Martí Batres Guadarrama
Objeciones de la Memoria
Lo que no dice Carlos Ahumada en su libro Derecho de réplica es lo más importante: el entonces jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, fue el único que se atrevió a enfrentar la voracidad de ese supuesto empresario que se define en su texto como un hombre que trabajaba de sol a sol, lo cual le permitió amasar una enorme fortuna.
La verdadera historia es que ése señor, durante mucho tiempo, vivió del contratismo corrupto que estableció con diversas autoridades de todos los colores partidarios y en diversas entidades de la geografía nacional. Las amistades —a las que pagaba comisión por ponerlo en contacto con sus potenciales víctimas—, la información privilegiada que de ellas obtenía y las redes de corrupción que estableció, le permitieron enriquecerse prácticamente de la noche a la mañana y ser uno de los hombres con mayor influencia en ciertos ámbitos de la administración pública.
Precisamente, al llegar a la jefatura del gobierno capitalino, López Obrador se percató que había muchos contratos multianuales firmados por varias delegaciones con las empresas de Ahumada. Eso comprometía el presupuesto de administraciones enteras durante varios años. Ahí comenzó la suspicacia acerca de la forma como operaba este individuo: ¿por qué tanta obra pública para un solo “empresario”?
Tiempo después se constató que se dedicaba a entregar dinero a jefes delegacionales y candidatos de todos los partidos a cambio de canonjías. Él mismo se encarga de despejar cualquier duda cuando afirma en su libro que en las licitaciones públicas sus empresas llevaban cierta ventaja sobre las competidoras por “tener información privilegiada”, lo que les permitía presentar la mejor oferta o la más baja, y adjudicarse los contratos.
¿El “pobrecito señor Ahumada” era extorsionado? Por supuesto que no. Andrés Manuel López Obrador fue el único que se atrevió a detenerlo, a ponerle un alto, a frenar su enriquecimiento ofensivo.
Por eso Ahumada procedió a grabar a quienes iban a sus oficinas, a difundir los videos de algunos de ellos, que no de todos como él mismo lo acepta en el libro, y a asociarse con los enemigos políticos de López Obrador para causarle el mayor daño posible.
En el fondo, esta historia nos demuestra que hubo un complot, que en él participaron ilegalmente los máximos representantes de las instituciones y los personajes más poderosos de este país para evitar que Andrés Manuel López Obrador ganara las elecciones en 2006. No lo consiguieron. Más de 60% de la población tiene claro que el vencedor fue el tabasqueño, al que le robaron el triunfo “haiga sido como haiga sido”.
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