Alvaro Cepeda Neri
De los dos o tres rezagados sistemas monárquicos, resabios que han ido desde la ideología del “derecho divino de los reyes” hasta la era posnapoleónica (no obstante que la Revolución Francesa y con Napoleón hasta antes de ceder a la misma tentación, habían arrasado con las añejas monarquías), la de España ha logrado sobrevivir gracias a la astucia y oportunismo del actual rey Juan Carlos (de la dinastía Borbón) al haberse montado, al final del franquismo y el nacimiento de lo que llaman monarquía parlamentaria y democrática, sobre las cenizas de la gloriosa República que ahogó, en sangre y con cadáveres, el fascista-nazi de Franco.
A los herederos de los actuales reyes españoles, les denominan príncipes. Y quien actualmente está en la lista de espera, ya no por mucho tiempo, es el señor Felipe (de casi dos metros de altura, ya veremos si logra tener grandeza) y por enésima vez ha estado en nuestro país, esta vez y otra anterior ya acompañado de su esposa Letizia. Los intereses económicos (y políticos) de la península son cuantiosos: gas, petróleo (y de esto quieren más); comunicaciones, cuyo representante es Gil Díaz, el mismo que con justa razón anda cuando menos en las bocas de quienes lo señalan como quien tuvo mucho que ver en la venta de un banco, sin que por la transacción cubrieran los millonarios impuestos (que deben andar en algún bolsillo de la corrupción).
Son casi innumerables las inversiones hispanas. Y esto junto con la obsesión de que México y el resto del continente sigue siendo, desde la Conquista y la Colonia, coto de caza gachupín, al grado de que cada año se celebra la Reunión Iberoamericana, presidida por los reyes de España. Pero, sobre todo y ante todo, los intereses económicos (y la actual posibilidad de que un calderonista nacido allá y que está en la antesala, sea el heredero del maltrecho trono presidencial en manos de los panistas que aman a su madre-patria, quieren resucitar la idea monárquica, iniciada por Iturbide y quieren seguir minando al Estado laico y ya están muy avanzados en la educación para rezar en lugar de estudiar).
Pues bien, a funcionarios, empresarios, panistas y demás fauna en el poder político del Estado y el poder económico, nada les importó dar tratamiento de “príncipes” a los en viaje de turismo e inspeccionar esos intereses, cuando la Constitución, en su Art. 12, dice que no “se dará efecto alguno (a los títulos de nobleza) otorgados por cualquier otro país”. Además don Felipe hasta se metió en los asuntos políticos del país, contra lo señalado en el Art. 33, en sus reuniones con panistas y perredistas (desde Calderón hasta Ebrard). Y la cena privada con Mouriño. Allá serán “príncipes”, pero aquí son simples ciudadanos, aunque vengan o no como invitados oficiales de Los Pinos. No se trata de nacionalismo ni chauvinismo. De lo que se trata es de acatar una Constitución. Ya bastante la violentan los de aquí, como para que los enviados por la monarquía española, para que se vayan fogueando, reciban un trato que hizo parecer a los involucrados muy serviles.
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