Jorge Camil
La burbuja petrolera
Acaba de reventarse la burbuja financiera con la crisis de las hipotecas de alto riesgo, conocidas en la banca como “hipotecas subprime”.
Ocho años antes, en 2000, había estallado la burbuja de las compañías “punto com”. Ésta arrasó con los ahorros de miles de inversionistas de clase media que confiaban en la tecnología para retirarse como millonarios a jugar golf en Miami y Palm Beach. Boom and bust (auge y estallido) le llaman los economistas al ciclo periódico de expansión y recesión que caracteriza el desarrollo de la economía global. Sólo que ahora, el vendaval ocasionado por el estallido de la burbuja de las hipotecas de alto riesgo amenaza con llevarse en su cauce a la economía mundial.
Decenas de bancos europeos y estadunidenses están al borde del colapso, y el “efecto dominó” está afectando no solamente a los bancos de inversión que colocaron los préstamos hipotecarios, sino a las compañías aseguradoras y fondos de pensiones que compraron el papel comercial generado por una inversión que se consideraba “segura”. Esta vez, predice George Soros en The new paradigm for financial markets (Nuevo paradigma para los mercados financieros), el auge fue ocasionado por una expansión inusitada del crédito, dentro de una “superburbuja” que duró más de 25 años, y al estallar nos sumió en la peor crisis financiera desde 1930.
Soros no está solo. Stephen Leeb, autor de The coming economic collapse (El colapso económico que viene), predice que el petróleo alcanzará la cifra de 200 dólares por barril en 2010, y cuestiona el nivel de las reservas petroleras mundiales. Leeb, un acucioso analista de la industria petrolera, está sorprendido de que, no obstante un declive de 30 años en las utilidades de las compañías exploradoras, y la reducción persistente en la producción petrolera en países fuera de la OPEP, las autoridades mundiales continúan asegurándonos que el aumento escandaloso en el precio del petróleo es temporal; que existen reservas ilimitadas, y que la producción continuará creciendo por encima de la demanda el resto de nuestras vidas.
“Los expertos rara vez se equivocan”, dice Leeb refiriéndose a la crisis que se avecina. El problema es que la mayoría continuamos confiados en la sabiduría y honorabilidad de nuestros gobernantes. Después se pregunta: “¿Por qué una amenaza tan grave no aparece en las primeras páginas de todos los periódicos? ¿Por qué los gobiernos y la industria no han tomado medidas inmediatas para evitar la crisis?” En ese contexto me pregunto: ¿Por qué las primeras páginas de nuestros periódicos, en vez de enfocarse en esta crisis inevitable (el inminente estallido de la burbuja petrolera) están dedicadas a reportar el golpeteo político de la supuesta “reforma energética”? ¿Y por qué, en vez de rasgarnos las vestiduras con el tema de la soberanía, no abrimos un debate público con expertos internacionales para comprobar la veracidad de las reservas mexicanas: existe en verdad el tesorito?
La historia muestra que todas las caídas estrepitosas de los mercados de valores han sido precedidas por alzas en el precio del petróleo. ¡Y el actual ha alcanzado 140 dólares por barril! (lo que indica que la predicción de 200 dólares podría cumplirse antes de que termine la década).
Desde 1973 Estados Unidos consume cada vez más petróleo extranjero que nacional. ¡He ahí el origen de la codicia por el petróleo mexicano! ¿Qué sucedería si permitimos la incursión de las voraces compañías internacionales y el tesorito resultara únicamente una realidad en la imaginación de Felipe Calderón y sus asesores? En ese supuesto, estaríamos entregando nuestras reservas probadas, que no son ilimitadas, para apaciguar la crisis coyuntural de Estados Unidos. ¡Hagámosle la vida fácil a George W. Bush como regalo de despedida!
La situación es tan desesperada que algunos legisladores estadunidenses recomendaron la semana pasada demandar a la OPEP para obligarla a aumentar la producción. ¿Por qué se aprobó finalmente la Iniciativa Mérida? Porque las reservas de los países árabes están declinando, en un momento crucial en que la guerra de civilizaciones arrecia y los gobernantes de Arabia Saudita han comenzado a tomar conciencia de que las reservas de este valioso recurso deben ser utilizadas para crear fondos de contingencia para un futuro desarrollo económico que no dependa del petróleo.
Leeb menciona que un estudio realizado en 1998 asegura que las reservas petroleras de Arabia Saudita, así como las de Irak e Irán, están exageradas, y son altamente sospechosas. Arabia Saudita tenía reservas probadas de 110 mil millones de barriles en 1979, y desde entonces ha extraído 60 mil millones. ¿Ha visto la película Syriana de George Clooney? Ahí se revela en forma descarnada la lucha entre la codicia de algunos gobernantes árabes, empeñados en vender todo el petróleo que puedan para llenarse los bolsillos, y aquellos que favorecen una producción ordenada, y la utilización de los recursos para promover el desarrollo económico de países que no tienen otra forma de vida. ¿A qué bando pertenece México?
sábado, mayo 31, 2008
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