Julio Hernández López
Ahora es Barack Obama el puntero electoral a quien el conservadurismo pretende frenar mediante la acusación fascistoide de ser un peligro para su país. El candidato demócrata tiene a su favor una evidente mayoría de ciudadanos –en este caso, reflejada en encuestas de opinión que no han dado volteretas por consigna, como sucedió en México con las empresas de demoscopia, como GEA-ISA, luego premiadas por su ayuda– y una crisis financiera que por sí misma empuja a los votantes a alejarse de una opción de continuidad del partido en el poder. Por ello, los genios publicitarios están aplicando en Estados Unidos la misma estrategia del voto por miedo y la división social que en México habían ensayado con Felipe Calderón los republicanos pentagonales y los aznares del Partido Popular español.
En la versión gringa de la guerra sucia calderonista, la pregunta es “¿Quién es el verdadero Obama?” y, con música de suspenso y tensa voz femenina, se califica de “deshonrosa” la postura de Barack respecto a las tropas estadunidenses que actúan en el extranjero: “¡qué peligroso!” es lo que dice y piensa ese candidato al que al final se acusa de ser “muy riesgoso para América”. Eso sí, en el anuncio del país vecino aparece al final, con cara angelical, el propio John McCain, para avalar y suscribir el mensaje envenenado (en México, los golpes tramposos llevaban solamente la firma del Partido Acción Nacional). Una semilla propagandística parecida fue colocada en México por Antonio Solá, publicista del Partido Popular (PP) español que en 2007 trabajó para el ex general Otto Pérez Molina, que al frente del Partido Patriota (PP), de extrema derecha, buscó la presidencia de Guatemala con el lema “Mano dura, cabeza y corazón”, que hizo recordar el lema calderonista de “Mano firme, pasión por México”. En su propia tierra natal, Antonio Solá participó con Mariano Rajoy en contra de José Luis Rodríguez Zapatero y le hizo aparecer bajo el lema de “Con cabeza y corazón”. Uno de los videos de la campaña de Rajoy hacía que se viera en pantalla a una familia española azorada ante el embargo de los muebles de su casa mientras Rodríguez Zapatero hablaba de lo bien que iba la economía del país.
Los intereses estadunidenses y españoles que concurrieron en 2006 en ayuda de un candidato de derecha al que de manera natural no le hubiera alcanzado más que para un segundo lugar distante (y que hoy están en primerísimo lugar de la lista de quienes exigen pago con altos réditos –el petróleo, por ejemplo– por sus favores de criminalidad electoral), harían bien en evitar que los ciudadanos a los que dirigen sus dardos mendaces lleguen a ver uno de los videos de aquella guerra sucia, en el que, asegurando que el jefe de gobierno había multiplicado la deuda del gobierno del Distrito Federal para construir obras como el segundo piso vial, se advertía que: “... si llega a presidente, nos va a endeudar más, y vendrá una crisis económica, devaluación, desempleo... éstos son los grandes planes de López Obrador, un peligro para México”. Los ciudadanos estadunidenses deben saber que, a dos años de distancia, México vive en un grave riesgo, con delincuencia desatada y dominante, virtual desaparición del estado de derecho y las instituciones, devaluación, desempleo y el fantasma de una crisis económica, pero todo con cargo a quien resultó el verdadero peligro, Felipe Calderón...
Astillas
Gonzalo Amozorrutia, estudiante de historia en Filosofía y Letras de la UNAM, considera que “el gobierno del DF esconde tras su fachada progresista políticas de tinte dictatorial que violan sistemáticamente las garantías individuales y los derechos de ciudadanía, sobre todo de los jóvenes marginados”. Asegura que “ya estando en la agencia 50 del Ministerio Público, a los detenidos del 2 de octubre se les negó durante casi 24 horas la asistencia médica y de Derechos Humanos, misma que sólo se les concedió tras insistentes bloqueos viales que realizamos en las inmediaciones de la agencia algunos estudiantes solidarios y padres de familia”. En el fondo, lo que hay es “una sistemática intolerancia contra la izquierda militante”, como lo demuestra que “a ninguno de los jóvenes que siguen presos a la fecha se les ha podido probar nada”. La “izquierda independiente” decidió no marchar ni con el gobierno capitalino ni con la rectoría, “que dos semanas antes había enviado a sus hordas porriles a violentar el campus de CU. El Comité 68, que ha perdido todas sus batallas, recurre hoy a aliarse con las autoridades para no perder los reflectores, y no dudó en marchar al lado de estos distinguidos representantes del Estado. Me parece que los hechos violentos que bien describes en tu columna responden a un castigo ejemplar propinado a los jóvenes disidentes de la política de la izquierda oficial y sumisa, conformada esta vez por la triada Comité 68-GDF-Rectoría”... José Francisco Albarrán Escobar reprocha: “No utilices de manera tan irresponsable este medio al ‘opinar’ o ‘criticar’ sobre lo que te ‘consta’ pero que ‘no viviste’. Yo sí estuve en 1968 y también cuarenta años después, curiosamente en esa misma calle de Madero: en aquel entonces eran soldados a bayoneta calada y ahora eran granaderos con escudos defendiéndose de los sopletes de los llamados anarcopunketos que fueron a provocar, a diferencia de otros, como yo, que fuimos a recordar. Me gustaría que fueras secretario de Seguridad Pública, o simple policía (de carne y hueso), para ver si como autoridad o servidor público eres tan bueno como periodista”... Maurilio Martínez Ramírez comenta: “Ahora resulta que esos malandros provocadores de la marcha del 2 de octubre son unas blancas palomitas. Basta con ver el abuso de la tolerancia (que para mí rayó en el extremo) de los cuerpos policiacos. Da lástima ver la desesperación de los elementos cuando les avientan con todo y hasta un zape le dan a uno. Eso fue una maniobra orquestada para desvirtuar la intención y significado de la marcha. ¿Por qué los defiendes?”... Y, mientras Calderón ha aprovechado la entrega de la medalla Belisario Domínguez para compartir escenario con la izquierda electoral, en una tregua acordada (aunque le saltaron voces incómodas, como la de Andrea Fernández, periodista de Radio Educación), ¡hasta mañana!
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