Julio Hernández López
Las plazas vendidas
Reportero asesinado en Ciudad Juárez
La república entera se cae a pedazos pero la atención política está concentrada en la capital del país. Las estructuras estatales de poder y la convivencia social están terriblemente destrozadas, sin que haya a la vista ninguna posibilidad de restaurar el orden legal ni la seguridad colectiva. Diariamente se producen decenas de asesinatos y episodios de máxima crueldad pero sólo son agrupados en los medios de comunicación en estadísticas cuya constancia hace que sean cada vez menos impactantes, con frecuencia relegados esos datos a planas interiores o a avisos sintéticos en las primeras planas. En ciertos casos se da cobertura amplia a los sucesos de mayor escándalo, con el acento puesto en la descripción de los hechos pero no en su análisis ni explicación profunda. El reino de la violencia desatada ha convertido a sus habitantes en súbditos de la superficialidad, la manipulación y el desdén posterior a la perturbación del momento.
La inmensa mayoría de los gobernadores de los estados están dedicados al saqueo implacable de la riqueza pública, mediante negocios con particulares y, cuando se puede, el robo directo que las camarillas legislativas dominadas mediante reparto del botín aprobarán cuando sean presentadas las famosas cuentas públicas. El tejido de la burocracia dominante está hecho a partir de la deshonestidad, la impunidad y las complicidades. A esa cleptomanía oficializada hay que agregar la acelerada erosión que está provocando el que muchos de esos gobernantes locales hayan “vendido la plaza” a determinado grupo de la alta delincuencia y, por tanto, hayan puesto el aparato de gobierno, sobre todo sus instituciones de procuración y administración de justicia, al servicio de esos intereses que, por vivir bajo persecución de otros entes gubernamentales o a la ofensiva, arrasan en su camino cuanto se les atraviesa, sobre todo la población indefensa.
Chihuahua es un ejemplo desgarrador de exterminio de cualquier esperanza de convivencia “civilizada”. Sobre todo en Ciudad Juárez, pero en toda la entidad, se vive una matanza que afecta a los involucrados en asuntos de narcotráfico y también a ciudadanos inocentes y, como acaba de suceder con Armando Rodríguez, reportero del Diario de Juárez, el ataque mortal contra quienes cubren cotidianamente la información relacionada con los delitos. Rodríguez, de 40 años, que desde 1997 cubría la fuente de la subprocuraduría estatal de justicia para el periódico fronterizo, fue asesinado en la cochera de su casa, cuando se preparaba para llevar a una de sus hijas a la escuela. Era uno de los reporteros que más habían publicado sobre las muertes de mujeres en aquella ciudad y sobre el narcotráfico.
Chihuahua de desgobierno absoluto, donde el priísta José Reyes Baeza Terrazas ofende cotidianamente con sus declaraciones presuntamente tranquilizadoras y donde él y su gabinete, sobre todo su procuradora de justicia, parecen inservibles monigotes que de vez en cuando reaccionan con alguna frase desafortunada frente al poder verdadero de los narcotraficantes que actúan en la plaza. Chihuahua, donde se ha llegado ya a un nivel superior en la estrategia de intimidación social, como sucedió el pasado martes mediante rumores esparcidos por teléfono e Internet, de boca en boca e incluso a través de perifoneo, anunciando ejecuciones masivas, ataques abiertos contra la población, secuestro de funcionarios medios, toma de rehenes en oficinas y sitios públicos, colocación de bombas e incluso la imposición de un toque de queda a partir de las ocho de la noche.
Astillas
Oído entre asistentes al velorio: un senador perredista morelense quiso aprovechar ayer la oportunidad de hacer presencia en el duelo de un periodista y escritor muy respetado por su congruencia y honestidad. Uno de los hijos del fallecido, que se llama como él, recibió al visitante y algo habló sobre anillos envenenados. Luego le comentó que en su partido “ya falta poco para que pongan un cartel que diga ‘Aquí se dan las nalgas’”. El legislador “de izquierda” abandonó el lugar con cara de enojo… Respecto a la mención que en un diario canadiense se hizo de que en el sitio donde cayó el jet de Bucareli se habían encontrado cartuchos usados y una arma, Miguel León asegura que ese martes, en la estación ABC Radio (760 de AM), durante el programa que conduce Eduardo Andrade, un reportero “muy gritón dijo que él estaba viendo tirada en la escena del accidente una pistola y cartuchos o balas de cierto calibre que no recuerdo, pero sí dijo que la pistola era de las llamadas ‘matapolicías’”. Por su parte, Julián Valdivia, de Guadalajara, recuerda que en un video puesto en el portal de un diario editado en la ciudad de México se veían las municiones e incluso algunos testigos hablaban de haber visto “varias armas en el piso”… El maestro Óscar Sarquiz, quien se define como musicópata, escribe así: “Con la cuestionabilísima autoridad que me brindan el absoluto decanato sexagenario entre el rock mexica, que me permite aún distinguir entre lo auténticamente campeador y lo falsamente campechano, propongo un nuevo ‘nomd punk’ para el nuevo beato del panteón panadero, que alude muy precisamente a su esencial inutilidad, aguzado oportunismo, total carencia de sentido ético y apoteosis notirroja: ¡Cid Vicious! Ruy Díaz de Vivar fue un caudillo inmortal; John Ritchie, una ladilla muerta en vida. Ergo”… Desde la ensangrentada Chihuahua, un lector de la capital reporta que ayer recibió de parte de la Comisión Federal de Electricidad un anuncio de que el Grupo Constructor Sedona ha sido contratado para dar mantenimiento a las redes de distribución eléctrica y que habría un largo corte de servicio durante el día. Por ello pregunta: “¿Esto es legal, el ceder a una empresa privada el mantenimiento de las líneas?”… Víctor Ch. Rodríguez propone leer sobre Adriano y Antinoo, luego que días atrás alguien había invitado a conocer los detalles de la relación entre Alejandro Magno y Hefestión… Y, mientras Peña Nieto canta Somos novios, ¡feliz fin de semana, con Marcelo que sí reconoce a Chucho!
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