José Steinsleger
El líder panameño Omar Torrijos murió en una avioneta que explotó en pleno vuelo el 31 de julio de 1981. La tragedia acarreó la desaparición del único estadista realmente dispuesto a defender la soberanía del país canalero, y la reversión del proceso de liberación nacional iniciado el 11 de octubre de 1968, e interrumpido por la invasión militar yanqui del 20 de diciembre de 1989.
La revolución panameña empezó “por derecha”: cuartelazo tradicional de militares alineados con la doctrina de la “seguridad nacional” estadunidense; derrocamiento de un presidente democráticamente elegido; abolición de la Constitución de 1946; disolución del Parlamento; suspensión de las libertades civiles y políticas por decreto; encarcelamiento de dirigentes sociales; cierre de periódicos, etcétera.
Boris Martínez y Omar Torrijos, comandantes del golpe, impusieron una Junta Provisional encabezada por los tenientes coroneles José María Pinilla y Bolívar Urrutia. En febrero de 1969, Torrijos tomó las riendas del proceso y despachó a Martínez y a otros oficiales del ala derechista con rumbo a Miami.
El 29 de noviembre, mientras se hallaba en México, Torrijos fue enterado del cruel asesinato del dirigente de izquierda Floyd Britton en la isla penal de Coiba. Los partidos de la oligarquía exigieron su expulsión del equipo gobernante. Con el apoyo del mayor Manuel Antonio Noriega (jefe de la Guardia en la provincia de Chiriquí, la más importante del país) regresó al país y dominó el complot.
El líder militar cerró el año, diciendo: “El recurso natural más grande, la más grande riqueza que este pueblo tiene, que es el Canal, debe estar al servicio de la economía de este pueblo y no al servicio de unos pocos. No crean que vamos a cambiar por amos nativos los amos yanquis…” (Discurso en los Archivos de Radio Nacional, 1969).
Demetrio B. Lakas fue nombrado presidente provisional. Y en 1971, el gabinete declaró al líder indígena Victoriano Lorenzo “mártir de la causa emancipadora nacional”. ¿De cuál nación? El 15 de mayo de 1903, frente al pelotón de fusilamiento, en protesta contra los planes de Washington para separar a Panamá de Colombia, Victoriano Lorenzo rogó “… por la unidad de todos los colombianos”. Seis meses después, Panamá fue “independiente” y Estados Unidos se quedó con el Canal “a perpetuidad”.
En los primeros años de la revolución, izquierdas y derechas quedaron desconcertadas. El nacionalismo “torrijista” tomaba caminos distintos a los del conservadorismo demoliberal y las cómodas autopistas revolucionarias, programadas en los manuales de la “ideología proletaria”.
Al escritor inglés Graham Greene, manifestó: “Mi idea de los ultraizquierdistas es ésta: cuando se enfrentan a la imposibilidad de hacer ‘su’ revolución, escapan cobardemente para planear una revolución que nunca se volverá realidad. En este país ni siquiera tenemos dos millones de habitantes. No hay razón para pagar un precio elevado por el cambio social. Si no es necesario, ¿por qué hacerlo? No apoyo una postura radical en este país” (El general, FCE, 1985, p.131).
En la Universidad de Buenos Aires, al recibir el doctorado honoris causa de manos del rector Rodolfo Puiggrós, declaró: “Es triste servirle a la oligarquía insatisfecha que todo lo quiere arreglar con balas y gases lacrimógenos” (11/1/74). Pensamiento congruente con un comentario dirigido al senador Edward Kennedy: “No recuerdo un solo incidente hasta hoy, en los tiempos en que comandaba tropas especializadas en orden público, en que la razón no estuviera de parte del grupo hacia donde apuntaban nuestras bayonetas” (Panamá, 7/5/72).
Un paso sustantivo en la consolidación del torrijismo fue la conformación de la Asamblea Nacional de Corregimientos, que remplazó a la Cámara de Diputados (1972). Integrada por 505 representantes de base, los corregimientos confirieron poderes extraordinarios a Torrijos, quien así pudo nacionalizar la Compañía de Luz y Fuerza, promulgar una nueva Constitución y anunciar que recurriría al Consejo Nacional de Seguridad de las Naciones Unidas si las negociaciones sobre el Canal no resultaban satisfactorias. Igualmente, el nuevo Código de Trabajo no fue del agrado de los empresarios, por contener medidas de protección y garantías para los asalariados. En otras áreas, Panamá aumentó en 50 por ciento el impuesto a la exportación de banano que realizaba la United Brands y se proyectó con fuerza en el escenario internacional.
Torrijos no pudo cumplir su sueño de entrar al Canal. Pero el 7 de septiembre de 1977, en la sede de la OEA, consiguió que el gobierno de James Carter firmase los tratados que el último día de 1999 devolvieron a Panamá la vía interoceánica, junto con todas sus instalaciones militares. Ronald Reagan, sucesor de Carter, enloqueció.
A inicios de 1981, Torrijos subrayó unos párrafos de los Dissent papers on El Salvador and Central America (informe secreto del gobierno estadunidense). Dirigiéndose a su edecán, el sargento, filósofo, karateca y poeta Chuchú Martínez comentó: “Aquí dice que soy borracho, visceralmente antiyanqui y que puedo destruir el Canal. Suma esto… ¿qué te da?”
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