María Teresa Jardí
Terrorismo de Estado que, además, es parte del pago por legalizar el fraude para imponer a un usurpador, aunque la legalización del fraude, consumada por el TRIFE, tenga el aval del IFE y de los partidos políticos, del empresariado y de la telecrática telebasura, de la jerarquía eclesiástica y de los intereses bastardos de quienes hoy cobran, una tras otra, cada factura, incluidas las empresas españolas, gringas y de otras nacionalidades que como buitres esperan poder acabar de hacerse con el control de todos los hidrocarburos que a la nación mexicana, y a nadie más, pertenecen. Terrorismo de Estado es entregar los bienes de la nación mexicana incluso a empresas extranjeras quebradas, porque esas son las que les garantizan más lana al usurpador y a sus amistades y a sus respectivas familias.
Terrorismo de Estado, que viene de la mano de la usurpación, cuyas consecuencias ya saltan a la vista, incluso en la corrupción sin límite exhibida por el nombrado como secretario de Gobernación no llenando ni siquiera las reglas constitucionales, por lo que al origen de los padres toca, para ser titular de esa función fundamental en otros países. Borrado aquí, como tal, sí, pero con los negocios de él y familia amarrados en el bolsillo para cuando pase a ser el otro multimillonario que pelee con Slim por ocupar el primer lugar del más rico del mundo en la lista de la revista Forbes.
El signo más claro de que un gobierno, y peor aún cuando se trata de un usurpador, ha apostado por el terrorismo de Estado se da en la criminalización de la juventud. Se criminaliza la juventud en general, ser joven se convierte en un delito. Pero en particular se criminaliza a los estudiantes y más aún a los que alcanzaron el honor de serlo de las universidades públicas. Y peor si ese honor se debe a que son, en el caso de México, estudiantes de la UNAM. El enemigo a combatir es el pensamiento. El enemigo a combatir es la inteligencia. El enemigo es la libertad. El enemigo son las decisiones tomadas en razón de la libertad. Inteligentes y libres resultaron ser Lucía Morett y sus compañeros masacrados en Ecuador por el asesino ejército colombiano, violando la soberanía de un Estado libre y soberano.
Terrorismo de Estado, a la mexicana, usando aquí, a impresentables a los que se les financia onegés, que sirven para todo, literalmente, para todo, y si no que se lo pregunten a Gil Díaz, como José Antonio Ortega, a pesar de ser, sí, el abogado favorito del cardenal Sandoval, sí, el cardenal que ha usado la muerte de otro cardenal para hacerse propaganda para ser elegido como Papa y quien ahora hace méritos para no quedar relegado del todo y, si se puede, para que ni siquiera se le acepte la renuncia que por razones de edad está obligado a presentar, con la invaluable ayuda del impresentable panista que desgobierna Jalisco, el que le ha asignando una mega- limosna, con dinero del erario, de 90 millones para el Santuario de los Mártires que en realidad lo es de los cristeros.
Terrorismo de Estado es formar a los soldados como Kaibiles. Terrorismo de Estado, que a México, viene a exigirle, que se aplique ya en su dimensión asesina, el asesino Uribe, enviado por el asesino Bush, a quien está a un paso de pasar también a la historia como el asesino Felipe Calderón.
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