miércoles, julio 16, 2008

Aniversario bueno para Uribe y malo para Brown

Barómetro Internacional

Por Isaac Bigio

El 4 de julio es el aniversario de EEUU y también del natalicio del presidente colombiano. Para dicha fecha ambos recibieron como regalo de cumpleaños el éxito del operativo que más ha golpeado a la mayor guerrilla sudamericana en su historia. En cambio, una semana antes Gordon Brown cumplió el 27 de junio su primer año como primer ministro del Reino Unido recibiendo en la víspera un terrible presente: su partido laborista apenas sacó el 3.1% en los comicios parlamentarios de Henley. Mientras el líder del nuevo liberalismo latinoamericano está en su clímax, supera el 80% de popularidad y quiere revertir el declive de la derecha dura en Norte y Sud América, el arquitecto del modelo económico del nuevo laborismo se ha convertido en el gobernante más impopular que jamás antes haya tenido la centroizquierda británica. ¿Porqué tales contradicciones y cuáles son las perspectivas para el mundo?

Los dos grandes aliados de Bush

Si el gobierno británico ha sido el mayor aliado de Bush en Europa, el de Uribe lo ha sido en América Latina. Ambos han sido paladines en sus respectivos continentes de todas las intervenciones militares que EEUU ha hecho en Afganistán e Iraq.

Los dos, igualmente, han expresado modelos políticos de largo alcance aunque con distinto contenido. El ‘nuevo laborismo’ (quien llevó a Blair y Brown al poder en 1997) expresaba al ala de la socialdemocracia mundial que pretendía enterrar el pasado ‘socializante’, estatista y keynesiano de ésta para aceptar el modelo monetarista creado por Thatcher, al cual buscaba tan solo remozarlo con mayor descentralización político-administrativa y una política más social.

El uribismo, quien ha ganado ampliamente dos elecciones consecutivas desde el 2002, busca consolidar y extender un modelo económico tipo Thatcher pero superando la debilidad de un sistema bi-partidista incapaz de contener a la guerrilla e imponer una suerte de cesarismo en el cual haya un presidente que concentre mucho poder y que use la mano dura para derrotar a la longeva subversión y dar paso a un sistema que de seguridad e incentivo a las inversiones privadas.

Tanto el ‘nuevo laborismo’ de Blair y Brown como el ‘nuevo liberalismo’ de Uribe terminaron siendo arrinconados en su propia región. Desde que Uribe llegó a la presidencia colombiana él ha visto ver como Chávez se ha ido radicalizando y como aliados suyos han ido llegando al poder en Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Paraguay, mientras que Brasil, Chile, Perú, Uruguay, Guatemala, Costa Rica, Panamá, Haití y República Dominicana tienen gobiernos social democráticos. A Brown le ha pasado lo contrario pues en el oncenio que él ha sido el número dos y luego el número uno de su país, él ha visto como la derecha ha remplazado en el poder a sus camaradas en países tan claves como Alemania, Francia e Italia.

Tanto Uribe como Brown ven como el gran amigo suyo que les une (Bush) se ha convertido en uno de los presidentes más impopulares de la historia de EEUU mientras que las encuestas muestran que el candidato más probable a remplazarlo en la Casa Blanca sea el centrista Obama.

El hecho que la mega-potencia gire de tener un gobierno de derecha halcona a uno que de más énfasis en la diplomacia del diálogo y en hacer concesiones sociales y multi-étnicas internas es algo que podría servir de aliento a los llamados ‘progresistas’ (cuyo eje mundial es impulsado por Clinton y Blair-Brown).

Empero, curiosamente, el declive del bushismo va de la mano con el ascenso de quien más le imita en las Américas (Uribe) y con el desplome del principal gobierno que tiene la internacional socialdemócrata en el mundo (Brown).

¿Por qué tal contradicción?

Tanto América Latina como Europa van en caminos diferentes. La primera región ha venido transitando desde los ochentas por medio del sendero del ‘consenso de Washington’ habiendo ido desmoronando el proteccionismo para dar paso a la privatización y liberalización de sus economías. Tras esas re-estructuraciones hubo un despegue pero también un agravamiento de la brecha entre ricos y pobres.

De allí que en esta década han venido creciendo no quienes buscan liberalizar aún más a una economía ya de por sí muy abierta y des-regularizada, sino quienes buscan aminorar la polarización social y plantean que el Estado vuelva a jugar cierto rol en disminuir las desigualdades.

Europa, en cambio, aún tiene muchos elementos del estado de bienestar social creado especialmente después de la II Guerra Mundial para paliar al peligro soviético. Una vez que el bloque ‘socialista’ se desplomó y que los empresarios europeos exigen más concesiones para poder competir en la globalización es que hay una tendencia hacia ir recortando beneficios sociales y laborales para dar paso a una mayor des-regularización de la economía.

Si en Europa oriental se desmanteló a la economía estatizada y planificada, en la occidental la derecha quien tiene hoy la iniciativa reclama reducir el gasto social y la inmigración y dar aliento a la inversión privada para poder competir mejor en el mundo.

El declive del nuevo laborismo

Cuando el laborismo llega al gobierno en Mayo 1997 el conservadurismo se encuentra en crisis y desgastado tras 18 años en el poder. Blair no ofrece el retorno a las nacionalizaciones y a las concesiones a los sindicatos sino una versión modernizada del thatcherismo que esté más acorde a la Unión Europea y que se distancie del euro-escepticismo de muchos ‘tories’ que perdían el apoyo de capas medias y empresariales filo-europeas.

El ‘nuevo laborismo’ les decía a estos sectores que ellos eran los mejores en poder preservar el modelo monetarista pues los conservadores estaban desprestigiados y llenos de muchos prejuicios anti-europeos mientras que ellos sí podrían convencer a los sindicatos a aceptar tales reformas y al IRA para que se desarme y se integre a un gobierno en Irlanda del Norte. A la izquierda le chantajeaban diciendo que si se atrevían a cuestionar a Blair y luego a Brown corrían el riesgo de lograr que al final los ‘tories’ les remplacen.

Empero, el laborismo, quien ya sufría desgaste tras la guerra de Iraq o su derrota en Escocia, se va desplomando a medida que va creciendo el crash económico.

Brown pudo haber contenido su caída si él hubiese llegado al gobierno mediante consultas populares. Pero, primero él impidió que otro candidato compitiese contra él en las internas por la jefatura de su partido laborista y luego él no se atrevió a adelantar las elecciones generales cuando las encuestas le daban en su primer trimestre en el poder diez puntas por encima de su rival. Esto último no hizo pensando que él ganaría las elecciones pero a riesgo de reducir la amplia cuota de parlamentarios que detenta el laborismo.

Este déficit democrático sumado al destape de nuevos escándalos y al inicio de una nueva crisis (quiebra del banco Northern Rock) van corroyendo a un gobierno. El primero de mayo son las primeras elecciones que confronta Brown, un premier que llegó al poder sin haber ganado como tal ningunos comicios. Allí su partido sale tercero en las municipales de Inglaterra y Gales (cosa inusual en un partido que casi siempre ha quedado entre los dos primeros puestos) y pierde por primera vez la alcaldía capitalina. Luego hay dos elecciones en dos distritos parlamentarios en las cuales el laborismo cada vez saca peores porcentajes.

Por otra parte, el conservadurismo se ha remodelado. Ya no es el antiguo partido basado en la hostilidad a Europa y a los inmigrantes, sino uno que busca un giro hacia el centro y el ecologismo, más afín a la derecha moderada sueca.

De esta manera el nuevo laborismo ha perdido el apoyo de la ‘Inglaterra del medio’ mientras que ha enajenado a sus propias bases sociales históricas. Con ese ritmo tiende a ser desplazado del poder en el 2,010 y los conservadores ya se sienten ganadores, a punto que sus municipios están instruidos a no obedecer muchas órdenes del gobierno central.

El nuevo laborismo cumplió el rol de garantizar el nuevo modelo thatcheriano y evitar que éste sea removido por la izquierda. Hoy, tras haber eliminado toda posibilidad de que hayan fuerzas ‘socialistas’ que busquen trastocar a éste, permite que los conservadores se re-vitalicen y se preparen para volver al gobierno.

El ascenso del uribismo y el declive de la guerrilla

Ciertamente que Uribe representa un modelo distinto al del resto de su región. Sin embargo, esa particularidad se debe, en parte, al hecho que Colombia es el único país del hemisferio que aún tiene una guerra interna (y, además, que lleva unas seis décadas).

En los otros países donde hubo una larga insurgencia izquierdista (como Guatemala, El Salvador o Perú) la derecha logró legitimidad expresando el proyecto de aplastar a la violencia subversiva con mayor dosis de intervención militar y con un modelo que ofrecía seguridad e incentivos al capital privado.

El único partido pro-Bush del hemisferio que ha logrado hacer elegir 4 presidentes sucesivos es la ARENA de El Salvador (fuerza a la que antes la izquierda tildaba de ser una pantalla del paramilitarismo). En Perú el rechazo al senderismo es un factor clave que ha logrado hacer que Fujimori y los 3 presidentes que le han seguido mantengan un similar modelo económico-político. En Guatemala Alvaro Colom se convierte en el primer mandatario centro-zurdo tras que la lucha anti-subversiva benefició a los conservadores.

En Colombia las FARC pueden reclamar tener 44 años de vida, unos 10,000 hombres y tener presencia en la mayor parte de los departamentos de dicha república, pero nunca llegaron a tener el apoyo que en su momento consiguieron los sandinistas en Nicaragua, los farabundistas en El Salvador o los zapatistas en México.

Hoy, sin embargo, han ido perdiendo la mitad de sus efectivos y mucho apoyo social. En cierto modo han ido cometiendo errores parecidos a los de Sendero Luminoso en Perú. Las FARC y SL son las únicas guerrillas campesinas latinoamericanas que se reclamaron lideradas por un partido comunista y que se financiaron fuertemente gracias a la producción y el comercio de la coca.

Los vínculos con el narcotráfico a ambas les rindieron dividendos materiales pero a costa de minarlas en su prestigio. A diferencia de Sendero, las FARC no han atacado a los sindicatos y al resto de la izquierda así como a las embajadas de gobiernos ‘rojos’. Los discípulos de ‘Tirofijo’ también han logrado mayores raíces sociales y bases armadas que los de ‘Gonzalo’.

Empero, las FARC han perdido credibilidad por sus prolongados secuestros y sus vínculos con la narco-economía. El mantener rehenes por largo tiempo y en condiciones tan terribles al final termina haciendo que la guerrilla sea la que realmente quede ‘secuestrada’ pues aparece como un ente cruel y que, al mismo tiempo, tiene como norte ya no tomar el poder sino producir canjes de prisioneros o nuevos acuerdos.

Ante tan prolongada violencia en Colombia y ante la incapacidad de la guerrilla de presentarse como alternativa real de recambio, Uribe se plantea como el hombre que sí podría pacificar al país y así hacerlo crecer. Para ello se le debe apoyar en derrotar a la subversión.

Uribe y las lecciones de Fujimori

Hoy en día Fujimori es el único ex presidente del mundo quien fue extraditado a su propio país donde se le juzga. A pesar de su actual impopularidad, él llegó a ser una ficha clave en lograr derrotar a la principal guerrilla latinoamericana (después de la colombiana) y en ayudar a que la región vire hacia los Tratados de Libre Comercio.

El gobierno colombiano post-2002 mucho se ha inspirado en el del Perú de 1990-2000. Al igual que Fujimori, Uribe se ha consolidado presentándose como el campeón de la guerra anti-terrorista. Cada victoria que impone contra la subversión refuerza su argumento en pro de un Estado fuerte que se retire de la economía para concentrarse en la seguridad y el espionaje.

Como Fujimori Uribe no ha querido basarse en partidos tradicionales, siempre crea y re-crea siglas en torno a su figura y busca re-elegirse forzando las constituciones y dando paso a una suerte de cesarismo.

Hasta el momento Uribe ha buscado evitar caer en errores que cometió Fujimori. El se ha cuidado de no tener un Montesino a su lado, aunque sus detractores le acusan de que gran parte de su movimiento está lleno de paramilitares. También no ha lanzado los tanques contra los poderes legislativo y judicial ni ha hecho un auto-golpe, cuestiones que le quitarían legitimidad y que le aislarían en un continente que se torna hacia la centro-izquierda. Igualmente su actitud ante la izquierda es distinta. Si Fujimori nunca quiso dialogar con los insurgentes y marginó a la izquierda, Uribe negocia con guerrilleros y tolera una alcaldía capitalina de izquierda.

Mientras Uribe vaya derrotando a las FARC y estabilizando a su país él podrá seguir siendo popular. Paradójicamente, una eventual victoria suya en otra elección o una derrota total de la guerrilla podría conducir a que él pueda ser remplazado en el poder.

Con un tercer mandato Uribe entraría al club de los presidentes que mucho se desgastan y que puede seguir la ruta de Porfirio Díaz en México 1911, de Alfredo Stroessner en Paraguay 1989 o de Leguía en 1930 y Fujimori en el 2000 en Perú de quedar siendo derrocados ya sea por un alzamiento militar o uno de masas.

Una victoria sobre la guerrilla podría crear una nueva correlación de fuerzas y la necesidad de un nuevo tipo de gobernante.

El desplome de Brown y el ascenso de Uribe

Tanto Brown como Uribe cumplen constitucionalmente sus mandatos en el 2010. Mientras en Reino Unido un gobernante puede ser eternamente re-electo por el parlamento, en Colombia la constitución veta una re-elección presidencial.

Empero mientras Brown apunta a ser derrotado en las siguientes elecciones, Uribe quiere forzar a que se convoquen unas nuevas.

El rol que entre tanto tienen ambos gobiernos es diferente. Ambos confrontan el inicio de una fuerte crisis económica generada en EEUU, pero que, por el momento más golpea a Europa. Ambos deberán llevar a cabo medidas impopulares planteando ‘sanear la economía’.

Mientras Uribe puede darse el lujo de aplicar éstas con cierta autoridad (pues su imagen se potencia con la derrota de las FARC), Brown se desgastará tal vez aún más.

Mientras Brown expresa el fin del ‘nuevo laborismo’ y de la ‘tercera vía’ a nivel mundial, Uribe representa la esperanza de los nuevos halcones que acaban de llegar al poder en potencias como Francia e Italia. Es más, Uribe puede ser una buena carta para que McCain gane argumentos en pro de hacer que la mega-potencia expanda su política de firmeza e intransigencia en la guerra ‘antiterrorista’ global.

La debacle de Brown viene acentuando dentro de su partido laborista a quienes proponen que es hora que éste cambie su rumbo tan ‘derechizante’ para volver a hacer concesiones a los sindicatos, así de quienes, mas bien, le acusan a Brown de haber frenado las reformas liberalizantes que Blair quería llevar a cabo.

El fin del ‘nuevo laborismo’ también incentivará a aquellas corrientes que acusen a la chilena Michelle Bachellet o al peruano Alan García de haberse distanciado del ‘anti-imperialismo’, mientras que el ascenso uribista va a querer ser usado por la creciente oposición venezolana o boliviana en los comicios venideros.

Como todo en política las tendencias pueden cambiar. El desgaste del nuevo laborismo podría aminorarse si estalla una fuerte crisis en el conservadurismo y el ascenso uribista podría dar paso a una explosión social como la que tuvo el Perú cuando Fujimori quiso ser re-electo por segunda vez.

Si bien los acontecimientos en Europa o Sudamérica afectan la elección norteamericana de noviembre, el hecho que los republicanos sigan en el poder o sean remplazados por Obama mucho afectará lo que pase en esas latitudes.
Por el momento podemos concluir diciendo que Uribe ha ido avanzando en la medida en que ha ido logrando victorias. En cambio, Bush ha ido perdiendo pues no da con Bin Laden ni pacifica Iraq o Afganistán.

Le lección es que un gobernante de derecha se consolida cuando logra ir propinando duros golpes a sus enemigos armados, mientras que uno de izquierda (como el de Brown) puede empantanarse cuando trata de copiar las recetas económicas y militares de la derecha y sin éxito.

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