Julio Hernández López
Ebrard, el tiempo en contra
Felipe, pícher de izquierda
Marcelo Ebrard está en presionada vía de tomar una “decisión honesta” respecto a la permanencia o despido de Joel Ortega, el jefe de la policía capitalina que ayer fue acusada por el procurador de Justicia de la misma jurisdicción, Rodolfo Félix Cárdenas, de cometer cuando menos 19 errores que provocaron la muerte de 12 personas en una discoteca y una crisis política que por sí misma y por avivamientos partidistas ha alcanzado al jefe del Gobierno de la ciudad de México.
En realidad, MarCebra (horizonte con franjas blancas y negras) no parece tener mucho espacio disponible para intentar la conservación de Ortega en su cargo. De hecho, entre más tiempo lo sostenga más riesgos correrá de que las llamas políticas –las genuinas y las inducidas– alcancen su investidura que hasta ahora ha podido mantener más o menos a salvo con declaraciones y actitudes de solemnidad, pero sin verdadera profundidad. La habilidosa hechura política de Manuel Camacho sabe que si él no toma la decisión de cesar a Ortega le estará regalando a Felipe Calderón la posibilidad de dar un golpe efectista que muestre al ocupante de Los Pinos como enérgico defensor de la seguridad de los capitalinos que, por añadidura, tiene la facultad constitucional de nombrar a quien desee en la secretaría local de Seguridad Pública.
El episodio de News Divine ha sido ya adjuntado al expediente de guerra electoral con que el panismo pretende recuperar terreno en 2009 en la capital del país, hasta ahora aplastantemente dominada por un perredismo al que los blanquiazules pretenden cobrar el plantón de Reforma y el Zócalo y, ahora, el uso de fuerzas represivas contra jóvenes a quienes se castiga criminalmente y se exprime económicamente mediante redadas a pagar en barandillas o mediante clásicas “mordidas”. Ebrard ha de tomar en cuenta también, en sus cálculos políticos con crespón negro, que su figura estará asociada en el futuro con incidentes policiacos fatales. Otro contribuyente de mal gusto a la desgracia nacional ha sido el jefe delegacional Francisco Chiguil, quien ayer tuvo la insensatez de hacerse acompañar a una comparecencia ante la asamblea legislativa capitalina por grupos de porristas en su favor que quiso hacer pasar como espontáneos ciudadanos deseosos de “defender” a su adorado líder en peligro.
En otra decisión honesta del día, el derechoso lanzador Calderón se mostró ayer como consumado izquierdista. Desde un montículo campechano de campo de beisbol disparó de zurda una pelota con pretensiones de ponche para algún bateador tabasqueño que suela hacer altos en sus trayectos de carretera para incorporarse a algún juego llanero. El pícher Felipe ya había dado muestras de uso de la mano siniestra un día atrás, cuando, convertido casi en una versión blanquiazul de Luis Echeverría, defendió el papel rector e interventor del Estado ante los desajustes del mercado, todo ello frente a ministros de hacienda del continente, en especial del estadunidense, que a su vez se permitió la libertad de criticar los controles de precios en general, sin precisar que se refería a los que el michoacano ha impuesto de manera selectiva, ansioso por aparentar que algo hace contra la inflación, en productos que no son de consumo popular.
El cambio de perfil del ambidiestro de Los Pinos también fue perceptible en la obligada caminata entre la selva que parte de su equipo de avanzada realizó en un tramo de Candelaria a Escárcega, en Campeche, a causa del bloqueo carretero que instaló un grupo de manifestantes. Pretendiendo encontrar atajos a la historia (es decir, a lo que allí sucedía, no a la Historia con mayúsculas), militares, asistentes civiles y empleados de comunicación social de Los Pinos se fueron por brechas en las que los automotores se estancaron y ¡oh, guerrilleros con sello de recibido y tres copias tamaño oficio, pícheres transformados en cácheres! entonces debieron caminar a pie, entre el fango y la humedad, hasta llegar a su burocrático destino donde, en uno de los emotivos actos, Felipe del Sagrado Corazón de Jesús terminó uno de sus discursos con un “¡que Dios los bendiga!”, al meritito estilo Fox.
Astillas
Yarid Díaz Bustos recuerda que se han cumplido ocho meses del grave accidente en la plataforma petrolera Usumacinta, ubicada en la sonda de Campeche, donde murieron 21 trabajadores y dos están desaparecidos: “Ya nadie se acuerda de eso, y eso que dijeron que se iba a hacer justicia, cayera quien cayera. Calderón dijo que se indemnizaría a los familiares de los muertos, y a la fecha no les han dado nada. Entonces, el ruido por lo de la disco en la ciudad de México, pues... una vez más creo que los panistas son unos validos de la ocasión, esto sin disculpar las corruptelas y los abusos de autoridad del Gobierno del DF”... ¡Hasta mañana, con Napito nuevamente atorado por la secretaría de lo zano!
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