Luis Linares Zapata
La tambaleante fe de Felipe Calderón en la continuidad del modelo vigente recibió, en Washington (G-20), un espaldarazo innegable. Muy a pesar de sus recientes discursos de dudas, anteriores a la reunión y en la reunión misma, el michoacano no tiene, al menos por ahora, y a pesar de su mayúsculo desconcierto, para dónde hacerse. La estructura de poder en que se apoya internamente le exige permanecer en la ruta que tantos beneficios y gozos le ha entregado a sus elites directivas. Pero tal perseverancia forzada no detendrá la integración y el rumbo que ha tomado el movimiento transformador que se viene gestando en el México de los excluidos de esos refinados privilegios que se asignan los que por ahora mandan desde las alturas. Al contrario, la presente crisis, que lo es de todo el sistema de convivencia organizada, le dará mayor empuje y certezas sobre el camino de protesta contra las injusticias y por el cambio elegido.
Tanto el PAN como el PRI irán a las elecciones de 2009 con el fardo de una economía recesiva a sus espaldas. Ninguno de los dos partidos, que cada vez se fusionan más en sus compromisos cupulares, podrá alegar inocencia del desaguisado que provocaron en sus andanzas. Han sido ellos los que, durante estos dos años de desgobierno, han sacado ventajas y fortalecido sus cómplices alianzas. Son ellos los que han tirado por igual en las llamadas reformas estructurales. Eufemismo que destaca, en el fondo, las feroces expoliaciones que han sufrido las vapuleadas clases medias y los estratos marginales de la sociedad.
La seguridad social ha sido el campo de la disputa y los apañes actuales del PRIAN. En esas reformas se concentra la gran tajada de recursos disponibles para el presente y futuro saqueo. Es a través de las llamadas cuentas individuales, manejadas por aseguradoras y bancos internacionales con sus socios (menores) locales, donde se han atrincherado los grupos de presión que imponen la continuidad. Similar papel desempeñaron tanto el PRI como el PAN en la manoseada reforma petrolera. Y son ellos los que esperan, con ansias inocultables, las remuneraciones que el contratismo rampante en el campo energético les promete.
No habrá tregua posible en estos años de desamparo para sendos conjuntos de la población. La voracidad no tiene frenos ni recapacita ante las desgracias ocasionadas. Irán por todo y lo adicional que puedan obtener. El límite no se impondrá desde las voluntarias o normadas regulaciones que se tienen. Todos estos mecanismos de control, tan presumidos por los neoliberales, están copados por los intereses que pretenden regular. En esta crítica se incluye, claro está, a los de corte electoral (IFE y TEPJF) y no sólo a las comisiones de valores, bancaria, telecomunicaciones, de competencia o para defensa del consumidor.
Lo que puede modificar el rumbo, y lo hará a su debido tiempo, es la movilización de la afectada base ciudadana. Será ella la que emprenda, con la energía suficiente, la defensa de sus, por ahora, mermados intereses. Es en el seno de la sociedad donde se está gestando y acumulando la fuerza para empujar un cambio que vaya en la dirección de sus conveniencias y aspiraciones y trunque la tendencia actual de despojo sin miramientos.
El movimiento reivindicador de valores y de transformación de la República está en marcha, que no quepa la menor duda. Se viene organizando desde hace algunos años y tomará forma definitiva y pretensiones en los próximos meses. Los críticos y voceros del poder establecido no han querido verlo, lo soslayan de manera grosera. No conviene a sus reducidas posturas divulgar su tamaño y fuerza. Piensan que con el ninguneo dirigido lo aplacarán, le restarán belicosidad atornillándolo con una sordina que, por lo demás, será incapaz de silenciarlo. Creen poder sujetarlo si no aparece en las pantallas televisivas o no se escucha, con los suficientes decibeles, en la radio. Están equivocados y pronto deberán enfrentar las consecuencias de sus desviados criterios y el desprestigio concomitante a su fingida torpeza.
La táctica de los críticos afines al poder consiste en atacar al personaje que funge como adelantado del movimiento transformador. Fincan sus esperanzas en desinflar, a través de una andanada tras otra de injurias, descalificaciones, bulas condenatorias, sarcasmos y chismes, al pivote de esta convergencia en ciernes: López Obrador. Predican, con una cantinela repetitiva, el fin de su poder de convocatoria, la pérdida de votos o simpatías. Nadie examina el significado de una gira, que parece interminable, por todos y cada uno de los rincones de México. Y, ahí, en cada uno de esos lugares, se hacen presentes mexicanos que no quieren perpetuar el estado de cosas que los oprime. Se congregan, alrededor de AMLO, aquellos decididos a emprender la aventura transformadora. Ciertamente son los duros, si con ello se quiere describir a los más conscientes y decididos, los que desean formar el núcleo que pueda conducir el cambio entrevisto. Nadie quiere confundir a este sólido conjunto con el pueblo en su totalidad, pero lanzan el grito doliente y esperanzado de otros que son muchos más.
Y esos son los ciudadanos que se harán presentes, con sus congojas y demandas, en las venideras elecciones, no sólo en las del año entrante sino en 2012 de todas sus aspiraciones confiadas. Varias alianzas adicionales serán requeridas para fortalecerlo: jóvenes, empresarios, profesionistas, etcétera. Los vehículos partidarios están ya prestos para unirse, así lo han declarado. Otros no saldrán de su marasmo, rendición final y derrota, pero aquellos que visualizan la ruta adecuada y simpatizan con el movimiento transformador serán suficientes para asegurar el triunfo.
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