Barómetro Internacional
Fernando Lugo acabó con el dominio del Partido Colorado en Paraguay.
Por Jorge Zárate (Revista Emeequis)
Un obispo condenado por el Vaticano, defensor de la Teología de la Liberación, ese movimiento que tanto incomodó a la Iglesia católica en los sesenta y setenta. Un abogado de los pobres. Eso era Fernando Lugo antes de contender por la Presidencia de Paraguay, ganar y poner fin, así, a seis décadas de control político del Partido Colorado, el último partido de Estado en Latinoamérica. El discurso que lo llevó a la victoria, y que ha obligado al mundo a mirar hacia a ese país de 6 millones de habitantes, está enfocado en la justicia para los indios, en reformar la Constitución, en exigir que Brasil y Argentina paguen el precio justo de la energía que compran a la pequeña nación, y en una Reforma Agraria Integral para más de 300 mil campesinos sin tierra. Lugo, el hombre que venció al casi invencible Partido Colorado, ha venido a colocarse como otra pieza en el tablero de la izquierda en Sudamérica.
Asunción, Paraguay.
-¿Moo jahata, Fernando? —preguntó el que manejaba.
— ¡Al Palacio! —dijo con una carcajada Fernando Lugo, la bocaza abierta, los ojos que empequeñecen al aumento de los lentes.
La anécdota ayuda a saber que el obispo supo leer lo que ocurrió aquel 29 de marzo de 2006. Había concluido la marcha contra la impunidad, donde unas 30 mil personas encontraron en él un vector para canalizar las históricas broncas por los atropellos a los derechos humanos, por el robo sistemático del Estado, por la mafia que siempre anda rondando detrás de todo en este país, por todo lo que representa el Partido Colorado en el imaginario opositor.
Si la Asociación Nacional Republicana (ANR), nombre oficial del Partido Colorado, llevaba 61 años en el poder y lo esgrimía como algo imbatible, había idéntica cantidad de años de injusticia que podían convertirse en el combustible de su caída.
"Es posible", se dijo en el momento preciso en que nacía un líder.
Al ver la movilización, la misma frase habría pasado por la cabeza del saliente presidente Nicanor Duarte Frutos mientras un rictus amargo, que ya no lo abandonará, se instalaba en su rostro.
Pero todavía, días, horas antes de las elecciones de este domingo 20, Duarte había soltado los amarres del miedo por todo el país. Había profetizado, para contener el triunfo de Lugo, que si ganaba el obispo habría atentados terroristas contra gasolineras y que los asaltos a los comercios se desatarían y que "la paz", su paz de 61 años, estaría en peligro. De esto, para desgracia de dichas profecías, nada pasó.
Lugo había logrado lo inesperado. No solamente derrotar en las urnas de manera amplia —más de 40 por ciento de los votos, 10 puntos por encima— a la candidata del Partido Colorado, Blanca Ovelar, sino además, hacerlo sin huellas de violencia, sin incidentes.
Fernando Lugo Méndez es hijo de colorados que militaron en la corriente interna de su tío, Epifanio Méndez Fleitas, que fue perseguido y obligado al exilio por el tirano Alfredo Stroessner (1954/1989). Su padre, Guillermo Lugo, fue al menos 20 veces a la cárcel, dos de sus hermanos debieron ir al exilio, y él no pudo ingresar al Colegio Militar como pretendía por portación de apellido.
Vio sufrir a propios y ajenos desde muy joven.
Se ordenó sacerdote en 1977 y viajó al Ecuador en esas épocas oscuras de la injusta América Latina, años de tiranías, de dictaduras militares y guerra sucia. Viviendo aquello sintió que la Teología de la Liberación era un aliciente para soñar que algún día no habría más tanta pobreza en el continente.
Esa fuerza lo trajo de regreso a Paraguay, a San Pedro, donde los latifundios ganaderos y sojeros —30 mil hectáreas, 50 mil hectáreas— siguen campantes mientras los campesinos pobres no tienen tierras para cultivar.
Fue obispo desde 1994 hasta el 11 de enero de 2005, cuando Juan Pablo II le aceptó la "renuncia".
Quejas de que Lugo apañaba las ocupaciones de tierras de los campesinos, que instruía a sus dirigentes, quejas y más quejas de los dueños, de la oligarquía que gobierna Paraguay, donde 1.7 por ciento de los propietarios tiene más de 75 por ciento de las tierras, donde 20
por ciento de la población se queda con más de 60 por ciento de la riqueza.
Quejas en un país donde en este momento hay por lo menos 300 mil campesinos sin tierras. Alta la cantidad si consideramos que de los 6 millones de habitantes que tiene Paraguay, poco más de la mitad está en las ciudades y el resto, en el campo.
La Salida.
Se ordenó sacerdote el 15 de agosto de 1977 y al poco tiempo ya estaba dando misas y enseñando en Guaranda y Echeandía, en Ecuador. Se encontró con la Teología de la Liberación y con monseñor Leónidas Proaño, "el obispo de los pobres" de los Andes ecuatorianos.
A partir de ese año en que se ordenó sacerdote siempre tuvo claro al lado de quién debía estar: "Lo mío es la opción pastoral por los pobres".
En 1982 volvió a Paraguay para quedarse hasta 1983, año en que viajó a Roma para realizar estudios de espiritualidad y sociología. Se graduó en 1987, regresó y comenzó a vincularse con los grupos que exigían la caída de la dictadura.
En 1994 Lugo fue nombrado obispo de San Pedro, cargo que mantuvo hasta el 11 de enero de 2005, cuando Juan Pablo II acepta su renuncia. Entonces pasa a ser obispo emérito de la diócesis de San Pedro.
Benedicto XVI se encargaría en 2007 de suspenderle a divinis, es decir, se le prohibió administrar algunos sacramentos y enseñar doctrina.
El Vaticano no ha hecho declaración alguna sobre el triunfo político del obispo. "Yo me pongo a disposición de la decisión que tome el Vaticano como hijo de esta Iglesia. Quiero pertenecer a esta Iglesia que tanto amo, pero busco una salida de consenso", ha dicho Lugo respecto al silencio de la cúpula católica.
En marzo de 2006 impulsó la organización de Resistencia Ciudadana, que agrupó a los principales partidos políticos de la oposición, las cinco centrales sindicales y más de un centenar de asociaciones civiles de Paraguay.
Con el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) negoció la llamada Alianza Patriótica para el Cambio (APC) que acaba de derrotar al último partido Estado que quedaba en Latinoamérica.
El regreso.
Diagnosis paraguaya (1965) y Lo histórico y lo anti-histórico en el Paraguay (1976) son obras de Epifanio Méndez Fleitas que se editaron en Argentina. Quienes las leyeron aseguran que en esas obras se puede entender, de alguna manera, que Fernando es una suerte de regreso, de revancha de la sangre.
Dice Epifanio en El drama histórico del Paraguay: "...la tiranía vitalicia de Stroessner no es un parásito del aire; entronca en la política paraguaya como la estaca que echa raíces en la tierra y genera nuevas ramas. No es un injerto".
Y agrega: "Desde su adscripción al imperio español (Irala, 1537-1556), pasando por el apogeo colonial (Hernandarias, prácticamente de 1592 a 1621), hasta el alumbramiento y el cenit de la Independencia (Francia, 1813-1840; Don Carlos, 1841-1862; y Solano López, 1862-1870), el Paraguay ha sido gobernado intermitentemente por poderes vitalicios, aunque no despóticos. Por eso no cabe parangonar con ellos el de Stroessner, pero son precedentes y se prestan a equívocos. Alguien dijo que «la historia se repite: una vez como drama, y en la reprise, como comedia» [...] Los regímenes de Francia y los López son el drama; el de Stroessner, la comedia".
Increíble. "Es la novela latinoamericana, es como en Cien años de soledad", resume el pintor Jorge Buman tomando mate con este cronista, contándole un sueño.
Entre Hugo Chávez y Lula Da Silva.
Fernando Lugo acaba de consagrarse presidente, es domingo 20 de abril y habla en la histórica esquina de Palma y Chile, frente al Panteón de los Héroes.
Insiste con las ideas de pluralidad e igualdad. Lo diverso contra lo uniforme. Sabe que no hay otra salida.
El principal aliado, el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), al que sólo ven de centro los que están muy a la derecha, tendrá 14 de los 48 senadores, en tanto que los aliados de izquierda sólo serán un senador del Partido Movimiento al Socialismo y uno del Movimiento Popular Tekojojá, contra los 18 colorados, ocho del Unace del polémico Lino Oviedo, y tres de Patria Querida.
Algo parecido le ocurrirá en diputados cuando el Tribunal de Justicia Electoral termine de contar los votos, para saber cómo finalmente se distribuyen los 80 diputados, aunque se estima que también habrá una primera minoría colorada, una segunda liberal, y después siguiendo el orden que se dio en senadores.
Vale considerar también que a los problemas que habrá para hacer aprobar una ley en el Congreso, Lugo deberá enfrentar a un Poder Judicial controlado por colorados, así como un aparato burocrático de alrededor de 200 mil empleados públicos que en su mayoría son afiliados a la ANR.
El PLRA lo ayudará en el reclamo por la renegociación de los leoninos contratos de las represas hidroeléctricas de Itaipú y Yacyretá por la que los vecinos Brasil y Argentina le quitan a Paraguay alrededor de 2 mil millones de dólares por año.
Esta suma podría cambiar drásticamente la situación de pobreza del país.
Se desconoce cómo reaccionará el PLRA ante el plan de Reforma Agraria Integral que prometió Lugo.
"Respetaremos la propiedad privada", viene repitiendo su vicepresidente electo, Federico Franco. Paraguay casi no tiene tierras fiscales, la única forma de hacer reforma es expropiar o aplicar fuertes impuestos a las tierras improductivas, cuestión que el pequeño Estado paraguayo no tiene capacidad de controlar.
"Soy una línea media entre Chávez y Lula", se define el ex obispo y se pregunta: "¿Por qué no puede ser una línea intermedia, la de Fernando Lugo? Paraguay tiene que hacer su propio proceso. Creo que hoy en América Latina no hay paradigmas comunes unificados".
Es posible que asuma antes del 15 de agosto, fecha prevista para el traspaso de mando, porque el presidente Duarte Frutos necesitará tomar su banca de senador el 1 de julio, dada la debilidad en la que quedó después de las elecciones.
Es posible que llame a una reforma constitucional que establezca un escenario superior de derechos electorales y políticos. Tres objetivos casi imposibles: reforma constitucional, renegociación y Reforma Agraria Integral, que no serán de fácil acceso.
¿Cómo hacerlo?
¿Cuál es el camino?
Alguien le vuelve a preguntar en guaraní:
—¿Moo jahata, Fernando? (¿Hacia dónde vamos, Fernando?)
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