Por Fausto Fernandez Ponte
09 septiembre 2008
I
No ha pocos días, en un encuentro fortuito en un comedero público, un gobernador de un estado tropical --que por delicadeza éste escribidor omite su identidad-- trajo a un primer plano de la charla casual que los 18 "gasolinazos" no afectan al pueblo.
Reconstruida la conversación con éste mandatario no muchas horas después del encuentro, advirtióse que la lógica del poder no es la secuencia concatenada de paradigmas aristotélicos ni de los de Heráclito, el padre de la dialéctica, sino de otra laya.
¿Y qué laya? ¿La del realismo mágico garcíamárqueziano, acaso? ¿O la de Julio Cortázar, tal vez? ¡Quiá, no! Trátase de una laya peculiar, una que bien podría calificarsele de taumatúrgico verismo, el de las magañas ultraterrenas de don Birlibirloque.
No desestime el caro leyente que las magañas --artificios, ardides, engaños-- es la médula misma del estilo de gobernar en México. Ese estilo es de simulación y espejismos para disfrazar como hecho factual los anhelo sociales. Dar atole con el dedo.
Consígnense a seguidas partes del diálogo con el "góber" en cuestión, quien dígase a la pasada, actúa ya como si tuviere segura la candidatura de su partido --el PRI-- a la Presidencia de la República en 2012.
II
Así, sorprendido el escribidor por el contundente aserto del mandatario, inquiriósele acerca del por qué de esa afirmación.
--Mira --dijo-- los gasolinazos afectan únicamente a los que tienen automóviles, y la gente del pueblo (sic) no tiene coche.
Orgulloso de su respuesta, el servidor (en teoría constitucional) del pueblo completó su silogismo:
--Y si no tiene coche, pues no gasta en gasolina ni en casetas (de peaje en carreteras)... --Pero el pueblo viaja en autobuses y esos consumen gasolina o diesel --le hizo notar el escribidor.
--Sí, sí, pero en mi estado no permitiremos que los camioneros suban los precios al público; ya está decidido. Y ya vez, en el Distrito Federal, el Metro sigue siendo muy barato, y el precio al público no ha subido.
--Bien, en tu estado, el que gobiernas, ¿subsidias a los camioneros? --se le preguntó. --Bueno, se les apoya... dan un servicio social, ya sabes...
--¿Y les seguirá apoyando tu gobierno ante el gasolinazo de ayer, el décimooctavo en lo que va del año?
--Hay que ver, hay que ver... Hay un colchón.
III
La alusión del gobernante a lo del colchón dejó perplejo al escribidor. ¿Trátase tal vez de una nueva teoría sociopolítica, puesta en boga por algún alto intelecto orgánico al servicio de la clase política mexicana? ¿La sesuda teoría del colchón?
--¿Qué quieres decir con eso del colchón?
El mandatario miró fijamente al escribidor, como si pensare que la pregunta acerca del colchón era obvia o innecesaria.
El mandatario, tras unos segundos en lo que pareciole al escribidor una búsqueda intensa y recursiva en un banco de vocablos, éste titular del Poder Ejecutivo de la innombrada entidad federativa enunció la profunda teoría del colchón:
--El pueblo siempre tiene su colchoncito y cae en blandito.
El enunciado de tan jorguinera teoría --supondríase sin errar que tiene una cimentación filosófico-científica sólida-- se cierra con el supuesto de que si el pueblo "cae en blandito", el gasolinazo no le traerá secuelas severas con la subsistencia.
Y lo blandito es donde, según el gobernador, el pueblo "siempre cae", por lo que el gasolinazo no implicará aumento en el precio al público del transporte colectivo ni en el de los bienes de la canasta básica y ni en los servicios.
--No hay inflación --señala el gobernador--. Ninguna. Nada. Nk la habrá. Pero de cualquier modo estamos preparados.
--¿Preparados para caer en el colchón blandito? --inquirióle el escribidor.
--Sí, sí, por supuesto. Mi gobierno está preparado. Castigaremos los abusos contra las gentes (sic). Inflación, nada.
Un ayudante le trajo un aparato telefónico celular, lo tomó y escuchó unos segundos. Otro ayudante le trajo otro aparato y se lo puso brevemente sobre una oreja, escuchando. "Enterado", dijo, y volvió el rostro hacia el escribidor.
--¿Qué te estaba yo diciendo? --colocó familiarmente su mano derecha sobre un hombro del escribidor.
--¡Ah, sí! --recordó--. La inflación. Estamos más bien que mal. Esos gasolinazos nos hacen los mandados --concluyó y se fue sonriente hacia su "Suburban", llevado por sus guaruras.
"Nos hacen los mandados" esos gasolinazos. La frase se aferró a la memoria. Nos hacen los mandados, había dicho el gobernador. Y se "clavan" el vuelto, dice el pueblo.
Glosario:
Cortazar: escritor argentino (1914-1984)
Garcíamarqueziano: relativo a Gabriel García Márquez, colombiano, premio Nobel de literatura.
Guarura: en México, ayudante o guardaespalda de un personaje poderoso o gobernante. En Colombia y Venezuela, un caracol de unbos 30 centìmetros de longitud.
Jorguinera: de jorguinería, arte de hechicería.
Taumatúrgico: de taumaturgia, facultad de realizar prodigios.
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