El candidato Barack Obama se comprometió a poner término a las medidas anticastristas de George W. Bush y a revisar el embargo contra Cuba. Desde el triunfo de la Revolución Cubana,Washington ha tenido como objetivo generar hambruna en ese país para que sus habitantes, desesperados, derroquen al régimen.Hoy, legisladores y militares claman por una normalización de las relaciones. Sin embargo, la Casa Blanca no ha tomado ninguna decisión.
Desde su entronización como presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ocupado por múltiples temas, todavía no ha hecho ningún gesto hacia Cuba, a pesar de sus promesas de campaña de poner fin a las sanciones económicas que su predecesor, George W. Bush, impuso en mayo de 2004. Éstas limitan drásticamente las visitas de los emigrados cubanos a su país de origen –14 días cada tres años– y limitan las remesas familiares a 100 dólares al mes, en el mejor de los casos.
Un informe bipartidista del Congreso estadunidense, publicado el 23 de febrero de 2009, titulado Cambiar la política hacia Cuba a favor del interés nacional de Estados Unidos, recomienda al presidente que emprenda “un primer paso unilateral” hacia La Habana antes de la próxima Cumbre de las Américas, del 17 de abril de 2009. Según el congresista de Indiana, Richard Lugar, promotor del informe de 25 páginas, este gesto consistiría, en primer lugar, en eliminar las sanciones de 2004, para lo que únicamente es necesaria una simple orden ejecutiva.
“La realización de este gesto podría señalar un importante cambio y favorecería un clima de buena voluntad hacia Estados Unidos por parte de los países latinoamericanos, así como la cooperación regional que el gobierno estadunidense busca en una amplia gama de asuntos”, subraya el documento.
En efecto, la comunidad internacional rechaza por unanimidad las sanciones económicas impuestas por Washington desde julio de 1960. El 29 de octubre de 2008, por decimoséptimo año consecutivo, 185 de los 192 miembros que componen la Asamblea General de las Naciones Unidas se pronunciaron por el levantamiento de este estado de sitio que afecta todas las categorías de la población cubana. Las sanciones esta dunidenses son el principal obstáculo al desarrollo económico de Cuba. Han costado 93 mil millones de dólares a la economía cubana desde su entrada en vigor, y 3 mil 700 millones sólo en 2007. La opinión pública estadunidense y el mundo de los negocios se oponen a la actual política de la Casa Blanca por su carácter obsoleto, cruel e ineficaz, como documentó Edith M. Lederer, en el artículo “Un again urges US to lift embargo against Cuba”, publicado por la agencia AP el 29 de octubre de 2008.
Por otra parte, durante la histórica reunión del 16 de diciembre de 2008 que integró Cuba al Grupo de Río en Brasil, las 33 naciones latinoamericanas y caribeñas reiteraron con vigor su condena de las sanciones contra ese país.
Las visitas a Cuba de Cristina Kirchner, Michelle Bachelet, Rafael Correa, Álvaro Colom, Hugo Chávez, José Manuel Zelaya Rosales y Leonel Fernández Reina, respectivamente presidentes de Argentina, Chile, Ecuador, Guatemala, Venezuela, Honduras y República Dominicana, desde el inicio de 2009 ilustran la solidaridad continental con La Habana, realidad que la Casa Blanca no puede permitirse ignorar.
Incluso el disciplinado y fiel secretario general de la Organización de los Estados Americanos, José Miguel Insulza, aliado de Washington, comunicó su deseo de ver al gobierno de Obama acabar con las sanciones económicas contra Cuba. “Yo querría que se termine pronto el embargo de Cuba”, expresó el 20 de enero pasado a la agencia EFE.
Del mismo modo, en febrero de 2009, el coronel Glenn Alex Crowther, eminente personalidad militar y profesor de asuntos de seguridad nacional en el Instituto de Estudios Estratégicos (SSI, por sus siglas en inglés), entidad adscrita al famoso Colegio de Guerra de Estados Unidos, se pronunció también contra las sanciones económicas en el boletín oficial del SSI. Exhortó al gobierno de Obama a que cambiara de política en una reflexión titulada “Díganle adiós al embargo”. Según él, “levantar el embar go podría enviar una importante señal a la comunidad internacional: de que Estados Unidos es magnánimo e integrador; mantenerlo nos hace aparecer mezquinos y vengativos”. Por otra parte, “no podemos convencer a nadie de que Cuba es una amenaza para Estados Unidos ni demostrar internacionalmente que el mantenimiento de la misma política tendrá un impacto positivo”.
Recientemente, varios influyentes centros políticos, económicos e intelectuales, como la Brookings Institution, el Council on Foreign Relations, el Inter- American Dialogue y la New America Foundation, entre otros, expresaron también su rechazo a la actual política estadunidense hacia Cuba.
El informe bipartidista también propone que el Congreso se encargue de levantar la prohibición de viajar a los ciudadanos estadunidenses y ponga fin así a una situación absurda e ilegal que les permite viajar a Corea del Norte, China y Vietnam pero no a Cuba. Las estimaciones prevén la visita de 1 millón de turistas estadunidenses en el primer año, que generarían ingresos del orden de 1 mil millones de dólares. Esos recursos permitirían resolver gran parte de los problemas actuales, particularmente en los campos del transporte y la vivienda.
A principios de febrero de 2009, otro grupo bipartidista dirigido por el representante demócrata William Delahunt, de Massachussetts, también presentó un proyecto de ley en ese sentido: pidió la anulación de la prohibición de viajar para los estadunidenses.
Richard Lugar es el republicano de más alto rango en el Comité de Asuntos Exteriores del Senado y tiene fama de ser un crítico acérrimo del gobierno cubano. Sin embargo, llamó a un cambio radical de estrategia hacia La Habana, consciente del fracaso sufrido por Estados Unidos, a todos los niveles, en su política hacia Cuba. “Debemos reconocer la ineficacia de nuestra política actual y tratar con el régimen cubano de un modo que refuerce los intereses estadunidenses”, admitió.
Lugar también propone eliminar las restricciones de movimiento impuestas a los diplomáticos cubanos en el territorio estadunidense y retomar las conversaciones bilaterales sobre los temas migratorios y la lucha contra el narcotráfico, interrumpidas unilateralmente por la administración de Bush.
El informe subraya, además, la necesidad de suprimir las condiciones draconianas impuestas a La Habana para la compra de productos alimentarios (pago en efectivo y con antelación), que reduce singularmente las posibilidades de adquisición, y de permitir la financiación privada para las transacciones comerciales.
El congresista también sugiere ampliar la lista de los productos que los cubanos pueden adquirir en Estados Unidos, incluyendo medicinas, equipos médicos, material agrícola y de construcción. Finalmente, el documento recuerda la posibilidad para Estados Unidos de comprar productos biotecnológicos a Cuba, uno de los líderes mundiales en este campo.
El proyecto de Lugar es, sin ninguna duda, de uno de los enfoques más realistas y constructivos presentados en el Congreso. La administración de Obama daría prueba de sagacidad si sigue las pistas elaboradas en el documento, al mostrar a la comunidad interna cional su voluntad de resolver las diferencias históricas entre las dos naciones.
El 25 de febrero de 2009, adelantando a Barack Obama, la Cámara de Representantes aprobó, con 245 votos a favor y 178 en contra, un proyecto de ley presupuestaria que permitirá a los cubanos de Estados Unidos viajar a su país de origen una vez al año, de esta manera se anulan las restricciones impuestas por Bush. Esta legislación todavía tiene que ser avalada por el Senado y ratificada por el presidente. No obstante, si se adoptase, esta medida sólo sería vigente hasta el mes de octubre de 2009, fecha en la cual entra el nuevo presupuesto para 2010. Por eso es necesario un decreto presidencial, pues le daría un carácter más permanente.
Por parte de La Habana, el gobierno siempre ha estado dispuesto a resolver el conflicto con Estados Unidos a partir de una base de respeto mutuo, de reciprocidad y de no injerencia en los asuntos internos. Fidel Castro, cuando era dirigente, tendió varias veces un ramo de olivo a la Casa Blanca y recibió, cada vez, un rechazo obstinado. El gobierno de Raúl Castro ha hecho lo mismo: tendió una mano fraterna a Washington en múltiples ocasiones, tanto a la administración de Bush como a la de Obama, sin obtener respuesta, como documenta Edith M. Lederer en su artículo “Cuba expects new US president to lift embargo”, divulgado el 30 de octubre de 2008 por la agencia AP.
Así, en enero de 2009, Raúl Castro tuvo palabras elogiosas hacia el primer presidente negro de Estados Unidos, enfatizando sus rasgos de “hombre bueno” y deseándole “buena suerte” en sus nuevos cargos. Reiteró su disposición al diálogo “sin intermediarios” y en “igualdad de condiciones” (21 de enero de 2009).
Por su parte, el presidente de la Asamblea Nacional cubana, Ricardo Alarcón, saludó las ideas “interesantes” y las cualidades oratorias de Obama (20 de enero de 2009).
La administración de Obama tiene la obligación política, estratégica y moral de poner fin al castigo económico contra la población cubana. Si quiere encarnar a los ojos del mundo una ruptura con la política desastrosa de su predecesor, si desea dar prueba de menos desdén y arrogancia hacia América Latina, es imperativo que ponga término definitivamente al acoso contra el pueblo cubano. Éste, sin olvidar el pasado, le tenderá entonces una mano fraterna y reconciliadora._
*Profesor, escritor y periodista francés especialista en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Ha publicado los libros: Washington contre Cuba, ediciones Pantin; Le temps des cerises, Francia 2005; Cuba face à l’empire (Cuba contra el imperio), ediciones Timéli, Suiza, 2006; y Fidel Castro, Cuba et les Etats- Unis (Pantin: Le temps des cerises, 2006).
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