José Antonio Rojas Nieto
Cito: “Una de las características principales en la industria petrolera es su (uso o carácter) intensivo en capital, tanto tecnológico, físico como humano, en el sentido de la capacitación y nivel de conocimientos técnicos que se requieren para laborar en la industria. Esto permite que existan compañías que se especializan en un segmento del sector, disminuyendo el monto de sus inversiones; y otras, mucho más grandes, integradas vertical y horizontalmente. Abarcando todas las subdivisiones de la industria.” ¿Cuáles?
Retomo la cita. “Las tres fundamentales, identificadas en inglés como upstream (aguas arriba), midstream y downstream (agua abajo), es decir, exploración y producción, transporte y, finalmente, refinación y comercialización. Así, nuestro documento de marras afirma: “Otra de las características de esta industria es su integración, tanto vertical como horizontal. Por un lado, se busca reducir los costos por medio de economías de escala, con la adquisición de actividades de un mismo tipo, como la compra de reservas, refinerías, redes de estaciones, etcétera; pero lo más sobresaliente (así dice el documento oficial) son los procesos de integración vertical, de tal modo que las grandes empresas privadas y estatales se encuentran presentes a lo largo de toda la cadena, desde la búsqueda del petróleo hasta la venta de petrolíferos en estaciones de servicio.”
Termino de citar: “… muchas de las empresas buscan fortalecer su presencia mediante grandes fusiones (p.e. Exon con Mobil) y posicionarse frente a las empresas estatales, ya que estas últimas son las que poseen la mayor cantidad de reservas.
De hecho, de las 15 empresas petroleras con mayor volumen de reservas, 11 tienen 100 por ciento de participación estatal.”
¿Qué documento es el citado? Prospectiva del mercado de petróleo crudo 2007-2016, presentado por la Secretaría de Energía (Sener), apenas en diciembre de 2007. Sí, tienen razón la Sener, un objetivo estratégico de la industria ha sido y sigue siendo la integración, tanto horizontal como vertical.
¿Qué conduce a pensar a los ideólogos gubernamentales que la desintegración de la industria que proponen es virtuosa? Realmente no lo sé. Y no lo entiendo. En el mundo de hoy se reconocen cuatro retos centrales de la industria: 1) alto promedio de edad de su fuerza laboral; 2) requerimientos mayores de especialización técnica; 3) complejidad mayor de las actividades industriales; 4) elevación drástica de costos.
¿Qué se propone para enfrentarlos? Ante todo, mayor integración industrial, justamente para aprovechar economías de escala, compartir al máximo habilidades, facilitar la adquisición de nuevas especializaciones, fortalecer la capacidad de gestión, entre otras acciones.
Sí, la integración –ciertamente con fusiones en muchos casos– es lo estratégico. Es fundamental tener reservas y capacidad de producción al menor costo, con la consecuente posibilidad de apropiación de renta petrolera. Pero también, controlar o, al menos, asegurar la transportación. Cuando sea posible, para el caso del gas natural acceder a la tecnología de licuefacción y de regasificación. Asimismo, poseer una capacidad versátil de refinación, para poder procesar mezclas óptimas de crudos ligeros y pesados, u obtener beneficios máximos de acuerdo a los ciclos de refinación.
Sin olvidar la industrialización del gas natural, estratégica como la refinación, por el altísimo valor agregado. Menos aún, olvidar el control de las venas de la distribución y la comercialización. Todo esto, integral e integrado conforma la aspiración de toda empresa petrolera en el mundo. ¿Apoyos? ¿Coadyuvancias? Sin duda. Pero sin perder el control –en nuestro caso nacional– de la industria, toda ella, toda, integrada, integral.
Todavía es tiempo de la autocrítica. Serena pero radical. Cuidadosa pero sin maquillajes. Y ésta pasa –claro que sí– no sólo por la empresa y sus trabajadores, técnicos, profesionistas, funcionarios, estructuras organizativas. También –¡qué duda cabe!– por la controvertida gestión sindical, fruto de una tradición corporativa, presidencialista, y de partido de Estado. ¡Que no se nos olvide esto!
Pero no menos importante es que la sociedad se integre en este ejercicio autocrítico. No puede imponer la dictadura del consumo, de verdad que no. Nada más regresivo que asumir, sin cuestionamiento alguno, la necesidad de responder al acelerado e irracional ritmo de crecimiento del consumo de gasolinas.
Nuestra industria petrolera es resultado de muchas acciones. Virtuosas y viciosas. No tiremos el agua con el niño. El proyecto de fortalecimiento de esta estratégica industria –toda ella– es viable dentro de nuestra tradición constitucionalista. Para ello no se necesitan nuevos consejeros, nuevas comisiones, bursatilización disfrazada. No. Nada de eso. Sólo valor para enfrentar los poderes enquistados que deben ser removidos. Y una renovada pasión para hacer de Pemex una de las empresas integradas más sólidas, fuertes del mundo. Por el bien de la nación. De veras.
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