lunes, marzo 03, 2008

Estereotipos y arquetipos de la izquierda partidaria

JESÚS RAMÍREZ CUEVAS

Cómo han cambiado las cosas. Hace unos años cuando uno hablaba o discutía de la izquierda mexicana –sectarismos, autoritarismos y burocracias partidarias aparte– la referencia común era la persistencia y las buenas intenciones de jóvenes soñadores que querían cambiar el mundo; de activistas sindicales a prueba de represiones; líderes campesinos curtidos en tomas de tierras; indígenas, curas progresistas o profesionistas defensores de los derechos del pueblo; de mujeres o gays decididos a defender su causa enfrentando el machismo social (incluso en la misma izquierda donde prevalecía el “machismo leninismo”, pero hoy hasta la derecha defiende las cuotas de género, aunque se opone a las sociedades de convivencia).
Sin embargo, no había duda: podían ser románticos y estar equivocados en sus cálculos de cómo llevar a cabo la transformación del país o estar alejados de la mayoría de la población, pero eran auténticos y estaban convencidos de sus ideas y de su compromiso.

El sistema político priísta se sintió amenazado y desató la barbarie represiva. Al mismo tiempo, legalizó algunos partidos de izquierda para que le dejaran gobernar. Se permitió la oposición testimonial en el Congreso asegurado por la aplanadora priísta. En los últimos 25 años, el empuje de la sociedad y la entronización neoliberal obligaron a compartir el poder, la corrupción y el cambio de reglas.

El ascenso de la izquierda partidaria obligó a construir una maquinaria electoral que, a diferencia del pasado, ha enaltecido a los políticos profesionales, a los pragmáticos, a los políticos clásicos, quienes a nombre del realismo político, terminaron por aceptar las reglas del sistema político. El proyecto revolucionario se cambió por la toma electoral del poder. Y la estrategia radical por el de “dime cuántos votos traes y te diré cuánto vales”. Esta necesidad de sumar votos permitió la alianza con viejos políticos del sistema, incluidos reconocidos enemigos de la izquierda.

Pero no todo está perdido ni podrido. Hay muchos ciudadanos y militantes de izquierda consecuentes, convencidos de hacer otra política, democrática y plural, de que sí se puede cambiar al mundo para hacerlo más humano y más justo. De que es necesaria una izquierda radical democrática, feminista, incluyente, ecologista.

Hecha la aclaración, sólo nos resta pedir su indulgencia y comprensión, y sobre todo, no confundir con la realidad este incompleto catálogo de Estereotipos y arquetipos de la izquierda partidaria:

Líderes históricos de la izquierda. Hombres y mujeres que nunca cambiaron a pesar de todos los obstáculos, errores, sufrimientos, prisiones; consecuentes en las buenas y en las malas. Para muchos son ejemplo a seguir porque nunca se rindieron ni se vendieron; para otros, casos insólitos de empobrecimiento inexplicable pues nunca aceptaron un buen puesto en el gobierno al que combatían; renunciaron a una vida desahogada y a homenajes oficiales a cargo de sus viejos enemigos.

Los líderes históricos que se cansaron. Quienes lucharon durante muchos años el autoritarismo del PRI o ex priístas reconvertidos en opositores del neoliberalismo, pero que los devoró el cansancio. Creyeron el cuento de la transición democrática mexicana y aceptaron como verdadero el maquillaje efímero que duró menos que un espot de la guerra sucia de los empresarios que financiaron el fraude electoral. Hoy se dedican a dar conferencias o a escribir en contra de los nuevos movimientos de izquierda. Unos dicen que por envidia, otros que por nunca fueron auténticos o negociaron en lo oscurito.

Las tribus. En los partidos de izquierda había células, corrientes de opinión, fracciones internas, organismos sectoriales, que discutían y analizaban la realidad, acordaban posturas comunes y los unía un mismo proyecto. Hoy muchos militantes forman parte de los grupos de interés que carecen de ideas o de un proyecto de nación a largo plazo. Si antes discutían las tesis del ¿Qué hacer? de Lenin, la vigencia de la revolución mexicana o el Ensayo de un proletariado sin cabeza, de José Revueltas, hoy se reúnen para ver cuántos votos o acarreados junta cada quien. Del partido-movimiento pasaron a la inmovilidad del partido, salvo para participar en elecciones. Las tribus mamaron toda la cultura política del PRI y casi todas olvidaron sus orígenes y su historia. En muchos casos, superaron al maestro.

Dirigentes de la novísima izquierda (esa que tanto le gusta a la derecha)
De manera vulgar sus adversarios dicen que están en la izquierda pero cobran con la derecha (otros dicen que con las dos). Están claros que sin dinero no pueden hacer política y a cambio de simular que defienden convicciones y demandas del pueblo, muchos negocian prebendas a cambio de olvidarlas a la hora de las votaciones. Pragmáticos como son, se declaran moderados: descubrieron que si “moderaban” las demandas de sus representados, ellos podían aumentar sus apetencias y ganancias personales. A eso le llaman ahora una estrategia ganar-ganar: gana el sistema y ganaban ellos.

A partir de ahí hicieron suyo un axioma político que desafía toda la lógica anterior desde Aristóteles: “Frente al adversario externo procuramos perder porque así siempre ganamos”. Aunque su partido pierda las elecciones siempre gana algo su corriente: dinero, posiciones, prestigio en el bando contrario, lo que sea es bueno. Confunden moderación con sumisión y la corrupción con el interés (el fin, vivir del presupuesto eternamente, justifica los medios). Por algo los gobiernos estatales y municipales de la derecha los tiene en la nómina.

Si un grupo ciudadano, partidario o un movimiento social amenaza sus “negocios” (su control en el partido o sobre la oposición local), se alían al gobernador en turno para combatirlos (pregúntenle a Ulises Ruiz). Para eso sirve simular ser oposición moderna: para legitimar las barbaridades de su mecenas en turno.

Si un grupo ciudadano, partidario o un movimiento social amenaza sus “negocios” (su control en el partido o sobre la oposición local), se alían al gobernador en turno para combatirlos

El antilíder anticarismático. Un político gris aspirante eterno a todos los cargos del partido (ha pasado por casi todos). Suple su falta de respaldo auténtico por masas fanáticas que cobran la hora. A pesar de su aparente insignificancia es capaz de construir una maquinaria electoral que es la envidia del otrora partido casi único. No necesita grandes ideas o proyectos porque eso se lo deja a los pobres que creen en ello. Basta crear un eslogan publicitario y declararse representante de la izquierda moderna y responsable. Lo suyo son los grandes negocios al amparo de su corriente y de sus acuerdos con gobernadores, presidentes municipales o funcionarios del PRI o del PAN para obtener prebendas para su grupo.

Legislador(a) al frente de la Cámara de Diputados que engaña a todos actuando como si fuera del bando contrario. Curiosamente al ocupar este encargo algunos olvidan a quién representan y por qué están ahí. Con el cuento de institucionalidad actúan como si fueran del PRI o del PAN. La analista de este fenómeno, la diputada Ruth Zavaleta lo describió impecablemente cuando legisladores de su partido, el PRD, anunciaron una huelga legislativa si se quiere privatizar Pemex: “No importa que nosotros estemos contra la reforma que privatice o tenga algún problema desde nuestro punto de vista ideológico (…) “Hay que ser profesionales” y “cuidar las instituciones” (mostrando el reglamento de la Cámara que impide a sus correligionarios mandar al diablo a las instituciones).

La tercera vía, la burocracia moderna, también nueva (esa que tanto elogia la derecha). Cansados del ninguneo del pueblo, har tos del menosprecio de caudillos carismáticos, hastiados de que les regatearan sus méritos burocráticos y tras una larga carrera a la sombra de las masas, los burócratas concibieron un plan para quedarse con el par tido. Se apoderaron de todo el aparato y sacaron a todos los demás. Después para avanzar hicieron migas con la derecha y le nuevos el oro y el moro a cambio de una rebanada (o migajas) del pastel que le dejará la derecha neoliberal. Hace tiempo que cambiaron su idea de asaltar el palacio de invierno por asistir mejor a toda prisa a las ventas nocturnas del Palacio de Hierro.

Sus dirigentes más destacados hacen declaraciones para descalificar todo pensamiento radical (a pesar de sus acciones pacíficas) como rijoso o violento, para presentarte como moderados partidarios del diálogo democrático, moderno. Algo así como las buenas maneras de transar y servir a la derecha.

Un ex guerrillero tragabalas que ahora traga votos. Después de sesudas reflexiones en prisión rectificó de los que llamó “errores de juventud” y redactó un libro que siguen leyendo sus pupilos: “De la lucha de clases a la lucha de vales” (de despensa), un manual completo de guerrilla electoral que llevará a las masas al paraíso terrenal en forma de urna, a cambio de mitigar un día su hambre crónica. Forma parte de una tribu perredista, pero como dicen que origen es destino, sus amigos le llaman el Clan-destino. Lástima que sus ex compañeros no lo comprendan.

De dirigente estudiantil del 68 a diputado. Siempre fue consecuente. Emulando al Quijote, siempre se lanzó con los molinos de viento; defendiendo los derechos humanos se opuso contra toda impunidad. Denunció como pocos las ambiciones imperiales del norte o coloniales de los europeos y siempre defendió la soberanía nacional. Lástima que ahora se le recuerde porque votó una ley injusta que nunca leyó. Y aunque sigue defendiendo las mismas causas de antes, cuando lo departe con los gangsters del PRI o los mochos corruptos del PAN, éstos no le creen cuando pide que se juzgue como genocidas a los presidentes represores desde Echeverría a Salinas y Zedillo.

De la liga socialista a las ligas en televisión. Para escarnio de los aprendices de brujo, usar las mismas armas y métodos del enemigo para derrotarlo, acaban por convertir al más convencido en uno de ellos. Eso le pasó a algunos que acabaron repartiendo despensas, manipulando la necesidad de la gente para ganar votos y pasando a la historia como el señor de las ligas al ser exhibidos sus métodos inconfesables.

Los sepulcros blanqueados. Muy bonitos por fuera pero llenos de inmundicia por dentro. Se dice de aquellos hipócritas que se ostentan como impolutos y dan lecciones de moral pero en el fondo son corruptos o han sido maiceados. Algunos que fueron radicales en sus años mozos, hoy son los más furibundos enemigos de los luchadores o pensadores de la izquierda social y cultural, a los que consideran productos trasnochados. La derecha los desprecia pero les son muy útiles.

Los intelectuales de la derecha disfrazados de izquierda. Como estos casos hoy en los medios son como una epidemia, no hay mucho que decir, sólo que ni ellos se la creen. La frase de “¡al diablo con las instituciones!”, les produce escándalo y escozor. “¿Cómo es eso, si vivimos de ellas y a ellas nos debemos?”, dicen. No son los intelectuales orgánicos clásicos pero siguen los pasos del axioma priísta por antonomasia: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”, ese es su verdadero credo neoliberal (la libre competencia se la dejan a los pobres que se la creen).

El vocero solitito. No importa que llueva o truene, el vocero solitito siempre estará ahí para defender a los desamparados y denunciar al espurio, al pelele, al usurpador. Con una osadía digna de un cruzado (después del reventón), el vocero solitito es el héroe de las masas inconformes, la pesadilla del estado mayor y escarnio de sus compañeros de partido. Ahora está empeñado en revelar la verdadera identidad de un marciano que se hace pasar por gallego en la Segob (“Por sus orejas lo reconoceréis”, le grita al respetable mientras se lo llevan en vilo del zócalo unos polis de la PFP).

El clásico ingenuo o, mejor dicho, el militante que sí cree lo que dice. La experiencia enseña lo difícil que es construir una izquierda democrática con vocación libertaria, comprometida con el cambio social, con la transformación radical del actual sistema económico y político injusto. A pesar de que hoy una nata de burócratas tiene el control del PRD, hay muchos que creen que no todo está perdido, que hay un movimiento ciudadano de izquierda auténtico, que sí hay militantes honestos, dirigentes con ética y comprometidos con el pueblo, que han luchado por hacer del PRD el instrumento que haga posible la revolución democrática, pacífica y radical que necesita nuestro país. Ya se verá.

PD. Una disculpa por este maniqueísmo, esa nueva religión en la que los estereotipos y arquetipos son una pálida sombra de la realidad.

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