condicionada por los intereses de los grandes consorcios trasnacionales establecidos en España.
Para ganar el PSOE necesita que salgan a votar los ciudadanos de izquierda que tradicionalmente se abstienen, o que van a las urnas sólo si perciben una situación muy grave. No son pocos. Zapatero reconoció en una conversación off the record, efectuada al terminar una entrevista, pero que fue divulgada a los medios, que requería tensar la situación para que sus simpatizantes salieran a votar. El PP no tiene ese problema. Su maquinaria electoral está muy bien aceitada.
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