domingo, marzo 16, 2008

Gentil primavera...

Gentil primavera, cargada de rosas
que vistes de luces la vida y las cosas…
Nuestra juventud, alegre y vocinglera
te saluda reina, gentil primavera.
Con esta canción temprano en la primaria, los párvulos de la Juan Jacobo Rousseau, anexa a la Normal elevaban sus voces y se sensibilizaban a las bondades del inicio de las flores, del canto de los pájaros, de la pujanza de la naturaleza. Al unísono, en omnímodo coro que brotaba como los zarzales del campo y que incluía a todos desde el primero hasta el sexto, acompañados al piano por el sedoso maestro Eliseo Martínez siempre de traje y corbata y con una cauda echada hacia atrás de cabello negro, ondulado sin duda por lo melifluo de sus entregas al piano.
Era marzo y a pesar de estar dedicado a Marte, dios de la guerra, marzo es uno de los meses más celebracionales del año. 8, 18, 21 de marzo y ahora más aún con los ritos cristianos de la llamada semana santa, magno pretexto vacacional de mar y playa.
El día internacional de la mujer, ¿será que sólo merecen ese día con la implícita inducción de que el resto de los días han de ser para los machos de siempre? La valiente e inteligente expropiación petrolera que manejada por los gobiernos de México desde 1988 y aún antes se ha convertido en el festín de la evasión fiscal de las grandes empresas en el país. Y se amenaza peor… El mitológico nacimiento de un presidente zapoteca, original de esas mismas tierras en las que cantábamos, que salvó a la república y al hacerlo le confirió al gobierno el poder que la iglesia católica usufructuaba, poder que ahora y desde hace ya demasiado tiempo ejercen mafiosos al servicio de la estrategia de otros gobiernos y de los “grandes capitales”.
El equinoccio de la primavera encuentra, por movimientos de nuestro bello planeta, al plano del ecuador en alineamiento con el sol por lo cual los días son iguales a las noches y recibimos la misma cantidad de su luz tanto en el hemisferio norte como en el hemisferio sur. Es un momento breve de equilibrio sideral, siempre deseado en nuestra caótica existencia.
Arq. Eduardo Bistráin

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