José Antonio Rojas Nieto
Bien dice el dicho: alabanza en boca propia es vituperio. No creo que se pueda decir más sobre el vergonzoso asunto de Bucareli. Y que no nos vengan con esos cuentos de la edad… de la inmadurez. Lázaro Cárdenas tenía 20 años cuando lo nombraron teniente coronel del Ejército Mexicano. Gobernador de Michoacán a los 33. Presidente de la República a los 39 años. Y 43 cuando decretó una expropiación petrolera que –a pesar de muchos– todavía celebraremos este martes.
Sí, nunca hay que olvidar el 18 de marzo. Menos aún quienes estamos convencidos de que la propiedad nacional de los recursos naturales –petróleo y gas natural, sin duda– que señala el 27 constitucional, otorga a la sociedad un poder para moldear el perfil de su desarrollo, en los términos que formula, plantea y obliga el 25 constitucional. Frente a poderes fácticos, mediáticos, rentistas, especuladores. Frente a todos ellos. ¿Defectos, desviaciones y tergiversaciones? ¡Desde luego! Los más vinculados al vicio corporativo y a la corrupción secular que hoy –lamentablemente– reproduce la nueva casta política. ¡Pero nunca tiremos al niño con el agua! Buscar a fondo la transformación de Pemex no pasa por las concesiones ni los contratos de riesgo ni la cesión de derechos. Nadie de los que proponen eso lo hace en su casa propia. Nadie. Una vez: prudentes como las palomas y astutos como las serpientes. Y si no, démonos una pequeña vuelta al mundo de hoy. Brasil, Rusia y Venezuela –para sólo dar tres ejemplos– han pasado por momentos de abandono, cesión o retracción de este poder social a sectores importantes del capital privado internacional. Pero hoy intentan recuperarlo. Y si no véase con cuidado el quehacer político brasileño reciente en los sectores eléctrico y petrolero, como lo indicó a nuestro diario Fernando Siqueira, director de la Asociación de Ingenieros de Petrobras (Aepet). Asimismo los esfuerzos rusos por recuperar el control de los proyectos de Sakhalin I (cedido a Exxon Mobil), Sakhalin II (cedido a Shell) y Kovytka (cedido a British Petroleum). O, finalmente, la pugna de Venezuela con Exxon, tal y como ha sido descrita en La Jornada por el embajador de este país en Estados Unidos, Bernardo Álvarez.
En nuestro caso –es cierto– sería un error grave –muy grave– contentarse con la defensa formal del 27 constitucional y no luchar por imprimirle a Pemex un nuevo perfil que le permita –en el mediano y largo plazos– la recuperación de una fortaleza perdida que –a diferencia del pasado reciente– no podrá sustentarse más en la notable y extraordinaria fertilidad –sin duda descendente, pero todavía muy importante– de Cantarell. Recordemos. En este supergigante de Campeche, cerca de 200 pozos todavía producen cerca de 2 millones de barriles, es decir, casi 10 mil barriles al día por pozo.
¿Qué significa esto? Un ejemplo para aclararlo: en Arabia Saudita poco más de mil 500 pozos producen poco más de 9 millones de barriles al día, es decir, cerca de seis mil barriles al día por pozo. Pero lo cierto es que la altísima fertilidad de Cantarell ha sido en buena parte dilapidada desde 1976 que empezó a producir.
Primero se regaló parte de la renta petrolera en precios de combustibles muy inferiores a los internacionales, política que propició el dispendio. Simultáneamente se alentó la corrupción y el burocratismo sindical y empresarial. Y, finalmente –de 1992 a la fecha–, sin romper con los vicios corporativos, se cayó en la irresponsabilidad fiscal, haciendo de México uno de los países con la tasa de impuestos más baja del mundo. Sí, del mundo. No más del 11 por ciento del producto interno bruto. Por eso es urgente discutir a fondo las alternativas para Pemex. Ese debe ser el punto central del debate hoy. Y no andar buscando –por cierto sin la legitimidad requerida, el pundonor necesario y la solvencia y honorabilidad imprescindibles– cambios en las leyes secundarias que, como ha sucedido en el caso eléctrico, difícilmente respetan el mandato constitucional. Pero, insisto. Quienes defendemos el texto constitucional actual no podemos permanecer callados frente al despilfarro y el deterioro de Pemex.
Además, un proyecto alternativo sin cambio constitucional exige el armado cuidadoso de estrategias que resulten viables. Las universidades, los centros de investigación, las asociaciones profesionales, los grupos técnicos, los organismos ciudadanos, todos, debemos volcarnos en esa tarea.
La denuncia de la insolvencia técnica o moral de los personeros gubernamentales, empresariales o sindicales es necesaria, pero insuficiente, radicalmente insuficiente. Es urgente delinear la matriz del nuevo desarrollo que exige nuestra paraestatal. A Pemex le urge fortalecer su capacidad de diseño, gestión, ejecución, administración y evaluación de proyectos.
Su solvencia técnica en nuevos campos y no sólo en los complejos y hoy encarecidos y delicados de aguas profundas y ultraprofundas, cuya tecnología exige todavía mucho desarrollo. No sólo en petróleo –como en casi todo– se trata de hacer, sino de saber hacer. Esa es la diferencia. Siempre, sí siempre, es mejor después que nunca. Hoy, con un Cantarell dilapidado, nos llegó este después. Por eso…. es hoy o nunca. Sin duda.
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