María Teresa Jardí
Los miserables, no se les puede llamar de otra manera, legisladores a modo del sistema, que son los únicos que tenemos en el país, avalaron una Ley GESTAPO para control del movimiento social, que les aterra. Se saben corruptos y les aterra que la sociedad se dé cuenta de que se puede y se vale y se deben poner los candados incluso para tener verdaderos representantes del pueblo en el Congreso de la Unión como el Poder garante de la expresión ciudadana.
Tan ocupados estaban cuidándose de la sociedad pensante que no se ocuparon --tan corruptos también todos ellos y tan tocado que está el Legislativo, como el Judicial, al igual que el Ejecutivo. Es lo malo de apostarle al fraude para sumarse a una usurpación destinada a acabar cubierta de mierda y ahogada en charcos de sangre. Igual de corruptos todos, aunque unos reciban a cambio carretadas de dinero y otros sólo, y como limosna, un plato de lentejas-- de la delincuencia que al interior de los cuerpos policíacos se iba aglutinando y la que hoy rebasa al país de mala manera.
Dejémonos de farsas. No hay que buscar más. En la policía, que no tenemos, y en el desmantelamiento ético de las instituciones antaño procuradoras de justicia están los secuestradores y los asesinos, los que ejecutan personas y los que torturan a quien protesta, los criminales a sueldo del sistema que un usurpador encabeza. Y como además el usurpador es gafe y como no tiene lo que hay que tener, entre otras cosas legitimidad, para gobernar y menos aún un país de suyo tocado por la estupidez congénita de su antecesor proveniente de la misma derecha panista, los secuestros y los asesinatos se tornan impensables incluso para el vecino país ante el que se encuentra Calderón de rodillas.
Policías asesinos, los de Fernando Martí, un niño de apenas catorce años, que genera una conmoción en la PGR porque el padre es rico. Pero de asesinatos de menores se nutre hace ya tiempo la nota roja de los diarios sin que importe a nadie. Policías asesinos los de la familia ejecutada en la ex casa del impresentable secretario de Agricultura del usurpador gobierno panista que Calderón encabeza. Asesinos seriales, incluso en Yucatán, porque la impunidad, protectora del crimen organizado, fomenta la comisión de toda clase de crímenes.
En manos de criminales está el país y lo que vemos por estos días es la consecuencia lógica de la llegada de un usurpador legalizando un fraude para consumar la imposición.
No puede Calderón ni hay ningún panistas que pueda controlar la situación. No pueden tampoco los impresentables priístas que saben que no es legislando para regresar a la pena de muerte, patadas de ahogado las que están dando todos, no puede el perredista Ebrard con su Cero Tolerancia, muy buena para la extorsión de los “grulleros”, controlar la situación.
Y harían muy bien: el gafe, en reconocerse como gafe, y, el resto en callarse. Y en pedir, ni modo, no hay de otra, al Ejército, que se encargue de todas las procuradurías de la Nación.
¿Con quién va a remplazar el usurpador a Vasconcelos? ¿Con otro Medina Mora Teflón?
Las escaleras se barren de arriba hacia abajo y una limpia completa en los cuerpos policíacos hay que hacer en México si no quiere acabar secuestrado hasta el usurpador.
Lo que se debió hacer, hace mucho tiempo, dejar la responsabilidad en manos del Ejército, de manera temporal y asumiendo, el Ejército, la responsabilidad absoluta de cada uno de sus actos, se tiene que hacer hoy en peores condiciones de las que se habrían dado si se hubiera hecho ayer.
No hay de otra. Nadie más puede controlar el nivel incluso de cinismo en que se desenvuelve la delincuencia policiaca, debido a la impunidad convertida en regla para cobijar al poder empresarial y político, en nuestro país.
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