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Pero lo más asqueroso no es ver a este par de lombrices de agua podrida intercambiando babas. No, lo verdaderamente nauseabundo es el acuerdo de complicidades que hay detrás. Lo vomitivo es todas las facturas que el borracho que se cree presidente ha pagado puntualmente una y otra vez a ese monumento a la cirugía plástica que regentea el sindicado de maestros como si fuera de su propiedad.
Le ha entregado la educación pública, le ha entregado cargos políticos para ella y sus aduladores, le ha entregado impunidad. Y le ha entregado dinero, mucho dinero.
Y sellan su pacto oliéndose mutuamente el aliento hediondo, podrido.
Dan asco.
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