Jorge Meléndez Preciado
En todos los medios de difusión trascendentes, incluso los cercanos al gobierno, ha sido muy cuestionada la visita que realizó Felipe Calderón Hinojosa a los Estados Unidos. No sólo porque la efectuó cuando se lleva a cabo la precampaña electoral de aquella nación, sino que dos factores más son importantes: la recesión que vive el coloso del norte –asunto que se discute únicamente cuánto tiempo durará– y que si bien los aspirantes más antiemigrantes han quedado descartados de la escena comicial, no se puede decir que los competidores presentes estén por un acuerdo de largo plazo para la recepción de trabajadores nacionales y, menos aún, que tengan ningún interés en discutir el asunto con la administración mexicana.
Que la gira por el vecino país no fue preparada como se debía, lo muestra la protesta de varias asociaciones defensoras de compatriotas, las cuales se quejaron de que Calderón no les dio el tiempo requerido. E incluso, algo realmente desconcertante fue que el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, intentara dar una conferencia de prensa en un café de una transnacional que tiene varias sucursales en el DF. Un acontecimiento torpe, propio del tercermundismo.
Independientemente que el rosario de imprevistos y desatinos fue mayor a cualquier otra visita de alto nivel, lo que seguramente pagarán caro la encargada de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, y el embajador azteca en gringolandia, Arturo Sarukhán, la sustancia del asunto resultó el encuentro de Felipe con aquellos que manejan los negocios y las finanzas internacionales. Actos en los cuales, por supuesto, se marginó a los periodistas mexicas.
La reunión de mayor nivel fue con el vicepresidente de la Reserva Federal. Desde luego que dicho personaje seguramente le reiteró la grave situación vivida por millones de estadounidenses que no saben qué hacer para liquidar los préstamos hipotecarios y cómo han tenido que bajarse las tasas de interés a niveles jamás vistos en Estados Unidos. Igual que la necesidad de no cobrar impuestos y hasta regalar dinero a cientos de miles de personas y varias empresas importantes.
Algo que no puede hacer México ya que el FMI y el BM lo impiden.
El martes 12 de febrero, segundo día de Calderón en USA, Reforma presentó la siguiente información: “Dejan de pagar 39 por ciento de tarjetas”. Y precisó: “Adeudan tarjetahabientes 20 mil 600 millones” de pesos. Signos preocupantes, aunque para el señor Carstens, ello no tiene importancia sino es únicamente un “catarrito” pasajero en la economía de acá.
Felipe estuvo con empresarios importantes, como los presidentes del Citigroup y la inversora JP Morgan, entre otros. Ellos seguramente le dijeron que han perdido más de 20 mil millones de dólares en los últimos meses. Incluso en el primer caso, se habla que Banamex (filial del grupo mencionado inicialmente), podría venderse a un consorcio internacional no obstante que las utilidades obtenidas en México en 2007, son más del 25 por ciento del total mundial.
No se reportó que acudiera a ningún encuentro, el director gerente de la General Motors. Pero se supo que en 2007 perdieron la mayor suma de dinero (39 mil millones de dólares) que se tenga memoria en la historia de la automotriz. Además, despedirán a decenas de miles de trabajadores, incluyendo algunos de nuestro territorio. Si recordamos que antes se afirmaba: cuando a la GM le va bien, Estados Unidos se encuentra en auge, nos daremos cuenta de que el horno no está para bollos.
Claro, no podía Calderón evitar ir a Harvard, donde estudió un rato aunque no terminó su maestría. Antes de la charla hubo medidas de seguridad similares a Irak.
En Nueva York y sus alrededores, donde hay cerca de un millón de nacionales –sólo en Queens se asegura que habitan 500 mil poblanos–, estuvieron con Felipe varias instituciones, aunque sólo fuera unos cuantos minutos. Gabriel Rincón, que encabeza a los mixtecos, y desde luego Joel Magallán, el principal organizador de una caravana que anualmente va de la llamada Urbe de Hierro a la Villa de Guadalupe.
Magallán planteó cuatro demandas: crear una secretaría del migrante, apoyo a los liderazgos de las comunidades emergentes en EU, ampliación de los servicios consulares y mejor distribución de las credenciales de elector. Demandas fáciles de cumplir si en realidad se quiere apoyar en serio a los nuestros.
Para muchos, incluidos periodistas tachados de oficialistas, como Eduardo Ruiz Healy y sus comentaristas, el periplo de Felipe no tenía mucho sentido, pues conocer de viva voz las angustias de financieros y burócratas de alto nivel estadounidense, mostraba que la diplomacia mexicana no servía para mucho. Otros más críticos y de izquierda, señalaron que fue una pérdida de tiempo ese paseo ya que a los suspirantes norteños no se les planteó algo concreto, fuera de las vaguedades conocidas.
En un artículo de Jorge Bustamante (Reforma, 12 de febrero), el más acucioso investigador del problema migratorio, éste dice que de los tres posibles a la Casa Blanca, el que más nos convendría es Barack Obama, ya que se pronunció por dar licencias a los mexicanos, defiende a quienes van en busca de oportunidades y no tiene la obsesión de un muro que supuestamente detenga el terrorismo. Mientras que McCain ha reculado en su propuesta a favor de un nuevo trato a los que entran a EU e Hillary, no obstante que es la más apoyada por los hispanos, defiende al sistema en asuntos tan torpes como el exigir requisitos máximos para la legalización de mano de obra extranjera.
La crisis de nuestro vecino norteño será larga y lo que deberemos hacer, todos, es apoyar a quienes no van en busca de ningún sueño, más bien se la juegan para encontrar una forma de vivir, aunque sea con largas jornadas de trabajo, y envían remesas sin las cuales la situación mexicana sería explosiva.
Las giras no deben ser para visitas protocolarias. Como dejaron de manifiesto Fox y Marta.
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