En el mitin, severas críticas a “traidores que se venden” y mensajes de encono contra los chuchos
Jaime Avilés
Miles de manifestantes marcharon ayer en defensa de Pemex y la economía popular, movimiento que encabeza López Obrador. Foto: Marco Peláez
Fue literalmente un paseo dominical. Una entusiasta caminata colectiva desde el Ángel hasta la Torre Latino. Un alegre desfile de banderas y pancartas en el marco de la Convención Nacional Democrática, pero sobre todo una celebración, sin bombo ni platillos, del segundo aniversario del “gobierno legítimo”, en la que Andrés Manuel López Obrador anunció la ampliación de su gabinete con 10 nuevas subsecretarías, dio un espaldarazo a Alejandro Encinas y presenció el reparto de miles de copias de un documental grabado en dvd acerca de la reforma energética.
En un templete pletórico de colaboradores y amigos, entre las espaldas de los maniquíes del Sears más antiguo de México y los merengues de mármol del Palacio de Bellas Artes, el “presidente legítimo” leyó su segundo informe de gobierno ante una multitud que escuchaba y tomaba notas de todo, apretujada a lo largo de avenida Juárez.
No habían grandes contingentes venidos del interior del país; la mayoría de los participantes era del Distrito Federal y del valle de México, pero el gentío llegaba hasta el monumento a la cáscara de plátano, en la esquina de Juárez y Reforma; se escondía entre los árboles de la Alameda, y se tostaba al rayo del sol en la explanada de Bellas Artes.
Y muchas personas, hay que subrayarlo, tomaban notas. Eran tal vez eslabones de cadenas de transmisión, que copiaban conceptos del discurso –como ese de que “los nuevos amos de México son un puñado de familias, dos partidos, un pelele y la televisión”–, para después divulgarlos entre quienes, por angas o por mangas, no habían podido asistir al mitin.
Pese al escándalo de un helicóptero blanco que estuvo largo rato zopiloteando sobre la multitud y saboteando los esfuerzos de las torres de sonido repartidas entre Bellas Artes y el Hemiciclo a Juárez, López Obrador recordó que desde su toma de posesión, aquel 20 de noviembre helado de hace dos años, el “gobierno legítimo” se propuso dos objetivos centrales: “defender al pueblo y al patrimonio nacional”, y “construir un movimiento para la transformación de la vida pública de México”.
Los poderosos están histéricos
Y para gozo y contento de sus oyentes, que fue lo que más le celebraron, en el tramo final del discurso dijo que “los poderosos están histéricos” porque “no han podido destruir nuestro movimiento”, y “vaya que lo han intentado y sin duda lo seguirán haciendo”, pues “nos calumnian en la mayoría de los medios de comunicación, un día sí y otro también. Los menos vulgares se la pasan diciendo que ya no representamos nada, que cada día tenemos menos capacidad de convocatoria (pero) si eso fuera cierto entonces por qué nos atacan tanto”.
De allí pasó a explicar la importancia de que se tenga claro lo que “realmente representamos”, porque somos, dijo, “millones de ciudadanos a nivel nacional, pero la cantidad no es lo que importa, sino que se trata de las mujeres y de los hombres más conscientes y comprometidos del país”. Ese fue el trampolín retórico que le permitiría saltar al tema de la crisis en el PRD, del que se deslindó sin mencionarlo, aunque para ello tuviera que darle un rozón al PT y a Convergencia:
“¿Qué partido, qué organización política agrupa a tantos hombres y mujeres conscientes y comprometidos como los que forman parte de este movimiento?” La multitud coreó: “¡Ninguno!” El orador reiteró la pregunta, multiplicándola: “¿Qué partido tiene la capacidad de movilización de este movimiento? ¿Qué partido tiene la creatividad y el talento de quienes participan en este movimiento? ¿Qué partido tiene los mejores escritores y los mejores analistas?”
Era un día de fiesta. Y de repente, por encima de las cabezas, brotaban carteles que advertían: “El gobierno no tiene dinero para comprar al pueblo, sólo a los traidores que se ponen en venta”, y otros con mensajes poco amables para Graco Ramírez, Carlos Navarrete, Ruth Zavaleta y Jesús Ortega. Pero sin duda lo más representativo era que, a diferencia de otros mítines en que las reflexiones personales se exhibían en pancartas, ayer las palabras se metían en los cuadernos para irse quién sabe adónde o para qué.
Por lo pronto, López Obrador fijó tres nuevas citas para volver a reunirse con la gente: el lunes primero de diciembre, a las cinco de la tarde, frente a la Secretaría de Hacienda, en el Zócalo, con el fin de exigir a Agustín Carstens que suspenda el aumento semanal del diesel y las gasolinas. Luego, el martes 9 de diciembre, también a las cinco de la tarde, pero frente a Televisa, para preguntarle al consorcio si ya tiene una respuesta a la carta petitoria que el movimiento le entregó hace varias semanas. Y una vez más el domingo 25 de enero, a las diez de la mañana en la Plaza de la Constitución, “para hacer el balance de lo logrado y definir nuevas acciones”.
Antes, el “presidente legítimo” había informado que desde el pasado 30 de octubre “se amplió la dirección” del movimiento, con la integración de 10 comisiones, llamadas“nacional”, de la “defensa de la Constitución”, de la “defensa de la economía popular”, de “ayuda mutua en apoyo a la economía popular”, de “vigilancia del consejo de administración de Pemex”, de “combate a la corrupción en Pemex”, de “asuntos internacionales”, de “estudios y actualización del proyecto alternativo de nación”, de “difusión”, de “seguimiento y acciones inmediatas” y de “coordinación nacional de las brigadas”.
Fue, en los hechos, una ampliación del gabinete, con 10 nuevas subsecretarías, pero al leer los nombres de los integrantes de la Comisión Nacional y mencionar el de Alejandro Encinas, López Obrador agregó entre paréntesis: “(a quien le tenemos admiración y respeto)”, para contrarrestar de tal manera el aluvión de críticas recibidas por el ex candidato a la presidencia del PRD, que si bien decidió no aceptar la secretaría general de ese partido, tampoco abandonó sus filas como todavía se lo exigen amplios sectores de base del movimiento.
Prueba de que esa herida sigue doliendo y no está cerrada ni mucho menos, un coro masivo surgió en los costados del templete, después del canto del Himno Nacional, cuando López Obrador ya se retiraba saludando con la mano en alto: “¡Fuera chuchos del PRD, fuera chuchos del PRD!”, vociferaban incontables gargantas, a las que minutos después otras, menos numerosas, replicaron con un débil y efímero “Encinas, Encinas”, cuando el aludido bajó del templete. Eran esbozos del debate que se está gestando, a despecho del año electoral que se acerca.
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