El País del Eurocentrismo, o por qué he dejado de comprarlo
Rodrigo Soto
Hoy nuevamente he llegado al quiosco de prensa y he sido incapaz de coger el diario El País que regularmente compro hace más de cuatro años en el atomizado mercado de la prensa española. No es una rabieta ideológica ni un boicot económico residual de un precario decepcionado que pretende acabar con el Grupo Prisa y su esquizofrénico periodismo, sino una respuesta vital ante el constante bombardeo informativo que no hace otra cosa que intoxicar con noticias falsas y mezquinas sobre lo que realmente pasa en Bolivia y América Latina.
No me resulta ético seguir entregando ese euro con diez a las arcas de un periódico que le está jodiendo la vida a millones de latinos que sólo avanzan en la conquista de derechos sociales básicos que hasta el día de hoy nunca han tenido. Millones de pobres, campesinos, indígenas, marginales urbanos sobreviven al otro lado del charco con ese euro que les ha repartido el modelo neoliberal más furioso que se conozca y que ahora están dispuestos a cambiar. No es la moneda pero si el rostro del sufrido campesino del altiplano o el devenir del peón del oriente boliviano; que me recuerda que en aquellas tierras los ganaderos y latifundistas cómplices de dictaduras bolivianas siguen pagando en sus haciendas sueldos de hambre o sencillamente pagan en víveres o ropa escasa, el trabajo de sol a sol no conoce de días domingo o festivos.
El autodenominado Periódico Global en Español que podría hacer carne sus principios progresistas agitados con profusión en los temas valóricos de la política española, ha tomado partido por el mercado y sus representantes del oriente boliviano que hablan mucho de cruces, de familia, anuncian una guerra civil y no dudan en sentirse cómodos con la ideología falangista y un racismo real que ha pasado de las palabras, a las golpizas y de estas a las emboscadas de la muerte como en Pando.
Y la intoxicación informativa del Grupo Prisa también la llevan acabo en Bolivia a través del diario "La razón" utilizado como pasquín periodístico virulento que un día es capaz de manipular cifras económicas para agitar la campaña del terror y al otro día apoyar con soltura el quiebre institucional para reestablecer la injusticia social. El año pasado pude comprobar durante un mes su estrategia comunicacional que no es otra que la utilizada por el diario chileno El Mercurio desde finales de los sesenta hasta el 11 de septiembre de 1973 día en que los dólares de la CIA cumplieron su objetivo golpista. Ahora la agencia USAID y la embajada norteamericana intervienen descaradamente en Bolivia pero de eso nunca se hablará en el El País porque la hoja de ruta periodística hace mucho que no la marca la realidad ni la ética periodística de editores, columnistas, periodistas que defienden ideológicamente los intereses de las empresas privadas transnacionales españolas que ven peligrar sus márgenes de ganancia en el tercer mundo.
No se puede mentir tan descaradamente en las páginas internacionales, en las editoriales, en la tinta de los eternos colaboradores latinos de alma neoliberal (Castañeda, Vargas Llosa, Edwards, Baily?...) que escriben y escriben con soltura de procesos sociales que no conocen pero imaginan, no les importa pasarse toda una tarde en alguna feria del libro firmando libros como ególatras autómatas, pero si son capaces de desatar toda su frustración generacional y política vomitando a diario, ahí donde son invitados, sus credenciales neoliberales. El día en que El País abra su abanico eurocentrista recién podrá entender que pasa más allá, mientras eso no cambie su interés en la región siempre será utilitario, básico, sin mayor significado que la palabra Iberoamérica de la que tanto hablan.
Y resulta que ahora ese borde histórico del abismo que a nadie nunca le ha interesado y que se llama Bolivia, se ha transformado en el campo de operaciones especiales de la prensa seria internacional y sus grandes corporaciones financieras propagadores de la histeria política. Ellos seguirán dándole la espalda a esa transformación social que vive hoy Latinoamérica y en especial Bolivia, a ellos nunca les importará una revolución cultural en donde en los últimos dos años los programas de alfabetización han casi erradicado el índice de analfabetismo que hasta entonces era uno de los más altos del continente.
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