POR CONSIDERARLO DE SUMA IMPORTANCIA COYUNTURAL, NOS PERMITIMOS REENVIAR A NUESTROS DESTINATARIOS EL ARTICULO DEL ECONOMISTA HECTOR BARRAGAN, TOMADO DE FORUM EN LINEA DE OCTUBRE.
México DF, a 5 de octubre de 2008
Opciones ante el contagio de la crisis
Por Héctor Barragán Valencia
La crisis financiera de Estados Unidos tendrá onerosos efectos económicos, políticos, sociales e ideológicos. Los daños serán graves, pero al mismo tiempo se abrirán oportunidades. Entre más temprano sean identificados los males, México podrá establecer una estrategia para capear mejor la tormenta. Enlistaré los principales problemas en cada campo, pues permitirá analizar y discutir soluciones: El primer impacto será en el crédito bancario y bursátil, que escasearán, lo cual afectará las inversiones nuevas y los planes de expansión de las empresas. Es decir, es previsible una fuerte caída de la inversión extranjera y nacional. Ante ello, conviene evaluar qué políticas fiscal, monetaria, crediticia y de inversión pública pueden atenuar la crisis.
En segundo lugar, se afectará el corazón del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN): las exportaciones que generan alrededor de 40% del Producto Interno Bruto (PIB) caerán, con efectos aún incuantificables sobre el empleo, la inversión, las maquiladoras y las cadenas productivas, en particular en la industria automotriz. En una primera fase, algunas industrias trasladarán partes de sus procesos productivos a México, pero dichas inversiones cesarán a medida que se comprenda que la crisis estadunidense no es de liquidez sino de solvencia, es decir, incapacidad financiera de mayor consumo, pues se llegó al límite, y que antes habrá que pagar. Ello significa que se reblandecerán los pilares del acuerdo comercial.
Hay que prever movimientos contra el TLCAN, que obligarán a replantear sus bases. México debe prepararse para exigir equidad y equilibrar los intereses del capital con los del campo, los trabajadores y el medio ambiente. En tercer lugar, y muy vinculadas al pacto comercial están emigración y remesas. La recesión (¿depresión?) en Estados Unidos y el endurecimiento de sus leyes migratorias abaten los flujos de emigrantes y las remesas: la exportación de mexicanos atenúa la presión social y política sobre las elites y aporta muchos recursos (alrededor de 3% del PIB en 2007) que mitiga la pobreza y el conflicto social. Habrá que idear un gran programa de empleo temporal para que los afectados no engrosen las filas de las mafias.
En cuarto lugar, la recesión estadunidense, que será global, abatirá los precios del petróleo. A medida que la crisis afecte a China, la demanda de hidrocarburos caerá y el precio de 80 dólares de la mezcla mexicana, calculado para elaborar el presupuesto de 2009 (del que dependen 40% de los ingresos y gastos públicos), quizá deberá bajarse a mucho menos de 60 dólares. Ello implica que habrá menos recursos fiscales, que deberá ahorrarse y mejorar la calidad del gasto, elevando la inversión y reduciendo el gasto corriente; por ejemplo, bajar el salario de todos los funcionarios para evitar despidos masivos. El gobierno abatió la deuda externa, lo cual le da margen temporal para contratar créditos y recurrir al amplio mercado interno de capital.
La otra fuente de fondos que caerá es la del turismo. La pérdida de empleos en todos los países y la crisis de solvencia en Estados Unidos, aunado a la oleada de inseguridad en México, reducirá notablemente los ingresos por turismo, de alrededor de 2% del PIB. Llegó el momento de hacer competitivo al sector, tal vez aprobando la ley de juegos y apuestas, que al tiempo que atraería a los pocos turistas que quedarían, serviría para controlar el lavado de dinero; fuente que fortalece a las mafias y atiza a la delincuencia, y factores que propician la desintegración del Estado-nación mexicano.
Ante la caída de las fuentes de dinero sería suicida que México contrajera el gasto: garantizaría una gran depresión. Es hora de expandir la inversión pública, usando la desaprovechada reserva de divisas, recurriendo al nuevo y profundo mercado de capitales y reformando el sistema de pagos para evitar un posible congelamiento del crédito bancario: la banca extranjera responderá a sus matrices. El fin es replantear las directrices del desarrollo para impedir que la recesión degenere en crisis política y social. El gobierno no debe actuar solo. Urge reactivar la diplomacia y convocar a una cumbre con el FMI, el Banco Mundial, el BID y la banca central para establecer estrategias y garantías de expansión temporal de la inversión pública. En América Latina cabrían consultas para elaborar una estrategia anticíclica común.
*El autor es analista económico y político. E-mail: hector_barragan@hotmail.com
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