Julio Pimentel Ramírez
Este, como cada año, el gobierno estadounidense emite el reporte Estrategia de control internacional de narcóticos, en el que califica y certifica el papel jugado por naciones de todo el mundo en el combate al narcotráfico, interviniendo en asuntos soberanos de otros Estados y arrogándose así, el papel de policía internacional y de juez hipócrita que ve la basura en el ojo ajeno e ignora la viga en el propio.
Para Washington, la “certificación” es un proceso de evaluación, un examen detallado que se realiza cada año en febrero, para ver cómo luchan otros países contra las drogas; generalmente, son países en vías de desarrollo que tienen la imperiosa necesidad de recibir apoyo económico de Estados Unidos.
Aquellos que no pasan la prueba, pierden mucho o casi todo; simplemente se convierten en el blanco de toda suerte de sanciones, principalmente económicas, por parte de las autoridades estadounidenses. Los chantajes políticos y los dolorosos ataques verbales tampoco se hacen esperar.
Es claro que la lucha contra este flagelo --según el Reporte Mundial de Drogas 2006, elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas Contra las Drogas y el Delito (UNODC), 200 millones de personas son consumidores de drogas, de ellos 6.5 millones de estadounidenses consumen cocaína, por mencionar solamente este estupefaciente-- requiere de la cooperación internacional, lo repudiable es su utilización como un instrumento político de carácter geoestratégico del imperio del Norte.
Según el reporte de la ONU, el sistema multilateral de control de drogas hace referencia al 5 % de la población mundial que consume drogas de diferente tipo. De este 5%, la mitad, usa drogas regularmente y el 0.6% presenta problemas de adicción. El total de consumidores de drogas en el mundo se estima en alrededor de 200 millones de personas, entre las cuales la cannabis se clasifica como la droga más consumida, con un estimativo el 162 millones de consumidores en el mundo, seguida por las anfetaminas y estimulantes, con 35 millones de adictos y la cocaína con 13 millones de personas en el mundo.
Para el caso de la cocaína, el informe señala que cerca de 13.4 millones de personas han consumido la droga, lo cual significa un importante descenso con respecto a años anteriores. El área de mayor consumo de esta droga es Estados Unidos, donde se registran 6.5 millones de consumidores.
El círculo económico de estas mercancías ilegales (cocaína, opio, heroína, anfetaminas, etc.): producción, comercialización, consumo y su conversión en dinero incrementado por una alta tasa de ganancia, derivada precisamente de su carácter subterráneo de mercado negro y actividad criminal, es enfrentado por el gobierno estadounidense con una estrategia, impuesta a países como Colombia y México, por poner dos ejemplos cercanos y paradigmáticos, que enfatiza el combate dosificado y selectivo a productores y traficantes, relegando una atención integral que incluya políticas que consideren el consumo de una sociedad degradada por un sistema que pone en el centro el egoísmo y el lucro desmedido.
Estados Unidos, además de aportar el mayor número de consumidores jóvenes y adultos que se embrutecen diariamente, es el país que, en consecuencia, contribuye con el financiamiento básico para este sangriento y próspero negocio. A esto, habría que añadir el hecho de que nunca se sabe de algún capo yanqui preso, ¿o habrá alguna persona ingenua que considere que en la tierra de emprendedores hombres de negocio no existan dichos personajes?
En el reporte 2008 de la Estrategia de control internacional de narcótico, el gobierno estadounidense descalifica a Venezuela y critica a Bolivia, mientras alaba el papel de Colombia y México en el combate al narcotráfico, no sin dejar de señalar el desempeño de los últimos dos gobiernos (en el caso mexicano se refiere al lavado de dinero, al hecho de que nuestro territorio sigue representando la principal ruta de acceso de drogas a su territorio y a que los cárteles mexicanos actúan ya al norte del río Bravo), para rematar subrayando la necesidad de estrechar la cooperación.
Esta cooperación, que en los hechos es subordinación a los designios del imperio, es continuar con el Plan Colombia en el caso del país sudamericano (cabe hacer un paréntesis para comentar que la ayuda militar estadounidense, que incluye adiestramiento, armamento y tecnología de punta es utilizada para combatir no solamente al narcotráfico sino también a la oposición radical, como queda de manifiesto con el asesinato de Raúl Reyes, segundo hombre de la cúpula de las FARC, quien fue localizado en territorio ecuatoriano, a partir de una llamada de su teléfono satelital) e impulsar en tierra azteca el Plan México que, en forma vergonzante –y vergonzosa para los yucatecos-, es camuflajeado con la denominación de Plan Mérida.
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