Barómetro Internacional
Por Carlos Rivera Lugo*
Diversos gobernantes de Nuestra América ven la elección de Barack Obama como un signo esperanzador. Mientras la esperanza en el cambio arropa contagiosamente al pueblo estadounidense luego de la elección del primer afro norteamericano a la presidencia de su país, desde esta otra orilla de América, la nuestra, anida un extraño y contradictorio sentimiento. Éste oscila entre una esperanza renovada en relación al futuro de una relación históricamente problemática, a una suspicacia fundada en un pasado marcado por un perverso "destino manifiesto" bajo el cual se nos ha pretendido reducir a "patio trasero" del Norte.
Diversos gobernantes de Nuestra América ven la elección de Barack Obama como un signo esperanzador. El mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva calificó el triunfo como un "hecho extraordinario" que alimenta la esperanza de que Estados Unidos se embarque en una nueva y más fuerte relación con la América Latina basada en el "respeto e igualdad".
Asimismo, el presidente paraguayo, Fernando Lugo señaló en relación al nuevo presidente estadounidense: "Puntualmente genera esperanzas para América Latina, atendiendo la posibilidad de de un diálogo más fluido y constructivo sobre los temas de desarrollo, derechos humanos, migración".
Por su parte, la mandataria argentina Cristina Fernández destacó como la elección de Obama marca "un gran hito de una de las epopeyas más apasionantes de la historia en la lucha conntra la discriminación y por la igualdad de oportunidades".
Tanto el presidente de Bolivia, Evo Morales como el mandatario venezolano, Hugo Chávez Frías, calificaron la victoria de Obama de "histórica". Morales situó el logro de Obama en el marco de las luchas de los sectores discriminados y esclavizados. Entretanto, Chávez le recabó al presidente estadounidense electo que, conforme a su discurso de compromiso con el cambio, ojala esté a la altura de los retos planteados en la actual coyuntura histórica.
Ahora bien, en el caso del presidente de Ecuador, Rafael Correa, éste advirtió que no creía que la elección de Obama fuese a representar un "cambio radical" de la política exterior de Washington frente a la América nuestra, y señaló que "aspiro, sueño, con el día en que Latinoamérica realmente no tenga que preocuparse por quien llegó o dejó de llegar a la presidencia de Estados Unidos".
La opinión de Correa sobre Obama tendió a coincidir con la expresada un día antes de los comicios presidenciales estadounidenses por el líder cubano Fidel Castro Ruz: "Apoya su sistema y se apoyará en él. La preocupación por los agobiantes problemas del mundo no ocupan realmente un lugar importante en la mente de Obama". La economía de Estados Unidos será el centro de atención del nuevo presidente, puntualizó el ex presidente cubano.
Precisamente, si en algo puede Obama demostrar que representa una diferencia refrescante en su acercamiento a la América nuestra, sería precisamente su política hacia Cuba. Tanto Lula da Silva como Evo Morales han abogado por que Obama ponga fin al criminal bloqueo contra la isla antillana. Incluso, el presidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, le ha pedido al próximo presidente estadounidense un cambio de política hacia Cuba. A esta demanda se han unido, entre otros, el Premio Nóbel de Literatura, el portugués José Saramago y el líder pakistaní altermundista Tariq Alí, quien además le han reclamado a Obama cerrar el campo de concentración que mantiene Washington en su base de Guantánamo en Cuba.
Otros reclamos que se han hecho desde el sur del Río Bravo en estos días son el respeto a los procesos democráticos de cambio que se dan en países como Venezuela, Bolivia y Ecuador, así como el fin de la política militarista promovida por el gobierno estadounidense saliente, particularmente en relación al Plan Colombia, el Plan Mérida y la activación de la IV Flota con su agenda intervencionista.
Los analistas en la capital estadounidense tienden a coincidir en que, amarrado como estará por la crisis económica en su país, los asuntos latinoamericanos no serán prioridad para Obama. Sin embargo, "no hay un tema más simbólico que Cuba" para mejorar las relaciones de Estados Unidos con la América Latina, aseguró Michael Shifter, vicepresidente del centro de estudios washingtoniano Diálogo Latinoamericano. Éste ha sido "el problema más irritante" y el tema que "más ha dividido a Estados Unidos de América Latina". Sin embargo, según Schifter, no parece que Obama vaya a levantar el embargo, pero sí podría "eliminar restricciones de remesas y viajes de cubano-americanos (a la isla caribeña)".
"Hay temas de fondo –como Venezuela y Bolivia- que no van a desaparecer aún con un gobierno de Obama", sobre todo si afectan "los intereses de Estados Unidos", aseguró Shifter.
De lo que hasta hoy se conoce acerca del pensamiento de Obama sobre la América nuestra, prevalece el convencimiento de que buscará revivir, a su modo, algunas doctrinas imperiales del pasado, una extraña mezcla del panamericanismo de Monroe, junto a la política del "garrote y zanahoria" de Teddy Roosevelt y la política del "buen vecino" de Franklin Delano Roosevelt.
"Mi política hacia las Américas estará guiada por un simple principio: Creo que hay posibilidades tanto para zanahorias como para el garrote de forma que puedan fortalecerse los intereses estadounidenses en la región", expresó este año en una reunión de la notoria Fundación Cubana-Americana en Miami. Asimismo, Obama se pronunció a favor de "una nueva alianza de las Américas".
Al respecto abundó: "Después de décadas de presión para reformas por parte de las altas esferas hacia la base, necesitamos una agenda que avance la democracia, la seguridad y la oportunidad desde abajo hacia arriba. Así es que mi política hacia las Américas estará guiada por el principio sencillo de que lo que es bueno para los pueblos de las Américas es bueno para los Estados Unidos".
Un estudioso de la América Latina, Forrest Hylton opina lo siguiente acerca de la política exterior de Obama hacia la América Latina: "Para decir la verdad, el mejor momento para reconsiderar la política de EEUU hacia la América Latina antes de que sea demasiado tarde es ahora mismo. Esta es la hora de introducir algo como una versión renovada de la política del buen vecino. Sin embargo, cuando Obama plantea casi explícitamente la interrogante de quién perdió a América Latina, él contesta su propia pregunta con una serie de posiciones derechistas que son, vamos a decir, más conservadoras que las del Consejo sobre las Relaciones Exteriores, el cual representa el consenso con respecto a la política exterior estadounidense establecida".
Ejemplo de esas posiciones derechistas es su descalificación del presidente de Venezuela Hugo Chávez, el mandatario más democráticamente revalidado por su pueblo, como un dictador de facto: "No sólo Cuba tiene unas elecciones falsas, en Venezuela Hugo Chávez es un líder que ha sido elegido democráticamente en teoría, pero se sabe que no gobierna de forma democrática".
En ese sentido, bien harían los pueblos de la América nuestra en tomar nota de la advertencia que en repetidas ocasiones el propio Obama le ha hecho a la red de movimientos y organizaciones que desde la base de la sociedad estadounidense le apuntalaron, en la esperanza de potenciar el cambio: El cambio no se limita a un éxito electoral, y menos puede ser, en el fondo, representado por un hombre, aunque sea presidente de Estados Unidos. Su elección representa tan sólo una oportunidad para emprender el cambio y si el cambio es verdaderamente deseado por el pueblo, es el pueblo el que tiene que producirlo tanto en Washington como en cada rincón del país desde donde ejerce su poder democrático. En ese sentido, el soberano, en la manifestación e implantación de su voluntad de cambio, no puede ser representado. Tiene que hacerse él mismo el protagonista central del cambio.
En fin, si con Obama se facilitan los acercamientos entre una y otra de las Américas, sobre la base del respeto a la autodeterminación y la igualdad soberana de los pueblos, bienvenido sea. Ojalá que así sea. Sin embargo, es Obama el que tiene que venir al encuentro nuestro por medio de sus acciones afirmativas de esa nueva asociación que alega desear establecer. Las condiciones en la América nuestra hoy ya no son las propias de los tiempos de Monroe o de los Roosevelt. El nuevo siglo ha visto renacer, con una potencia extraordinaria, una identidad propia, diferenciada y comprometida con realizar un destino propio, el legado por Bolívar, Zapata y Allende, entre otros. Y ese futuro emancipado de todo designio imperial nos toca seguir construyéndolo a partir de nosotros mismos.
*Catedrático de Filosofía y Teoría del Derecho y del Estado en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez, Puerto Rico
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