miércoles, enero 21, 2009

¿Otro Thomas Jefferson?

María Teresa Jardí

Guardadas las proporciones, es cierto que la llegada de Obama despierta similares expectativas a las que en México despertara el arribo de Vicente Fox.
Y vaya decepción. Y, peor aún, hay que ver lo que creció con Fox la corrupción. Y más todavía, con Fox el país se adentró por el caño del desagüe donde van a dar las aguas negras, que no se reciclan, de manera imparable y quizá definitiva.
Y ciertamente los tiempos de la historia son muy largos y el Renacimiento viene después de la oscuridad sufrida por la humanidad a lo largo de la Edad Media. Y si el animal humano no desaparece del planeta, a futuras generaciones les tocará de nuevo vivir el renacer del arte y valores, de la libertad y los principios, de la bondad, de la igualdad, de la solidaridad, de la generosidad… como el renacer del hombre sabio que conoce la importancia que tiene el rescate de la inteligencia a base de educar desde la cuna para promover las mejores causas. Pero ni a nosotros ni a nuestros hijos ni a los nietos, les va a tocar ese renacimiento de la humanidad, en el supuesto, repito, de que el ser humano no concretice su acelerada desaparición, elegida por voluntad propia, en este momento. El becerro de oro a lo único que lleva es a guerras de exterminio de la que los sionistas nos acaban de dar un ejemplo con el genocidio, tolerado por todos los gobiernos del mundo, en contra del pueblo palestino.
Efectivamente, como bien señala Francisco Rodríguez, en su columna de ayer publicada en nuestro diario, Fox despertó similares ilusiones de cambio a las despertadas por Barack Obama.
Pero, hoy en México, luego del paso de Fox y de su campaña para imponer a un usurpador, “Los Zetas” cobran protección, incluso en los pequeños negocios de Playa del Carmen, es decir, incluso en la Península de Yucatán, que debido a la lejanía, hasta antes del PAN, había vivido una historia distinta a la del Centro de la República.
Ojalá y Obama sea distinto del sucesor que en medio de tanto odio y tan gran desprestigio acaba su maldita y larga gestión: usurpadora, la primera vez, pero votada, por los que votan, tampoco viven en una democracia los yanquis y tampoco es el pueblo el que elige allá: la segunda. De manera inconcebible la segunda, luego de los muchos datos que ya entonces se tenían para saber que las Torres Gemelas se las había tumbado Bush y que lo de las armas que Hussein escondía era sólo una mentira para asesinar al amigo que había dejado de ser socio de los Bush, porque en cuanto a lo del saqueo del petróleo y de las obras de arte que pertenecen a la humanidad para entregarlas a inmorales coleccionistas privados, les dijo que no a la impresentable dinastía petrolera de los Bush.
Mal haríamos en olvidar los crímenes del padre de George W. y peor aún que ya se promueve el hermano para encabezar en cuatro años otra vez el poder del imperio que arrastra en su caída a todos los pueblos de la tierra.
A Fox le habría bastado con no hacer nada, sin apostarle a la corrupción como divisa, para retirarse como el presidente del cambio, luego de la fallida gestión, también, de Zedillo, otro impresentable, igual que el embajador yanqui, que deja de serlo, pero que no por eso va a dejar de meterse en las cuestiones que sólo a los mexicanos competen, para eso se casó con la rica heredera de la empresa mexicana, cada uno a jugar el papel destinado por los que mandan, de los que no conocemos ni el nombre ni la cara, grandes intereses sin alma a los que llega sujeto también Obama y en lograr su alejamiento está la única posibilidad de convertirse en el gobernante que, al lado Martin Luther King, de Lincoln y de Jefferson, pase a la historia de los verdaderos padres de la patria estadounidense, tan agredida, por la corrupción y la impunidad, por la cancelación de la ética y de todo valor y de cada principio, como la nuestra.

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