Víctor Flores Olea
Hoy todo mundo (o casi) aceptará que el debate sobre la Reforma Energética en el Senado ha sido fructífero, y no sólo el del Senado sino en buen número de universidades, asociaciones, medios de comunicación diversos, etc. Y, por supuesto, moral, política y democráticamente muy por arriba del albazo que se quería imponer (su aprobación prácticamente clandestina); hoy la ciudadanía (y los miembros del Legislativo), tienen una idea mucho más informada sobre la cuestión, y sobre otras realidades del país, como el debate esencial sobre las alternativas de México en su futuro desarrollo.
En este orden de la información política ciudadana, será igualmente significativa la consulta popular que se hará en tres etapas, comenzando por el Distrito Federal y siguiendo en otras entidades del país. El conjunto, a pesar de los rezongos de algunos, ha significado un ejercicio democrático de buena ley, en su mayoría una confrontación de calidad, y la posibilidad de que unos y otros escuchen las posturas encontradas.
No es posible saber cuál será la decisión del Senado, pero la iniciativa de Felipe Calderón no pasará tal cual. Ha sido abrumadora la argumentación de quienes la han objetado jurídicamente (su intento disfrazado de modificar la Constitución vía leyes secundarias), en lo fiscal (PEMEX ha sido utilizado por los últimos gobiernos como "caja chica" para "suplir" sus incapacidades y corrupción, sin rendición de cuentas), en lo económico (que no sería tanta su debilidad sino porque sus recursos están confiscados para otros propósitos), en lo técnico (el total abandono del Instituto Nacional del Petróleo, que hace décadas era ejemplar como centro de investigaciones), en su planteamiento internacional (porque lo hace en demérito de la soberanía nacional). El tema de la torcida privatización, que por tanto es anticonstitucional, ha sido señalado con tal fuerza que no deja lugar a dudas.
Podrían añadirse otros puntos. Pero como síntesis podría decirse que unos y otros coinciden en la necesidad de una reforma cabal a PEMEX (primero atendiendo a sus necesidades de producción, sacándolo del abandono a que fue confinado durante décadas, pero perfilando su contribución al desarrollo de México).
¿El horizonte de divergencias más profundo? Para unos la apuesta a la iniciativa privada es central para asegurar la vida de PEMEX y su futuro. Para otros —la gran mayoría—, hay ya suficiente prueba histórica, en México y otros lugares, de que la ola de privatizaciones del neoliberalismo en los últimos años es prueba rotunda de que el sistema sirve primordialmente para enriquecer a unos cuantos y extender la pobreza a las grandes mayorías. Este aspecto de la controversia está ya definitivamente saldado.
Eso sí, la administración nacional de PEMEX debe hacerse con el mayor escrúpulo, eficiencia y rendición de cuentas. Sólo así podrá servir de veras al bienestar de los mexicanos.
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