María Teresa Jardí
Mientras el usurpador disfruta de sus cinco minutos de gloria, solicitadas que son sus declaraciones a diestra y siniestra por los a modo del sistema, impulsa leyes represivas y hasta cree que convence y que gobierna.
El enemigo número uno de la Patria mexicana, el que ya prepara su fuga al extranjero, con toda su familia incluida, va imponiendo a México la militarización necesaria para el control a bofetadas que va a seguir a la malvada derecha panista en su paso por el usurpado Ejecutivo federal, ya convertido, México, sin posibilidad de retorno, en el patio trasero donde se esconden las ratas del gobierno vecino enemigo del mundo entero.
Si se quisiera controlar la violencia, se podría con tres o cuatro medidas sencillas y de una lógica que pasma.
Abrir el Fobaproa, por supuesto. En el castigo impecable a Gil Díaz del que ya empiezan a conocerse, mas públicamente digamos, que es uno de los dos responsables de ese atraco contra el pueblo mexicano, al que se le cambia el nombre a IPAB en el intento de disfrazarlo, uno de los dos responsables mayores, más obvios, también digamos; el otro es Ortiz, del Fobaproa, lo que desde siempre ha saltado a la vista, en el castigo a esos impresentables está el barrido de la escalera desde el piso de arriba, que es como se barren siempre las escaleras si se busca asear la casa.
Campañas masivas de educación, como el control de la venta de drogas al menudeo, para romper el negocio de los narcomenudistas. Amén de que sirvan para salvar a los niños y a los jóvenes de una adicción no decidida voluntariamente, y con la edad suficiente para elegirla sabiendo las consecuencias que el consumo de la droga conlleva.
Para evitar el secuestro telefónico, basta con cancelar la posibilidad de los teléfonos celulares en las cárceles y en los Ceresos. Y para evitar los express, basta con acabar los taxis tolerados que se prestan a ser manejados por delincuentes incontrolados.
Jefes honorables en las policías y castigos ejemplares. Con eso bastaría para controlar gran parte de la violencia que, como una mala sombra, se apresta a atacar a todos los mexicanos porque de lo que se trata es reprimir y señalar quién es el que manda. La elección son las masacres, cuando no las cabezas cortadas, con tiros de gracia, en La Mesa, al estilo de las que Nazar cometiera en el Cereso de Mérida. Se trata de que todos entendamos cuáles son las reglas que imperan y cuál es el futuro que nos espera. Eso fue lo de Morelia. La CIA tomando el control otorgado por la derecha apátrida que Calderón, como cabeza visible, encabeza. Vinculado a la CIA estuvo Nazar, y también Echeverría. Y vinculado está el panista Calderón. Que no quepa la menor duda a nadie. Y es ahí donde adquiere lógica la ausencia, preparada, de posibilidad de contacto visual de quien da el grito con el pueblo que festeja. Quien se sabe asesino teme al pueblo que asesina. No tiene vuelta de hoja. Es tan diáfano como la transparente agua de un río no contaminado todavía.
En los a ratos AFIS, cuando no secuestran durante el día, convertidos en Zetas por la noche, buscarían, si se quisiera encontrar a los autores materiales del crimen monstruoso cometido en Morelia, pero esto nuevamente llevaría a los autores intelectuales, al igual que sucedió con los asesinos de Martí, que quisieron encubrir con un chivo expiatorio con un pasado impresentable que, herido, se les puso a mano para fabricarlo como culpable.
Ojalá y, por el bien del país, ganen la recompensa que ofrece la PGR los mafiosos de "La Familia", suponiendo que exista ese grupo y que no esté contaminado por la policía. Ojalá y realmente investiguen y lleguen a los verdaderos responsables de los hechos que cambiaron al país, un poco más, en peor todavía, en beneficio de los apartidas a los que les urge rematarlo al postor vecino que ya aplica el PLAN MEXICO. ¿O qué creen ustedes que fue el Plan Colombia? Un Plan asesino, como lo es el México, para lograr los fines de un imperio asesino, permitido, en el caso de México, por un usurpador de derecha también asesino. Ni más ni menos.
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