Trasnacionales financieras no dan crédito a la pequeña empresa
La Casa Blanca, dueña de parte del patrimonio nacional
Carlos Fernández-Vega
Tres contradictorias declaraciones de ocasión intentaron dibujar el estado que guarda la banca que opera en México: a) las instituciones extranjeras que acaparan el mercado nacional comenzaron a restringir el otorgamiento de crédito por órdenes de sus casas matrices (Guillermo Ortiz Martínez); b) “rechazo que los bancos tengan una política deliberada de contracción del crédito (Ignacio Deschamps, flamante presidente gremial) y c) la banca en México es uno de nuestros activos más valiosos para superar los efectos de la crisis global; es un activo que debemos cuidar y que debemos explotar inteligentemente.
Pues bien: a) contra lo que afirma el gobernador del Banco de México, las trasnacionales financieras que operan en México de siempre, no por la crisis, han restringido el crédito, especialmente a los sectores más productivos y generadores de empleo; b) mal arranca el nuevo presidente de la ABM, porque deliberadamente la banca ha contraído el crédito a la micro, pequeña y mediana empresas, y lo concentra en los grandes consorcios; y c) la banca que opera en el país lejos de ser el activo presumido por el doctor catarrito, es un enorme pasivo para el crecimiento y el desarrollo del país, al tiempo que ha explotado salvajemente a su clientela.
Casi tres décadas han transcurrido desde aquella decisión lópezportillista de expropiar la banca. De allí en adelante, todo ha sucedido, todo se ha hecho (regresar parcialmente –los Caps–, reprivatizar, modernizar, salvar, rescatar, reconcentrar y extranjerizar), menos garantizar un sistema bancario al servicio del país. De hecho, las cosas no han cambiado mucho: actualmente operan en México 43 bancos reconocidos como tales, pero los cinco de mayor tamaño concentran alrededor de 80 por ciento de los activos y de la cartera de crédito, algo no muy distinto a lo que sucedía antes del primero de septiembre de 1982.
Que la crisis restringe el crédito, se queja el gobernador del Banco de México, y que la banca no tiene una política deliberada de contracción del crédito, según el dirigente de la ABM. Pues bien, en uno de sus más recientes análisis, la Cepal nos ilustra: alrededor de 60 por ciento de la cartera comercial (de la banca que opera en México) está concentrada en los 50 mayores acreditados de cada banco, casi 70 por ciento en los 100 más grandes y 81 por ciento en los 300 más importantes. Así, las micro, pequeñas y medianas empresas representan un “mercado abandonado por los bancos trasnacionales… El análisis de algunas experiencias de países, basado en datos de series de tiempo, muestra que la entrada de los bancos trasnacionales a sistemas cerrados desplaza a las pymes del crédito empresarial y tiende a concentrarlo en las grandes corporaciones”.
Para el organismo especializado de la ONU, el resultado de las estructuras vigentes en la cartera de la banca comercial que opera en México es la baja participación, dentro de crédito total, de los acreditados comerciales-empresariales que no pertenecen al grupo de los 300 deudores principales de cada banco, es decir, la baja importancia relativa de los acreditados más chicos. El caso de menor concentración, dentro de grandes bancos (Banorte), presenta una participación potencial de los clientes pequeños de 19.2 por ciento. Este mismo coeficiente es de 7 por ciento en el caso del banco con mayor nivel de concentración de cartera en sus 300 acreditados mayores (Banamex-Citibank), dimensión aún menor que la mostrada por el promedio de los bancos pequeños.
Al analizar la composición de la cartera de los cinco grandes bancos destaca que Banorte, el único mexicano entre los de mayor tamaño, presenta la más alta orientación a los clientes pequeños; los bancos europeos (Santander, HSBC y BBVA) una posición intermedia, y el estadunidense (Banamex-Citibank) una mayor tendencia a los grandes corporativos.
Sólo 10.9 por ciento de la cartera total de la banca comercial en el país quedaría disponible para ser destinada a la actividad comercial-empresarial de los clientes de menor tamaño (no pertenecientes a los 300 mayores deudores de cada banco). Y debe recordarse que este coeficiente es solamente un indicador aproximado de los recursos designados a las pymes, pues se trata de un techo más que de una participación exacta. Si se considera que la cartera crediticia representa 56 por ciento de los activos del sistema bancario, entonces resulta que ese techo es apenas 6.1 por ciento de los activos totales del sistema, o 1.9 por ciento del PIB.
La restricción crediticia para las pequeñas y medianas empresas contrasta con su importancia en la economía como generadoras de producción y empleo. Según datos de la Canacintra, citados por la Cepal, en 2004 había más de 118 mil pequeñas empresas y más de 27 mil medianas. En conjunto, estas pymes empleaban a 5.3 millones de personas, monto superior a los 4.7 millones de empleados por las empresas grandes. Por su parte, las microempresas ocupaba 6.2 millones de personas. Así, más de 70 por ciento del empleo generado por las empresas correspondía a las de menor tamaño. Sin embargo, las participaciones en materia de crédito bancario son inversas, las grandes empresas reciben, por mucho, la mayor parte del financiamiento. Dedicar entre uno y dos puntos del PIB a financiar institucionalmente a las empresas que generan 70 por ciento del empleo del país es obviamente insuficiente.
En fin, a la banca trasnacional le abrieron las puertas de par en par, sin que el consumidor se beneficiara ni por los precios ni por la calidad de los servicios bancarios, puntualiza la Cepal. Entonces, si para el gobierno calderonista lo anterior es un activo, ¿qué será un pasivo?
Las rebanadas del pastel
De los lectores: el hecho es que ahora la Casa Blanca es la dueña de parte importante nuestro patrimonio nacional. ¿Cómo es posible que un gobierno extranjero sea el dueño del Palacio de Iturbide y demás edificaciones coloniales que son verdaderas joyas, tales como el Palacio de la Canal en San Miguel de Allende, La Mansión Solariega de los Montejo en Mérida, el Palacio San Mateo de los Condes de Valparaíso, la Casa del Diezmo en Morelia, o la Casa del Conde del Valle de Súchil en Durango? ¿Y qué con la colección, de enorme valor, de pintura de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX, hasta cuadros de destacados artistas mexicanos y extranjeros representativos de todas las épocas? ¡Cuanta ignominia y entreguismo de Calderón y secuaces! (Manuel Deffis Ramos (manueldeffis@gmail.com).
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martes, marzo 24, 2009
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