Días decisivos...
Pemex es del pueblo, no de Hacienda ni del imperio
Unidad Socialista Nº 45
Editorial, México DF, febrero 2008
Liga de Unidad Socialista (LUS)
2008 se ha iniciado con claras señales de que estamos entrando a un año decisivo para el destino del pueblo mexicano, es decir, para sus trabajadores de la ciudad y el campo, para sus mujeres e hijos, para los maestros, para los estudiantes, para los indígenas. Brevemente, para los mexicanos oprimidos y explotados por la camarilla que gobierna desde Los Pinos y la rosca de poderosos personajes nacionales y extranjeros que poseen las grandes empresas financieras, industriales, de servicios y comerciales que impone sus políticas económicas.
Pemex en el centro de la crisis
El centro del actual torbellino político converge en gran medida en la lucha por Pemex, la quinta o sexta compañía petrolera mundial (integrando todas sus actividades) que, a pesar de los pesares, sigue siendo una empresa pública, propiedad del pueblo mexicano y uno de los baluartes más significativos de su lucha por la soberanía y la independencia nacionales.
Desde hace más de veinte años, los gobiernos neoliberales han venido saqueándola, descuartizándola y desfalcándola para presentar a la opinión pública su “argumentación” de que Pemex necesita “cambiar de régimen”, eufemismo que se usa para esconder la verdadera intención de los sucesivos gobiernos vendepatrias a partir de Miguel de la Madrid, su objetivo de privatizar la empresa con mucho más importante del país y de América Latina.
Pero la fortaleza de este acervo nacional fundamental se mantiene contra viento y marea. En 2006 y en 2007 tuvo ingresos brutos de 100 mil millones y 80 mil millones de dólares respectivamente. El gobierno de Fox nunca hizo las cuentas claras de tan enorme riqueza, pero de todos modos sus argumentos de que era una compañía “quebrada” se fueron a la basura. Son el presidente, sus secretarios, sus administradores y los líderes corruptos los responsables de la dilapidación de esos recursos que deberían canalizarse para las necesidades sociales imperiosas del país. Hoy es evidente para la gran mayoría de la población que Pemex es una pieza fundamental para la superación de la crisis económica que se avecina y que debe seguir siendo propiedad de la nación.
La crisis mundial
Desde agosto de 2007, con motivo del derrumbe del mercado hipotecario de Estados Unidos (EUA), una abrumadora mayoría de analistas reconoce que la economía estadounidense ha entrado en una recesión que se desplegará en el presente año. Todo el mundo será afectado duramente por lo que se anuncia como la peor crisis económica mundial desde la fatídica de 1929 que cimbró al capitalismo mundial hasta sus cimientos. Crecimiento del desempleo, estancamiento de la productividad, descenso real del crecimiento del PNB (Producto Nacional Bruto) y de los salarios, debilitamiento de la acumulación de capital, especulación financiera enfebrecida son todos indicadores de movimiento depresivo devastador que se está gestando en estos días y semanas que corren en EUA y que se expandirá por todo el planeta.
Posiblemente sólo sea el otro vecino norteño de EUA, Canadá, el único país que compita con México en su dependencia con respecto a su economía. Realmente se necesita una dosis de cinismo gigantesca para declarar públicamente, como lo hicieron durante día tras día los más altos funcionarios gubernamentales, empezando por Felipe Calderón, que “México está blindado ante cualquier eventualidad de la crisis de EUA” e incluso que “saldría mejor aún después de la recesión”.
México no está “blindado” ante la crisis económica que recién comienza en EUA e incluso más, será una de sus víctimas más significativas. Los tiburones de las finanzas de Wall Street, los grandes monopolios petroleros (Exxon-Mobil, British Petroleum, Shell, etc.), todos apoyados por la política del gobierno de Washington (sea de etiqueta republicana o demócrata), se aprestan para hacer caer el peso de la crisis devastadora que se ha iniciado en las espaldas de los trabajadores y de los países dependientes. Pemex es un acervo demasiado precioso como para no considerarlo como uno de los más importantes botines en disputa en los tiempos que se avecinan. Los pulpos petroleros quieren Pemex, de hecho ya los gobiernos neoliberales les permitido incrustarse en sus entrañas, y no descansarán hasta obtenerlo.
La traición del PRIAN
Como era de preverse el gobierno panista y sus aliados del PRI se aprestan a privatizar por completo en los hechos (cualquiera que sean sus pretextos y justificaciones que digan en lo contrario) a Pemex. El desastre que significaría esto ya se anuncia con la política que ha conducido a la petrolera a su endeudamiento colosal con los capitalistas privados (vía los famosos Pideragas) y con el desfalco permanente que Hacienda ha provocado al sustraerle sus ganancias. El 40 por ciento del parte del presupuesto federal proviene de los recursos de Pemex. La política descapitalizadota y de endeudamiento con el capital financiero tiene como objetivo ahogar a la empresa y se ejerce en forma deliberada y respondiendo al objetivo de subastar la compañía.
La Secretaria de Hacienda, en lugar de poner en práctica una política fiscal que afecte a los grandes capitalistas tal y como se hace en los países imperialistas (incluso en EUA), ha saqueado los recursos petroleros empujando a la compañía a su endeudamiento en espiral. Pero cuando Beltrones, el jefe de los senadores priistas, dice que su partido quiere sustraer a Pemex del ahogo de Hacienda en realidad está proponiendo una medicina peor que la enfermedad. Quitar a Hacienda para poner a los grandes capitalistas sería equivalente de privatizar las ganancias de Pemex, que dejaría de ser una fuente de recursos públicos para el desarrollo nacional.
Y como es el PRI el que tiene los votos necesarios para apoyar la contrarreforma energética que le exigen a Calderón los grandes capitalistas, sus legisladores están vendiéndolos caros: la victoria en las elecciones intermedias del 2009 y hasta futuristamente ya se ven de nuevo en Los Pinos en el 2012.
El PRD y AMLO
En esta hora decisiva de la lucha popular, las grandes masas que entienden que la completa privatización de Pemex representaría han canalizado sus deseos de lucha en la dirección y la alternativa del PRD y sus aliados, en especial en López Obrador (AMLO).
La postura perredista se ha pronunciado contraria a la privatización de Pemex y ha sido AMLO quien la ha expresado con más contundencia y vigor en su campaña por toda la república. En esta campaña, uno de cuyos objetivos es preparar desde hoy su posible candidatura presidencial en el 2012, AMLO aparece como el opositor más conspicuo y conocido del gobierno de Calderón. No ha cesado de denunciar los planes privatizadores del PRIAN y ha convocado a dos grandes movilizaciones: el 24 de febrero frente a la Torre de Pemex en la ciudad de México y otra en el Zócalo capitalino el 18 de marzo, conmemoración del 70 aniversario de la expropiación petrolera realizada con motivo de una huelga de los trabajadores petroleros durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.
La postura de los socialistas revolucionarios debe ser de apoyar estas movilizaciones y unirse al torrente popular que está contra la venta al capital transnacional de Pemex que prepara el PRIAN. De mostrarse intransigente ante toda posible negociación de los sectores conciliadores que pululan en el PRD y que, por el momento, no se abren del todo para mostrar su verdadera naturaleza traidora.
La lucha contra la privatización de la industria energética fue iniciada en 1999 por el Sindicato Mexicano de Electricistas. Es una lucha con profundas consecuencias clasistas. Si Pemex, si la CFE y LyFC se preservan como patrimonio nacional y no como empresas privadas, son los trabajadores de estas industrias quienes garantizarán esta condición. Las burocracias gubernamentales están por completo atravesadas por los intereses de los capitalistas y los charros sindicales corruptos son sus cómplices.
Aunque no parezca con toda claridad en el momento actual, la lucha contra la privatización de Pemex, no es una mera pelea “nacionalista”, sino un capítulo de la lucha de clases de los trabajadores mexicanos por recuperar el país y evitar su completa enajenación por el imperialismo de EUA y satélites como el español. Si esta lucha triunfa, el destino de la industria energética no debe quedar en las manos corruptas de los gobiernos panistas y priistas, ni debe seguir siendo saqueada por los charros sindicales. Deberá ser el inicio de una lucha por un proyecto económico no capitalista, destinado a la resolución de las necesidades de las masas populares y en donde la participación de los trabajadores sea la clave de su democratización y subordinación a los intereses colectivos y no a las ganancias capitalistas.
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