Michel Balivo (Tan lejos y tan cerca)
Afirmo a lo largo de mis artículos que a nivel de hechos las cosas son simples, se complican cuando comenzamos a pensar sobre el pensar, olvidándonos y abstrayéndonos de la vida que solo es posible en relación con el ecosistema que habitamos o en el cual somos. Entonces como dicen, los discursos, las palabras aguantan todo.
Pero el abismo entre lo que se puede realmente hacer y vivir y lo que se dice repetidamente y termina creyendo, es cada vez mayor. Con el pequeño detalle de que las leyes de vida no se creen ni ven afectadas por nuestras creencias y cuentos, pero nosotros si nos vemos afectados ineludiblemente por ellas las creamos o no. Por lo cual comienza a correr el tiempo en que nuestras creencias se estrellarán inevitablemente con los hechos.
Así sucede con el tema de moda de la libertad, que en principio aguanta todo lo que se quiera decir de él en la filosofía, en la politiquería, en las charlas de café. Aparentemente la sociedad moderna ideal es la del neoliberalismo, donde cada cual hace lo que se le da la gana. Pero también aquí está el pequeño detalle de que para poder darte esos gustos, necesitas ser el dueño de aquello sobre lo cual podrás ejercer tus deseos libremente.
En los hechos, el supuesto libre mercado ha terminado siendo una concentración de capital, bienes y servicios en manos de cada vez menos, con los cuales toda la sociedad está endeudada, resultando dependiente de sus caprichitos. La entelequia del libre mercado regulador ha venido entonces a mostrarse como los intereses de lo más vivos, de los que mejor han sabido jugar con las reglas de juego que ellos mismos iban imponiendo dada su creciente capacidad de presionar sobre representantes elegidos, productores, trabajadores.
Cuando tú concibes, implementas y controlas los planos e infraestructura por donde circulan las riquezas, es decir los frutos del trabajo, no es difícil deducir que puedes poner semáforos y desvíos donde lo desees y hacer circular todo el tráfico hacia donde tú quieras, mientras lo supervisas desde el circuito cerrado de televisión de tu cómoda oficina. Todo lo cual resulta invisible para los demás, del mismo modo que los vehículos circulan por una carretera o los inquilinos habitan edificios sin necesidad de conocer sus planos, tecnología ni infraestructura.
Cuando la infraestructura del Estado se fue experimentando con su normativa como una limitación para la libre circulación de los capitales corporativos, el libre mercado de los intereses de los menos, decidió que ya era hora de reducir su injerencia y comenzar a privatizar bienes y servicios de primera necesidad.
Entonces el Estado empezó a ser una superestructura burocrática e ineficiente, un monstruo prehistórico del que era necesario prescindir en beneficio de las maravillosas leyes que regulaban naturalmente el mercado por oferta y demanda. En consecuencia los representantes elegidos pasaron al libre mercado privatizado también, integrando la nómina corporativa, y el Estado fue completamente representativo, pero de los intereses privados.
Solo fue una consecuencia lógica del creciente abismo entre cuentos, discursos, representaciones y hechos concretos. Creencias y discursos que hoy se estrellan estrepitosamente con los hechos, cuando ya no podemos apretarnos más los cinturones sin estrangularnos y el dolor en el estómago ya se adueña de la tercera parte de la población mundial. Y no es para ir al baño.
Las miradas contemplan incrédulas el acontecer que irrumpe aceleradamente y sin pedir permiso, en el transcurrir de sus horizontes de hábitos y creencias. Una atmósfera de histeria con oscuras nubes de conflicto comienza a cubrir el cielo. ¿Cómo haremos ahora para alimentarnos si en el libre mercado los precios promueven monocultivos de soya transgénica, y todo grano útil para la fermentación se convierte en carburante para estómagos de metal?
¿Quién regulará la producción del agro según las necesidades alimenticias de cada población, si los gobiernos son de adorno y cada cual, (no los que quieren sino los que pueden), hace lo que se les da la gana? ¿Quién atenderá la salud si las patentes de los medicamentos son de las corporaciones y toda medicina se ha privatizado?
¿Cómo continuará la educación masiva, que solo tiene unas pocas décadas de existencia, en un mundo que cada vez más exige complejos manejos de conocimiento para poder operar sus sofisticadas tecnologías? ¿De qué nos servirá ahora, en estas condiciones, la libertad de hacer lo que se nos da la gana a los que nada tenemos ni podemos?
Pero vayamos un paso más allá aún y preguntémosle a los que aún defienden el libre mercado como la perfecta libertad social, personal. ¿A quién le venderán tu o tus hijos sus servicios, en un mundo donde la gente se muere crecientemente de hambre y las maquilas sustituyen toda seguridad y prestaciones sociales? ¿Y si no tienes a quién venderte, como comprarás? ¿Y si no puedes comprar ni vender en qué se convierte tu libertad?
Lo más paradójico de toda esta coyuntura o guerra avisada e inevitable, es que toma totalmente de sorpresa a todos los soldados. Porque ocupados como hemos estado en masticar sin digerir sueños y cuentos, no hemos tenido la oportunidad de enterarnos que vivimos en un modelo de mundo o sociedad planificada, cartografiada.
Así que cuando los mecanismos concebidos y puestos en marcha producen inevitablemente los efectos inherentes a sus tendencias desde el mismo principio, (tendencias que no son sino humanas intenciones, direcciones de acción disfrazadas de leyes naturales o divinas, es decir de determinismos dogmáticos), nos parece percibir que el mundo se volvió loco, cobró vida propia volviéndose incontrolable.
Cuando en realidad no se trata sino, de que toda dirección de hechos cargada por repetición en una dirección, (es decir todo hábito, inercia, tropismo), produce ineludiblemente sus frutos. Solo que los resultados no coinciden con lo que nuestros sueños y expectativas esperaban obtener, sino con la intención implícita en los planos, mapas y caminos diseñados para este modelo.
Alguien escribió, y nosotros repetimos como loritos que vivimos en una sociedad del conocimiento, que el conocimiento vale más que cualquier objeto. Pero no nos dijo quien disponía de tal conocimiento, ni mucho menos al servicio de quienes lo ponía. Por eso ahora nuestros hábitos y creencias resultan cada vez más inoperantes, menos eficientes.
Podemos repetirlos hasta el cansancio con la justificación de que hasta ahora resultaron, pero, ¿de qué sirve ir por agua al río que se secó o cerrar el corral de las vacas que ya no están? En Venezuela, también de forma inesperada irrumpió en el escenario público con extrañas propuestas, un militar al que la gran mayoría informados como estábamos por los vendedores masivos de información prefabricada, creíamos uno de tantos militares golpistas y brutos.
Montado en un viejo camión con un megáfono y comiendo cambures (bananas), porque no disponía de dinero para comprar otro tipo de alimentos, recorría los pueblos e invitaba a una asamblea constituyente para refundar un nuevo estado de democracia verdaderamente participativa.
Transmitía una inusual confianza en la gente de que podíamos lograr una forma de vida diferente, más satisfactoria y humana. Viendo ahora los videos, parecen irreales escenas sacadas de los Cien Años de Soledad de García Márquez. En todo caso hace ya más de nueve años que es presidente pese a toda la campaña de los que sí pueden pagarla y comer lomito.
Fue cuando comenzó a intentar llevar a la práctica, en los hechos, todo lo prometido en su campaña, que empezamos a abrir la boca y a desorbitar los ojos viendo toda la reacción corporativa que hasta entonces estoy seguro, que hasta él mismo desconocía en su intensidad y alcances.
A partir de entonces, golpe virtual de estado y sabotaje petrolero mediante por citar solo los menudeos, fue que pudimos comenzar a hilar retazos de la dirección de hechos imperante y desapercibida para las mayorías hasta entonces. Por eso es que hubo que implementar la Misión Mercal hace cinco años para que no nos mataran de hambre la gente hasta reducirnos a la impotencia. Hoy distribuye quince mil toneladas de alimento mensuales.
Pero nueve años después tuvimos que implementar PDVAL, con otras quince mil toneladas que alcanzan a cubrir ya la mitad de la población de menores recursos. Para ello tuvimos que establecer acuerdos con otros países productores, no solo para que nos provean, sino también para que nos transfieran tecnología y nos ayuden a producir, ya que importábamos el ochenta por ciento de los alimentos que consumíamos, éramos rentistas del petróleo.
Hoy ante el desabastecimiento mundial se debaten a nivel Latinoamericano, planes de producción y reservas de alimentos continentales para la ayuda solidaria entre todos los pueblos, especialmente los más pobres. Lo mismo estamos haciendo a nivel de salud y educación, apuntando a equilibrar las enormes asimetrías de posibilidades de desarrollo.
¿De qué otro modo podría hablarse de independencia y soberanías nacionales, cuando no se disponen ni controlan los recursos para satisfacer ni siquiera las necesidades básicas? ¿Es acaso posible en esta época de estrecha interdependencia del comercio global, hasta para los países más desarrollados, dejar todo en manos del libre mercado?
Las paradojas entre nuestros hábitos y creencias y los cursos de acción reales con los cuales nos estamos estrellando, nos van llevando a reconocer que las sociedades son organizaciones intencionales que el conocimiento va haciendo posible. Por lo cual sin acuerdo y colaboración solidaria entre intenciones, entre pueblos y/o naciones, la vida se dificulta crecientemente camino de imposibilitarse.
En consecuencia las supuestas sagradas e irreconciliables diferencias, superioridades y libertades entre personas, clases, géneros y pueblos, se evidencian dinámicas creencias que han de subordinarse, reconciliarse y complementarse en aras del imperio de los hechos imprescindibles para la supervivencia fáctica.
Dentro de esas paradojas imponderables para nuestro acercamiento intelectual y abstracto al mundo, está el surgimiento creciente de los llamados gobiernos progresistas. En realidad no son más que medianamente sensatos como para reconocer que con estómagos chirriantes no hay orden, independencia, soberanía, gobernabilidad, ni siquiera convivencia posible.
Por tanto dan marcha atrás en la pesadilla neoliberal, comienzan a estatizar o popularizar nuevamente materias primas y servicios esenciales, proponiendo una distribución o acceso crecientemente equitativo a lo indispensable para las mayorías discriminadas, excluidas. Eso es lo que provoca la intensa reacción de los intereses predominantes y comienza a hacer posible que nos enteremos de su arquitectura económica para poder neutralizarla.
La conclusión esencial de todo esto, es que lo que llamamos revolución, impone reglas totalmente diferentes a las conocidas y ejercitadas socialmente hasta ahora, porque actualiza la estructuralidad del ecosistema natural y humano, que se evidencia estrechamente vinculado.
No creo que sea necesario contarles sobre la alteración climática, la intensificación y aceleración de todos los fenómenos naturales como volcanes, ciclones y sismos. ¿Y dónde quedan los superhombres cuando la Pacha Mama les sacude el piso el tiempo suficiente pa´ que se le caigan sus ínfulas de omnipotencia? Seguramente de rodillas, temblando y pidiendo salvación al cielo.
No hay modo de revolucionarnos, de lograr una mejor calidad de vida, sin recordar, sin volver a comprender y sujetarnos a las leyes de vida que son integrales. Ni los seres humanos somos accidentes en un mundo natural insensible, ni los cuerpos son adminículos prescindibles para entidades espirituales que los dominan con las riendas del pensamiento abstracto.
Somos un ecosistema de funciones estructurales y simultáneas que por acumulación de experiencia y conocimiento, está como totalidad a las puertas del cambio que hasta hoy hemos apreciado y llamado mutación, sin lograr comprender ni explicar su origen. Lo que nos asusta y nos pone a reaccionar desbocadamente, es que sumidos en nuestros hábitos y creencias hemos descuidado, desatendido, perdido de vista, la dirección o tropismo acumulativo de hechos que hoy irrumpe poderosamente en nuestro horizonte inmediato, perceptual, corporal.
Por eso tensamos y aflojamos, empujamos y jalamos a contra ritmo, contradictoriamente, y los esfuerzos de unos chocan con los de los otros produciendo toda esta confusión. Sin embargo, estamos tan cerca del cambio como podamos verlo y tan lejos como las anteojeras de nuestras creencias habituales nos lo impidan.
Hay amigos que me dicen que estoy pintando la realidad de modos demasiado intensos, extremistas, difíciles de digerir. Yo les respondo repreguntando, ¿más difíciles que el dolor del hambre que golpea los cuerpos, más intensos que las ensordecedoras campanadas del tiempo que corren en reversa, más difíciles de digerir que las mentiras, traiciones y bajas intenciones?
Yo no dibujo en palabras puertas cerradas ni abismos, sin poner a su lado llaves y puentes. Y si así lo hago es porque he atravesado esas puertas y sorteado esos abismos, y desde mis mejores deseos intento compartirlos con aquellos que puedan necesitarlos y encontrarlos útiles en sus caminos de vida elegidos. De otro modo no pasarán de ser sino palabras vacías.
Me despido contándoles algunos detalles interesantes del método propuesto de elecciones internas a candidatos para alcaldías y gobernaciones del Partido Socialista Unido, (PSUV), en plena ejecución y prueba. Todos los miembros inscriptos, 5.700.000 pueden postularse al puesto que deseen simplemente accediendo a Internet o a puntos instalados en todas las Plazas Bolívar de cada municipio.
Se revisarán que todos los datos sean correctos y no haya ningún juicio inhabilitante pendiente. Luego habrá dos semanas para debatir con los batallones los proyectos que ellos mismos elaboraron en base a las necesidades de sus comunidades. No se permite ningún tipo de publicidad ni menosprecio de otros postulantes, solo los intercambios sobre las líneas de acción, que han de comprometerse a realizar. De ese modo todos tienen exactamente las mismas posibilidades, incluyendo los actuales representantes que vuelvan a postularse.
Finalmente el primero de junio el Consejo Nacional Electoral realizará automatizadamente las elecciones en que votan todos los más de 5.700.000 inscriptos. Los que ganen por más del 50% o en su defecto por más de 15% de su inmediato seguidor, accederán directamente a la candidatura. De los que no logren esa ventaja, se tomarán los tres primeros, entre los cuales la directiva del partido de cada estado decidirá según sus cualidades y desempeño. Directiva del partido también elegida, como su presidente, por las mismas bases.
Da la impresión de que luego de décadas y centurias de pensar, escribir y hablar de democracia, algunos se han decidido a correr el riesgo de ponerla en práctica y sujetarse a las decisiones de su pueblo, comprometiéndose a ejecutarlas o abandonar el cargo para el que no se demuestran por uno u otro motivo capaces.
En nuestra época de paradojas, esto desencadena un bombardeo de mentiras, descalificaciones y negros augurios de apocalípticos futuros de la oposición. De los que hasta ahora jugaron al “hecha la ley hecha la trampa” y solo nos dejaron por recuerdo un collar de promesas incumplidas.
Dentro de unos pocos meses veremos entonces cuan efectivo ha sido el ejercicio democrático participativo desarrollado en estos nueve años. Cuantos amantes desengañados deciden reincidir en los viejos e insatisfactorios cuentos que solo nos dejan el vacío por delante, y cuantos han decidido por sanidad mental poner distancia con esas prácticas, arriesgándose a enfrentar el temor que todos experimentamos a intentar por libre decisión, nuevos modos de hacer lo que siempre hemos hecho.
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