martes, diciembre 09, 2008

Antes y después de 1968


El pasado lunes 1 el Senado de la República -falta el paso por la Cámara de Diputados-- aprobó declarar el 2 de octubre como día de luto nacional, para recordar a los caídos en la noche de Tlatelolco. Más de 40 años han pasado y, con resultados diversos, analistas, testigos de la masacre, protagonistas del movimiento estudiantil, actores políti-cos e investigadores prosiguen los esfuerzos por arrojar luz sobre las todavía densas sombras que cubren a la matanza. En el siguiente en-sayo, que analiza las distintas expresiones de la lucha social en México, en especial las guerrillas y los movimientos estudiantiles, los puntos de convergencia y divergencia entre unas y otros, así como la actitud del Estado ante esas expresiones, el escritor e investigador Carlos Montemayor aporta su punto de vista sobre el antes y el después del 68. Los siguientes son fragmentos de un texto suyo, con el mismo título, que forman parte de un libro en preparación.Llegué a la Ciudad de México en 1965. Había pasado ya por varias experiencias políticas que marcaron con el paso del tiempo mis tareas literarias, periodísticas y también académicas. Por tales experiencias y por la huelga en 1966 de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), me resultaba sorprendente que el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz insistiera en afirmar que el movimiento estudiantil de 1968 fuera fomentado, sostenido y armado por agentes comunistas de la Unión Soviética y de Cuba. Es difícil saber en qué medida esta versión gubernamental influyó en una ulterior concepción del movimiento estudiantil del 68 como matriz de las organizaciones guerrilleras urbanas que aparecieron a lo largo de la década siguiente. Es difícil saberlo porque la incorporación de estudiantes universitarios en la guerrilla posterior no fue un proceso automático derivado de la dinámica propia del movimiento estudiantil de 1968 en la Ciudad de México, que aglutinó a contingentes nutridos de estudiantes de la UNAM y del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Una gran parte de los estudiantes que se incorporaron a la guerrilla posterior provinieron de dinámicas diferentes, de una amplia gama de otros procesos políticos y universitarios de Michoacán, Chihuahua, Jalisco, Nuevo León o Sinaloa, sin conexión orgánica con el movimiento del 68.La guerrilla rural y la guerrilla urbana surgieron de procesos en ocasiones tan aparentemente disímiles como la radicalización de las juventudes comunistas ante las viejas estructuras del Partido Comunista Mexicano (PCM) y del Partido Popular Socialista (PPS), o de la radicalización política de cuadros religiosos. En este sentido, la Liga Comunista 23 de Septiembre es un buen ejemplo del complejo cruce de caminos y de la amplia gama de procesos políticos que desembocaron en la guerrilla mexicana. El contexto político del movimiento del 68, la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco y, quizás de manera determinante, la masacre del Jueves de Corpus de 1971, constituyeron el referente nítido para muchas organizaciones obreras, campesinas y estudiantiles de que la lucha no podía ser pacífica. El Estado se había mostrado refractario por entero a la inconformidad social; con ambas masacres había hecho saber a todos el destino real de las luchas populares: resignarse a la represión y masacre, o intentar el recurso de la vía armada. Pero a pesar del vasto contexto político del movimiento estudiantil de 1968, no podemos reducirlo a la explicación causal de la guerrilla posterior; en la urdimbre de la guerrilla se encuentran hilos provenientes de condiciones anteriores y de contextos diferentes.El general Mario Arturo Acosta Chaparro, en su libro Movimiento subversivo en México, por ejemplo, dedicó una amplia explicación a los listados y orígenes de los movimientos subversivos y gremiales en México desde la década de los años cincuenta hasta el momento en que él escribía, poco antes del año 1990. En ninguno de los numerosos movimientos que enlista en su libro señaló un vínculo entre el movimiento estudiantil del 68 y los grupos guerrilleros. Su hipótesis constante en esos listados fue la influencia cubana y soviética, particularmente por los mexicanos que permanecieron asilados en Cuba durante largos años. Pero asentó, en cambio, que cuando retornaron de Cuba los asilados mexicanos y cuando los guerrilleros mexicanos fueron amnistiados a finales de los setenta, se incorporaron todos ellos en diversas universidades. Debe acotarse, por otra parte, claro, el influjo que él supuso de Cuba en las décadas de los setenta y ochenta. En realidad, por el trato solidario que el gobierno mexicano demostró con la isla en el terreno diplomático. Cuba siempre se abstuvo, en reciprocidad, de colaborar activamente con la guerrilla mexicana. Esto fue del conocimiento de los gobernantes mexicanos y, de manera particular, de Fernando Gutiérrez Barrios, cabeza durante mucho tiempo de las estructuras de inteligencia en México.Sin embargo, el gobierno de Díaz Ordaz se empeñó en situar el origen del movimiento estudiantil en la intervención o conjura de agentes soviéticos y cubanos. Importante en la formulación de esa versión oficial fue Luis Echeverría, que también constituyó un eje clave en la conformación de las principales acciones de la violencia de Estado en el México del movimiento estudiantil y de la guerra sucia de los años setenta.
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En un libro aparecido precisamente en octubre del año 2008, cuarenta años después del movimiento estudiantil, el expresidente Luis Echeverría retomó la versión oficial que él mismo hizo pública en las primeras horas del 30 de julio de 1968. Estas fueron sus palabras textuales sobre el movimiento estudiantil que el periodista Rogelio Cárdenas Estandía recogió en una de sus entrevistas con él:
-Fue un acontecimiento muy complicado, los jefes de los muchachos, con la embajada soviética atrás, los cubanos un poco metidos, manejando a los líderes y un gran entusiasmo juvenil, como ocurrió en el mundo. Influyó mucho Francia en el mundo.
-Habla usted de injerencia soviética.
-Las investigaciones demostraron después que, por la Guerra Fría que había entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, la política exterior soviética había intervenido, de acuerdo con las circunstancias, en México, en Nicaragua, Argentina, Chile y en general en América Latina. Se supo, también, que los Estados Unidos, seguramente la CIA, habían intervenido en Europa para que la doctrina comunista no interviniera (en la región)...
-¿De qué manera, según su versión, los soviéticos apoyaron a los estudiantes?
-Hay que recordar que todo comenzó con un enfrentamiento muy local en la Ciudadela, entre dos escuelas, la prevocacional 6 y la Escuela Preparatoria Isaac Ochoterena... Inmediatamente comenzó el problema juvenil, mucho muy en serio, porque estaban listos para eso.-¿Quiénes eran los que estaban listos? ¿Y para qué?
-El pleito juvenil de la Ciudadela fue inspirado y organizado por los Comités de Huelga, cuyos líderes tenían mucha influencia soviética; fueron armados por la embajada soviética para causarle un problema a los Estados Unidos.
-Dice usted que Cuba participaba también.
-Sí, en parte porque Cuba ya tenía una enorme influencia de la Unión Soviética. Después de que la Revolución Cubana triunfó, comenzó a proyectarse hacia Latinoamérica y aquí también. Este movimiento del 2 de octubre del 68 recibió una gran ayuda de los cubanos que habían hecho su revolución y la querían en toda América Latina. Las cosas no son simples.En efecto, las cosas no son simples. O mejor, como lo he dicho en distintos contextos, la guerra y la represión no son simples. Tienen un discurso pacifista, una esmerada justificación moral, un agresivo rostro para postularse como la única verdad. Los discursos del Poder van oscureciendo su naturaleza, su desenvolvimiento, su motivación, los rastros de su movilidad. Este velo cubre cada uno de los hechos tanto de la guerra como de la represión. El expresidente Echeverría bien recordó el enfrentamiento juvenil entre la Vocacional 6 y la Escuela Preparatoria Isaac Ochoterena. Pero no quiso recordar otras cosas, que registraron ampliamente Genaro López Alanís, Jesús Vargas y Raúl Álvarez Garín. Por ejemplo, que los "líderes" estudiantiles que pudieron provocar la riña entre ambas escuelas eran porros y dirigentes pagados y protegidos por el regente de la Ciudad de México, el general Alfonso Corona del Rosal. También, que la extrema violencia de la policía contra estudiantes, profesores e instalaciones de las escuelas provocó una reacción creciente de resistencia y solidaridad estudiantil. Por último, que la expansión de la violencia policiaca a otras escuelas ajenas al enfrentamiento escolar inicial fue determinante para la conformación final del movimiento.
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Viví el movimiento estudiantil de 1968 particularmente desde la perspectiva de la Facultad de Filosofía y Letras. Quizás por ello recuerdo el interés de José Revueltas, su asistencia asidua a las asambleas, su acercamiento al Comité Nacional de Huelga. No desconozco ni subestimo la participación de grandes maestros universitarios como Heberto Castillo o Eli de Gortari, por supuesto. Pero a José Revueltas lo había sometido el Partido Comunista a un proceso humillante después de su análisis del movimiento ferrocarrilero, como lo describo puntualmente en Los informes secretos. José Revueltas formaría parte, desde su ya legendario ensayo Un proletariado sin cabeza, de la evolución política que llevó a las juventudes comunistas de México a un proceso de avanzada más allá del propio partido en la formación de la guerrilla urbana, cuyo ejemplo esencial es Luis Ramos Zavala. La integridad de José Revueltas, su acendrada honestidad más allá de la conducta oficial de los comunistas mexicanos, era una demostración de la esperanza social y política que el movimiento del 68 constituía para México.Tanto las juventudes comunistas, que rebasaron los límites ideológicos y estratégicos del Partido Comunista, como los movimientos campesinos, constituyeron un proceso de cambio, decía, independiente y anterior al movimiento del 68, por lo que sus cauces y consecuencias no fueron coincidentes de manera automática. Particularmente, la guerrilla en el estado de Guerrero se originó y desarrolló de manera independiente y sus propias etapas como PDPL, después como PROCUP-PDPL, y finalmente como EPR, evidencian una dinámica propia. El Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) comenzó a formarse en la ciudad de Moscú desde el año 1966 y a lo largo de dos años estructuró sus principios teóricos y logró concertar un apoyo de entrenamiento militar a mediados de 1968 en Corea del Norte, entrenamiento que empezó a finales de ese mismo año. El movimiento estudiantil del 68 no puede considerarse, pues, ni así lo consideró el propio Ejército Mexicano, como el origen automático de alzamientos radicales y armados posteriores, aunque su aportación política al desenvolvimiento del país fue mayúscula.Ciertamente, la complejidad y vastedad del movimiento estudiantil produjo también ramificaciones en diversas corrientes políticas. Para algunos estudiantes, tanto de la Universidad como del Politécnico, el movimiento del 68 representó un proceso de maduración política que los persuadió a encontrar en la vía armada o en nuevas organizaciones la posibilidad de asegurar un cambio más justo en el país. Esto explica la incorporación posterior de estudiantes (no siempre provenientes de la UNAM ni del Politécnico, sino de otras universidades del país) tanto en algunos cuadros de la guerrilla mexicana como en una nueva organización de corte maoísta que aún no ha recibido la suficiente atención de historiadores y de la que posiblemente en los próximos años pudieran empezar a hacerse públicos documentos, memorias o testimonios de sus brigadistas: me refiero a Línea Proletaria, derivada de una organización más amplia llamada Política Popular, que contó con cuadros activos y capaces en muchas regiones desde el norte al sureste del país. Ahora bien, si los movimientos insurgentes en México no tuvieron una vinculación orgánica con el movimiento del 68, el Estado mexicano, en cambio, sí formuló con rapidez una estrategia de contrainsurgencia que tuvo vastos alcances en la historia ulterior de México durante la guerra sucia. Sabemos ahora que fueron comandos del Estado Mayor Presidencial los atacantes a estudiantes y al Ejército la tarde del 2 de octubre de 1968. Que uno de esos comandos apostado en el techo de la iglesia de Santiago Tlatelolco fue el agresor del general José Hernández Toledo. Que estos comandos efectuaron ataques con explosivos en diversos edificios públicos y privados en 1969 y constituyen el antecedente del grupo especial de choque conocido como Los Halcones, coordinado por el entonces coronel Manuel Díaz Escobar. Sabemos también que al tercer día de haber tomado posesión como presidente de la República, Luis Echeverría instruyó a su canciller Emilio Rabasa para que pidiera oficialmente al gobierno estadunidense asesoría militar y policial para Los Halcones y para su responsable directo.Por otra parte, el 2 de octubre de 1968 fue un laboratorio de experimentos represivos a gran escala: la coordinación entre cuerpos policiales y militares con el Ministerio Público y jueces: una maquinaria inmensa echada a andar en la Operación Galeana con el Batallón Olimpia en primer término, los destacamentos militares apostados en diversos puntos de un amplio perímetro que ceñía a la plaza de Tlatelolco y las actuaciones en serie del Ministerio Público y resoluciones de jueces. El modus operandi de esta vasta maquinaria del Ministerio Público y del Poder Judicial se había aplicado en la represión de movimientos sociales anteriores, particularmente el ferrocarrilero y el magisterial. La diferencia ahora fue la continuidad de mandos, contingentes y modo de operar de cuerpos policiales y del Ejército a lo largo de varias décadas.
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Decíamos que desde la perspectiva del Ejército Mexicano, según aparece en los documentos del general Acosta Chaparro, las hipótesis del surgimiento de las organizaciones subversivas de los años setenta no partían del movimiento estudiantil de 1968, sino de la influencia ideológica y de la intervención y coordinación cubana. El movimiento del 68 y la guerrilla no aparecen a los ojos del Ejército conectados por una causalidad interna, como procesos sociales comunicados orgánicamente; ambos movimientos aparecen afectados por un mismo vector externo: Cuba.Es ilógico, primero, pensar (como lo afirma Acosta Chaparro en su libro Movimiento subversivo en México) que trotskistas y comunistas actuaran bajo consignas de La Habana, puesto que la isla no era la ruta ideológica ni "burocrática" de los trotskistas y comunistas mexicanos. Es claro, también, como hemos explicado en páginas anteriores, que "el pretexto de la intervención de la policía" en las vocacionales y la preparatoria de la Ciudadela no se debió a los estudiantes "comunistas", sino a los porros y líderes estudiantiles pagados por la Regencia del Distrito Federal. En otro pasaje de su libro, el general Acosta Chaparro afirma lo siguiente:La infiltración soviético-cubana en los grupos guerrilleros mexicanos se ha manifestado en todas sus formas. Las pruebas más fehacientes de los que se afirma se observan en el caso del "Movimiento de Acción Revolucionaria" (MAR) y de la "Asociación Cívica Nacional Revolucionaria" (ACNR) que comandó Genaro Vázquez Rojas. En la primera, el gobierno mexicano se vio precisado a expulsar por su participación a cinco funcionarios de la embajada soviética y, en el segundo, los líderes de mayor connotación, después de Vázquez Rojas, se exiliaron en Cuba por más de once años.Tres líneas básicas de acción se evidenciaron en los diferentes grupos guerrilleros que tuvieron vigencia en el país de 1968 a 1976, la línea china o maoísta; la línea cubana o castrista y la línea soviética, consecuentemente con el Marxismo-Leninismo.Sabemos ahora que Moscú fue ajeno tanto a la conformación del núcleo inicial del MAR como a su entrenamiento militar, que corrió a cargo de Corea del Norte. La Unión Soviética se mantuvo ajena al entrenamiento y financiamiento de grupos guerrilleros en México. En cuanto a Cuba, la aceptación del gobierno de la isla para recibir asilados mexicanos provenientes de la guerrilla fue, en efecto, constante, lo cual podría tener varias lecturas, pero en ningún momento la de que tal actitud equivaliera a la insubordinación o intervención directa de Cuba en las organizaciones guerrilleras mexicanas.
Estas referencias son suficientes para reconocer que, desde la perspectiva del Ejército Mexicano, la posible influencia ruso cubana se circunscribió a la guerrilla mexicana, pero no a los movimientos estudiantiles, según argumentaba el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. A la influencia de los comunistas mexicanos los militares atribuyeron los movimientos estudiantiles, no a la influencia directa de rusos y cubanos. Esto evidencia, igualmente, pues forma parte del punto inicial de estas notas, que el Ejército nunca postuló el movimiento del 68 como origen de la guerrilla posterior.

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