Jorge Lara Rivera
Mientras los gerentes del imperio empiezan a ponerse de acuerdo para defraudar de nueva cuenta al “personal” de sus sucursales, ocurre que se desploma el índice de confianza de los consumidores en nuestro país a 85 puntos, el más bajo en la historia desde que se mide acá. ¿Por qué será?
El reciente pronunciamiento del Ejecutivo federal panista contra ese “alarmismo y catastrofismo sobre la economía... y profecías de desastre”, divulgados en ejercicio del derecho a la información y a la libertad de expresión, bártulos estorbosos según su parecer, es inadmisible y constituye una abierta forma de censura.
¿Tan poco le duró el maquillaje “democrático” a su régimen?
Fue más lejos aún, porque se atrevió a formular amenazas a las opiniones críticas dictando lo que “se puede disentir...” y tolerar (“aceptamos la crítica constructiva”), pero advirtiendo a quienes disienten “no aquella que ‘atenta contra el Estado’”.
En este ámbito crispado, es patente la desproporción de trato. Frente al campeo de la impunidad no se abre paso con igual claridad la acción del Estado, por ejemplo, escuchando el reclamo del viejo adagio que entre litigantes reza: “A confesión de parte, relevo de pruebas”, que exige de la Secretaría de la Función Pública y la Procuraduría General de la República, una investigación a Ramón Muñoz y Martha Sahagún tras las revelaciones y la expresa admisión de incumplimiento del deber juramentado, hechas recientemente, por ese disociado narcisista que estuvo nominalmente a cargo del gobierno durante el foxiato; y enviándole, a él, sin vuelta de hoja, al psiquiátrico.
¿Será porque eso “atenta contra el status” quo oligárquico al que el Gran Censor debe el puesto?
Precisamente a perjuicios de ese período que no terminaron en el sexenio debe prestarse cuidadosa atención.
Ahora mismo el gobierno arrecia la tradicional posición panista contra el sindicalismo mexicano. El régimen actual –con su peculiar modo de entender la tolerancia– continúa y recrudece la persecución de cualquier forma de disidencia ante la visión neoliberal de la economía nacional. Así, coincidentemente con la difusión, esta semana, de la llamada del titular del Ejecutivo al premier canadiense, se ha hecho público que la Procuraduría General de la República, a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores, ha concluido las formalidades ante el gobierno del país cuyo símbolo nacional es la hoja de maple, solicitando la extradición contra Napoleón Gómez Urrutia, líder minero, un gremio que se ha mantenido firmemente reacio a las imposiciones antisociales (desmantelamiento de las garantías del trabajo de nuestra ley laboral y contra la seguridad social) del TLC.
Han de estar frotándose las pezuñitas, de puro gusto, los esquiroles Francisco Javier Salazar Sáenz, Secretario del Trabajo en el foxismo y Javier Lozano Alarcón, el actual rompehuelgas del régimen destacado en esa oficina propatronal, mismos que hicieron de esta persecución una pestilente cruzada personal –y seguramente se les uniría, si la muerte no se lo hubiera impedido, Carlos María Abascal Carranza, quien los antecedió a ambos en tan deleznables tareas contra la clase obrera.
Pero la cara fascistoide del régimen se deja ver también con sus esbirros ya inútiles. Javier Herrera Valles (ex comisionado de la Policía Federal Preventiva), al parecer otra víctima de la represión contra la disidencia, sufre las vejaciones y represalias de haber osado cuestionar los oscuros designios de Genaro García Luna (el titular de la SIEDO) y tras la arbitrariedad de padecer una prórroga del arraigo (engendro avalado por legisladores y jueces, pero contrario al espíritu de la Constitución que celebramos los 5 de febrero), finalmente, habiéndole terminado de fabricar el caso que les permite consignarlo, ha sido recluido en un penal federal nayarita, donde dado el tratamiento a los cargos de los que ahora se le acusa quedará, sin duda, refundido.
En ámbitos más amplios, pero con repercusión en nuestra esfera, la oleada de conservadurismo impulsada por Joseff Ratzinger, alguna vez cercano al nacionalsocialismo hitleriano, desde la cúpula de la franquicia del miedo y la culpa avanzó con la rehabilitación del negacionismo del genocidio cometido por los nazis, revocando la excomunión a clérigos ultraconservadores lefebvreanos que rechazan el Holocausto.
No obstante, por la ámpula levantada en diversos sectores, la ira de la influyente organización de la comunidad judía a nivel internacional y la abierta molestia del gobierno de Ángela Merkel, desde la potencia económica que es Alemania, el Vaticano ha cedido exigiendo a los prelados negacionistas una retractación pública.
Pero en momentos en que a los millonarios de Cristo se les cae “el tinglado de la vieja farsa” –su teatrito– armado para impulsar la beatificación de Marcial Maciel, esa tendencia conservadora ofrece ahora otro acusado arista en el ámbito mexicano promoviendo a Carlos Aguiar Retes, de la subgerencia divisional actual, (como presidente de Conferencia del Episcopado Mexicano) que con acedo fanatismo ocupara, a la junta gerencial de la filial México (como arzobispo) de la trasnacional.
Los signos son inquietantes. El deterioro de la situación habrá de pesarle a los imprudentes.
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