viernes, mayo 15, 2009

Epidemia de inmundicia

Por Julio Pimentel Ramírez

Teniendo como trasfondo la epidemia de influenza humana A(H1N1), que mostró las limitaciones de nuestro sistema de salud pública y desnudó la manipulación, incapacidad e ineficiencia de la administración federal, en México padecemos la propagación de un virus de antigua data que afecta directamente a la clase política mexicana y que se caracteriza por el intenso olor a heces fecales que despiden tanto sus fuentes de transmisión como todos los individuos inoculados por la inmunda cepa de la corrupción y el cinismo, mismos que se sienten protegidos por la vacuna de la impunidad, cuyos efectos se prolongarán hasta que el pueblo tome en sus manos la transformación de este sistema de opresión.

Con la misma velocidad con que la llamada epidemia de gripe porcina mutó de nombre y pasó a ser calificada como de influenza humana A(H1N1), sin que se hicieran análisis clínicos y estudios científicos que explicaran coherentemente su surgimiento y patrón de transmisión (un científico denuncia la posibilidad de que se trata de un virus creado en laboratorio, versión apresuradamente desmentida por la autoridades de la OMS), se presentaron el libro de Carlos Ahumada Kurtz, las declaraciones de Roberto Madrazo Pintado y la entrevista al ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado.
Así, en tanto la propagación de la influenza humana mantiene en vilo al mundo, somos testigos de otra epidemia, esta sí una verdadera pandemia de un virus de “porquería” -sin referenciado al vilipendiado cuadrúpedo cuya carne es el ingrediente principal de ricos tacos de carnitas o cochinita pibil-, que se da a conocer a través de libros y declaraciones de personajes de malas referencias pero cuyos testimonios, más allá de la autoconmiseración, riegan heces fecales que además de salpicar a antiguos socios, desnudan la calidad ética y moral de la mayor parte de la clase política y el uso faccioso que han hecho del Estado.
Es claro que la calidad moral de estos personajes deja mucho que desear y que en un país en el que verdaderamente imperara el Estado de Derecho y la justicia social no hubiera sido posible su surgimiento. Ellos, Ahumada, Madrazo, De la Madrid y aquellos que forman parte del cuadro estelar de sus historias, son personajes paradigmáticos del proceso de descomposición del sistema político mexicano, son la punta del iceberg de la corrupción neoliberal, del sistema que ha sumido en la pobreza a decenas de millones de personas y que ha hecho posible que el narcotráfico y la delincuencia organizada ocupen un destacado sitio en el moderno proceso de acumulación de capital.
Carlos Ahumada es el aventurero que llega del extranjero en búsqueda de riqueza, para ello en forma audaz se pone al servicio de oscuros intereses y se alía con políticos de todos los colores que sin principios ni ética necesitan de sus oficios y de recursos de procedencia “inexplicable”, que les facilite el acceso a mayores y más elevados espacios y escalones del poder.
Roberto Madrazo es el clásico elemento distinguido del sistema político que dominó por siete décadas al país, miembro de una familia de linaje priísta, que si bien en su largo trayecto por el laberinto del poder cometió una serie de hechos (fraudes electorales, corrupción etc.) suficientes para ubicarlo en la extensa lista de delincuentes que han gobernado al país, tiene la información “calificada” sobre el comportamiento de los ex presidentes Zedillo y Fox y sus vínculos con el narcotráfico, según declaró.
Todavía no se apagaba el escandaloso eco de las palabras de Roberto Madrazo cuando apareció en escena el ex presidente Miguel de la Madrid, primer mandatario del ciclo neoliberal que aún no se cierra, denunció a Carlos Salinas de Gortari y sus hermanos, embarrándolos de inmundicia al acusarlos de robo al erario, tráfico de influencias y narcotráfico.
De inmediato, al estilo de las mafias, sale el propio “jefe de jefes” a descalificar no al declarante sino a la entrevistadora, a la que acusa de abusar del enfermo ex presidente y dejando que flote en el ambiente la amenaza de su poderío. En tanto Federico de la Madrid Cordero, junior que en el sexenio de su papá y en el posterior de Salinas fue señalado también por tráfico de influencias, hace público el inmediato arrepentimiento de MMH, quien se dice víctima de alucinaciones.
Más allá de chismes y diretes, a los que la mayor parte de los medios de comunicación nos tienen mal acostumbrados, hay que anotar que estos tres casos tienen algo en común: forman parte de los largos años de entronizamiento del modelo neoliberal de explotación, en el que priístas, panistas, niños verdes, elbistas y algunos elementos de la izquierda electoral, con la complicidad de “hombres de negocios”, de la catadura de Roberto Hernández, por poner un ejemplo, han convertido a la política no en el terreno donde se diriman democráticamente las diferencias y se aborden las necesidades sociales con criterios de justicia y equidad, sino en el escenario de la corrupción, la inmundicia y el crimen, donde el objetivo principal es el enriquecimiento y la garantía del éxito es la impunidad.
Todos ellos le apuestan a que las cosas no pasarán del terreno mediático ya que las autoridades, la PGR en estos casos, no investigarán sus delitos. La justicia tendrá que esperar a que los ciudadanos y sus organizaciones renovadas se decidan a tomar en sus manos la verdadera transición democrática y la transformación social.

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